Con mis hijos no te metas: Valoraciones críticas de a quienes llamo "mis hijos" desde el conservadurismo social y religioso - Parte 2 | Por Ronald Rivadeneira - El Blog de Bernabé

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jueves, 20 de febrero de 2025

Con mis hijos no te metas: Valoraciones críticas de a quienes llamo "mis hijos" desde el conservadurismo social y religioso - Parte 2 | Por Ronald Rivadeneira

El asesinato de Ismael Arroyo Bustos (15 años), Josué Arroyo Bustos (14 años), Nehemías Arboleda Portocarrero (15 años) y Steven Medina Lajones (11 años) en el barrio Las Malvinas de Guayaquil debería haber sido un grito que sacudiera los cimientos de todas las comunidades de fe del Ecuador. Pero, ¿dónde estaban las iglesias evangélicas? ¿Dónde estaban aquellos pastores que desde sus púlpitos claman por la familia y por la infancia, pero guardaron silencio ante la desaparición y ejecución de estos niños?

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El silencio del liderazgo evangélico ecuatoriano ante este crimen es ensordecedor. El mismo sector que se moviliza con fervor contra lo que llaman "ideología de género" no ha mostrado el mismo ímpetu para denunciar la injusticia que sufrieron estos niños, ni para reclamar justicia por otros niños afrodescendientes y pobres que diariamente son víctimas de la violencia estructural.

Actualmente se registran cerca de una veintena de casos de desapariciones forzadas a la población pobre y afrodescendiente de sectores urbano marginales. Reclamos de varias organizaciones que luchan por los derechos humanos han sacado a la luz diversos casos callados por los medios de comunicación tradicionales. Recientemente se denunció el asesinato de un niño afrodescendiente de 14 años en manos de la fuerza pública, nuevamente en la ciudad de Guayaquil. Los medios de comunicación evangélicos siempre han sido medios obsecuentes del poder de turno, a quienes no hay que enojar por temor a represalias con el uso de las frecuencias o permisos de funcionamiento, pero siempre prestos a invitar a quienes movilizan marchas por la familia y en contra de ideologías que no logran bien conceptualizar. Los medios tradicionales silencian estas noticias como un poder fáctico que se acomoda al poder de turno, es decir, en este accionar es indistinguible el rol de los medios que se catalogan como evangélicos.

Esta falta de coherencia nos obliga a preguntarnos: ¿A qué llaman familia estos sectores evangelicales? ¿Quiénes son los niños por los que claman en sus marchas? Y, sobre todo, ¿por qué la pobreza y la negritud siguen siendo factores que invisibilizan la dignidad y la humanidad de estos niños dentro de su discurso religioso?

La banalidad del mal y la complicidad del silencio

Hannah Arendt, en Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal, describe cómo el mal no siempre se manifiesta en actos atroces cometidos por individuos perversos, sino en la indiferencia, en la obediencia ciega, en la inacción. El mal se vuelve "banal" cuando las personas simplemente "siguen órdenes", cuando la estructura de poder impone una lógica de normalización del horror.

Este crimen, como tantos otros en Ecuador en la actualidad, se inscribe en la banalidad del mal. Un Estado que minimiza la vida de los pobres y afrodescendientes es cómplice de su desaparición. Pero la complicidad no se limita a las estructuras de gobierno. También incluye a aquellas iglesias y movimientos evangélicos que, al no denunciar con contundencia esta injusticia, refuerzan la idea de que hay niños que valen menos, que no son "sus hijos".

El problema no es solo el silencio, sino la forma en que algunas iglesias se acercan al poder de turno en busca de reconocimiento político. El gobierno de derecha que actualmente dirige Ecuador ha sabido cooptar a ciertos sectores evangélicos, dándoles pequeños espacios de poder a cambio de su respaldo ideológico. Así, la retórica conservadora sobre la "ideología de género" ha servido como un mecanismo de distracción, una cortina de humo que desvía la atención de la verdadera crisis: la inseguridad, la pobreza, la desigualdad.

Al silencio de estos crímenes de Estado se contrapone los llamados contra una sentencia a favor de lo que tiende a llamarse “niñes trans”. Si bien es necesario establecer una postura de la fe desde las iglesias, era igualmente necesario hacer esto sin dejar de hacer lo otro, que en este caso nunca se hizo. No hay sendos comunicados a favor de esclarecer el crimen de Estado, no hay pancartas con el rostro de los comandantes de la fuerza pública o el mismo presidente como comandante en jefe, como sí ocurrió con las fotos de los jueces que emitieron esta sentencia. Se banaliza el mal, minimizando la muerte y extrapolando una sentencia judicial que le hace el juego al poder de turno, invisibilizando un caso que está siendo enterrado como noticia a medida que pasan los días.

