Con mis hijos no te metas: Valoraciones críticas de a quienes llamo "mis hijos" desde el conservadurismo social y religioso | Por Ronald Rivadeneira - El Blog de Bernabé

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jueves, 16 de enero de 2025

Con mis hijos no te metas: Valoraciones críticas de a quienes llamo "mis hijos" desde el conservadurismo social y religioso | Por Ronald Rivadeneira

La desaparición y asesinato de los niños Ismael Arroyo Bustos (15 años), Josué Arroyo Bustos (14 años), Nehemías Arboleda Portocarrero (15 años) y Steven Medina Lajones (11 años) en el barrio Las Malvinas de Guayaquil han sacudido las fibras más profundas de una sociedad acostumbrada al olvido y a la indiferencia. Aunque sus cuerpos calcinados fueron hallados cerca de la base militar de Taura, el eco de su ausencia resuena en un país con un largo historial de desapariciones forzadas y violencias sistemáticas que apuntan a los sectores más vulnerables. Este caso no es un hecho aislado: es el reflejo de una sociedad que, en su estructura, invisibiliza y deshumaniza al pobre, al afrodescendiente y al niño de los márgenes.

Una historia que se repite

Ecuador tiene una historia sombría de desapariciones forzadas, y uno de los casos más emblemáticos es el de los hermanos Restrepo. Santiago y Andrés desaparecieron en 1988, víctimas de la brutalidad policial. Su padre, Pedro Restrepo, dedicó toda su vida a buscar justicia para sus hijos y a denunciar las irregularidades de un Estado que los silenció y encubrió. Irónicamente, cuando Pedro Restrepo falleció el 24 de diciembre del 2024, su muerte pasó desapercibida para el gobierno. No hubo homenajes ni reconocimientos, solo un silencio ensordecedor que refleja cómo el sistema anula a quienes buscan justicia, especialmente si su lucha se enfrenta al poder institucional.

La desaparición de los hermanos Restrepo marcó un antes y un después en la memoria del país, pero ¿realmente aprendimos algo? Décadas después, los mismos patrones se repiten: niños desaparecidos, autoridades que encubren y minimizan, y una sociedad que perpetúa la exclusión y la xenofobia. En este contexto, las disculpas del ministro de Defensa por orden judicial, Alfredo Lofredo no son más que un recordatorio del cinismo gubernamental. Lofredo, como voz del gobierno y del presidente, emitió palabras vacías, intentando maquillar una realidad insostenible: la complicidad del Estado en la deshumanización de sus ciudadanos más vulnerables a quienes amenazo y revictimizo es su tendencioso discurso de disculpas.

Militarización y estados de excepción: soluciones fallidas

El caso de los niños de Las Malvinas se da en un contexto de extrema militarización y estados de excepción que el gobierno ha implementado para combatir la inseguridad. Sin embargo, estas medidas no han cambiado significativamente las cifras de criminalidad. Al contrario, han contribuido a una sensación de normalización de la violencia y la represión en los barrios más pobres. La militarización, lejos de proteger a los ciudadanos, ha exacerbado las desigualdades y ha convertido a los sectores marginales en zonas de guerra. Los pobres no solo son víctimas de la violencia de bandas criminales, sino también de un Estado que los ve como amenazas potenciales en lugar de ciudadanos que necesitan protección y oportunidades. Como lo señaló Judith Butler, las vidas de los pobres son percibidas como menos valiosas, como "no vidas" que no merecen el mismo nivel de indignación o acción.

La ironía de los "héroes nacionales"

Antes de que los cuerpos de los niños fueran encontrados, se hablaba desde las altas esferas del gobierno de convertirlos en “héroes nacionales” por su desaparición. Esta narrativa emitida en un primer momento por el presidente, construida de forma apresurada en el andar de una entrevista parcializada, parece indicar que el presidente y sus ministros ya sabían lo que había sucedido. ¿Cómo puede hablarse de heroísmo mientras se desmorona el compromiso básico de un Estado de proteger a sus niños?