Privilegio y exclusión: La lucha por la familia desde el privilegio

La supuesta batalla contra la "ideología de género" es, en muchos casos, una lucha desde el privilegio. La preocupación por la educación sexual en las escuelas y por los derechos de las personas LGBTQ+ se expresa con una intensidad que rara vez se aplica a las luchas por la educación pública de calidad, por la eliminación del racismo estructural o por la protección de la infancia en situación de calle.

Es válido tener inquietudes sobre la educación y el derecho de los padres a influir en la formación de sus hijos. Pero, desde la alteridad, preguntémonos: ¿Dónde está esa misma vehemencia cuando se trata de la educación de los niños afrodescendientes que son excluidos del sistema? ¿Dónde está la indignación ante los niños que mueren de desnutrición en las comunidades indígenas? ¿Acaso la justicia y la familia solo importan cuando las víctimas tienen determinados privilegios de clase?

La improvisación de un gobierno sin rumbo

Mientras tanto, Ecuador sigue siendo gobernado desde la improvisación. Un Estado que declara guerras contra el crimen, pero que no garantiza derechos básicos. Un presidente que, en lugar de liderar con políticas claras y estructuradas, se apoya en discursos vacíos y en guiños al conservadurismo religioso para ganar adeptos.

El gobierno, en su desesperación por ocultar su incapacidad de controlar la violencia, habla de indultar a los militares identificados en el caso de Las Malvinas antes de que una sentencia sea emitida, demostrando un nivel de cinismo y desprecio por la vida humana difícil de igualar. Un candidato presidencial que no se interesó en saber los nombres de los cuatro niños, hecho evidenciado en el pseudo debate mal planificado por los medios. Esta estrategia es una repetición de lo que Arendt llamaría la burocratización del mal: convertir a las víctimas en símbolos vacíos, sin nombres, para encubrir la responsabilidad del Estado en un caso sin precedentes en nuestra historia reciente.

Los niños en el reino de Dios: una ética que va más allá de la caridad electoral

Jesús no fue ambiguo en su enseñanza sobre la niñez: "Dejad que los niños vengan a mí, porque de ellos es el Reino de Dios" (Marcos 10:14). Pero esta declaración es más que un acto de ternura. Es una afirmación teológica y política que subraya la centralidad de los más vulnerables en la justicia divina. En la Biblia, los niños no son vistos como meros receptores de caridad, sino como sujetos activos del reino.

Si realmente creemos en esta enseñanza, debemos ir más allá de la caridad superficial que algunas iglesias practican en tiempos de campaña electoral. La entrega de víveres y juguetes en Navidad es un gesto vacío si no se acompaña de una denuncia estructural de la pobreza. La verdadera misión cristiana no se cumple con dádivas, sino con un compromiso radical con la justicia.

Una iglesia que debe despertar

El asesinato de Ismael, Josué, Nehemías, Steven y otros es una prueba para la iglesia ecuatoriana. Es una prueba de su compromiso con la justicia, de su capacidad para trascender su zona de confort y alzar la voz por aquellos que realmente necesitan protección.

Jesús no buscó alianzas con los poderosos de su tiempo. No negoció su mensaje para obtener privilegios políticos. Su compromiso fue con los más vulnerables. Hoy, en Ecuador, hay una iglesia que debe decidir si sigue callando o si finalmente escucha el clamor de los niños que son ignorados, perseguidos y asesinados.

Referencias

1. Arendt, Hannah. Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona: Lumen, 2003. Arendt explica cómo el mal puede volverse "banal" cuando las sociedades normalizan la injusticia y la violencia.
2. Butler, Judith. Marcos de guerra: Las vidas lloradas. Madrid: Paidós, 2009. Butler expone cómo ciertas vidas son sistemáticamente desvalorizadas dentro de las estructuras sociales.
3. Levinas, Emmanuel. Ética e infinito. Madrid: A. Machado Libros, 2000. Levinas destaca que el rostro del otro nos interpela, exigiendo responsabilidad y reconocimiento más allá de nuestros intereses personales.

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Sobre el autor:

Ronald Rivadeneira es Licenciado en Antropología Aplicada, Magister en Estudios Sociales con mención en Sociología, Magister es Estudios Teológicos. Es pastor Bautista desde hace 25 años, ex Decano del Seminario Bautista del Ecuador Facultad Quito. Director de Educación Teológica de la Asociación Bautista de Pichincha.

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