El término "héroe nacional" en este caso no solo es irónico, sino profundamente ofensivo. En lugar de buscar justicia y asumir responsabilidades, el gobierno utilizó una narrativa conveniente para ocultar su incapacidad de garantizar seguridad y justicia. Estos niños no necesitaban ser héroes; necesitaban ser protegidos y reconocidos como ciudadanos plenos, no como símbolos manipulables en un discurso político.

El rostro del otro y la deshumanización

Emmanuel Levinas afirma que el rostro del otro nos interpela éticamente, exigiendo responsabilidad y reconocimiento. Sin embargo, en el Ecuador actual, el rostro del otro, especialmente cuando es pobre o afrodescendiente, no es visto como un llamado a la acción, sino como una carga. Judith Butler complementa esta idea al señalar que ciertas vidas son consideradas "no vidas" dentro de las estructuras sociales y económicas, lo que permite su exclusión y deshumanización.

Estos niños, como tantos otros, fueron despojados de su humanidad mucho antes de su trágico final. La pobreza, la exclusión y el racismo los convirtieron en no personas para un sistema que solo reconoce el valor de quienes pueden consumir, producir o encajar en su narrativa dominante.

Un crimen de Estado

El asesinato de Ismael, Josué, Nehemías y Steven debe ser entendido como un crimen de Estado. No porque el gobierno los haya asesinado bajo una orden directa, sino porque su negligencia, su falta de inversión en educación, su abandono de las políticas de protección infantil y su complicidad en la perpetuación de la violencia estructural los convirtieron en víctimas. La desaparición social precede siempre a la desaparición física. Estos niños no desaparecieron el día que fueron vistos por última vez en Las Malvinas; desaparecieron cuando el sistema decidió que sus vidas no eran suficientemente valiosas como para garantizarles un futuro digno.

Esperanza y lucha

En medio de esta tragedia, debemos recordar que la lucha por la justicia y la verdad es un acto de esperanza. Jesús mismo nos enseñó que cada niño tiene un valor inestimable, que el reino de los cielos pertenece a ellos, y que cualquiera que les cause daño enfrentará un juicio severo (Mateo 18:6).

La historia nos muestra que los movimientos ciudadanos tienen el poder de transformar la realidad. La memoria de Pedro Restrepo y su lucha incansable por sus hijos nos inspira a no rendirnos, a seguir exigiendo justicia para Ismael, Josué, Nehemías y Steven, y para todos los niños que han sido víctimas de la violencia y la exclusión en nuestro país.

Personas que permiten el asesinato de niños, que encubre la verdad y que revictimizan a las familias no merecen gobernar. Es nuestra responsabilidad como sociedad exigir rendición de cuentas y trabajar por un Ecuador donde todos los niños, sin importar su origen, sean reconocidos como nuestros hijos. Porque, como Levinas nos recuerda, en el rostro del otro encontramos nuestra propia humanidad, y no podemos permitirnos ignorarla.

Referencias

  • Levinas, Emmanuel. Ética e infinito. Madrid: A. Machado Libros, 2000. Levinas destaca que el rostro del otro nos interpela, exigiendo responsabilidad y reconocimiento más allá de nuestros intereses personales.
  • Butler, Judith. Marcos de guerra: Las vidas lloradas. Madrid: Paidós, 2009. Butler expone cómo ciertas vidas son sistemáticamente desvalorizadas dentro de las estructuras sociales.

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Sobre el autor:

Ronald Rivadeneira es Licenciado en Antropología Aplicada, Magister en Estudios Sociales con mención en Sociología, Magister es Estudios Teológicos. Es pastor Bautista desde hace 25 años, ex Decano del Seminario Bautista del Ecuador Facultad Quito. Director de Educación Teológica de la Asociación Bautista de Pichincha.

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