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lunes, 21 de julio de 2025

Fe, revelación y misión: Hacia una teología en clave de liberación | Por Benjamín Samayoa

A Dios es posible conocerlo a través de su revelación en la historia, es decir, por medio de la experiencia humana registrada a lo largo de la historia es posible comprender a Dios y su actuar en la vida de los hombres y las mujeres. En el cristianismo hablar de revelación divina, implica tres tipos fundamentales de revelación:

  1. La revelación de Jesús: Para las personas cristianas esta es la revelación suprema de Dios. Es Dios mismo hecho carne que camina con el ser humano.
  2. La revelación de las Escrituras: Para las personas cristianas la Biblia, como palabra de Dios, contiene descripción de la revelación de Dios en Jesucristo, pues ellas dan testimonio de Él mismo.
  3. La fe y la razón: a Dios es necesario conocerlo por medio de estos dos elementos: la razón es el elemento que nos ayuda a desarrollar reflexiones teológicas acerca de Dios.


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La teología de la liberación como discurso cristiano se fundamenta en el mensaje evangélico. Pero, a diferencia de los discursos teológicos clásicos o interpretaciones eclesiásticas tradicionales, centra su atención en la utilización equilibrada de los tres tipos de revelación anteriores, donde estas revelaciones actúan en favor del ser humano y no al contrario. De hecho, la teología latinoamericana de la liberación cuestiona lo que tradicionalmente se entiende de estos elementos. Es decir, si para el cristianismo la Biblia es palabra de Dios, ¿qué implica que lo sea?, ¿cómo la mujer y el hombre pueden entenderla como palabra de Dios?, ¿cómo el ser humano puede conocer a Dios a quien no ve y que no puede encontrar en sistemas institucionales corrompidos? La teología de la liberación busca responder estas preguntas, sobre todo, respondiendo a las necesidades contextuales del ser humano, que a consecuencia de ello puede concebir a un Dios cercano a su realidad y encarnado en su experiencia.

Es en este terreno donde los conceptos salvación-liberación se encuentran e interactúan, induciendo a una nueva comprensión de sus significados. En este sentido, defender la dignidad humana es una de las formas donde mejor se manifiesta la acción liberadora de Dios (1). La acción liberadora no permanece en el plano privado o en la interioridad de la persona, sino actúa sobre todo en la vida social y en ética de la persona cristiana, la cual debe conducir a promover la dignidad del ser humano.

Por su parte, la circularidad hermenéutica permite construir una nueva comprensión del texto bíblico en favor de la salvación, comprendida como un acto liberador de hombres y mujeres que son víctimas de sistemas de pecado. Esta comprensión de la salvación como liberación socio-económica y política se lee a lo largo de toda la Biblia, en el Pentateuco, en los profetas, en la predicación de Jesús de Nazaret y en los inicios de la historia de la iglesia. Todas las normas y leyes que se promulgaron en el pentateuco, la denuncia de los profetas, así como la exhortación de Jesús en favor de los excluidos, señalan el carácter legal que en Israel cobró el sentido de la dignidad del ser humano como propósito liberador de Dios para su pueblo (2).

Por siglos el mensaje del evangelio ha tenido un énfasis desmedido en cuestiones internas (espirituales) del ser humano, tal como el pecado y el perdón de los mismos. Pero, lo que atañe a su vida cotidiana como la pobreza, la opresión por parte del sistema o la discriminación, prácticamente no se ha tematizado en la teología, dejando en el olvido que el ser humano no es sólo espíritu o alma sino también es cuerpo y el cuerpo tiene hambre, necesita un plato de comida digno, tiene hambre de justicia y no quiere sentir el dolor que le provoca la violencia que ha recibido.

La teología latinoamericana busca al sujeto pobre y se compromete con él para liberarlo. Un ejemplo de ello su apertura para repensar y cambiar las relaciones de poder opresoras, como en el caso del patriarcado, donde las mujeres luchan por romper con su condición histórica de víctimas y replanteando su rol en la sociedad. Esto ha significado el nacimiento de una re-interpretación bíblica y de la teológica feminista, la cual tiene como principal desafío una distinta comprensión de la mujer en la sociedad, la religión y el mundo, así como una comprensión de Dios que se involucra y compromete directamente con ellas y con sus luchas de liberación (3).

El evangelio demanda un compromiso que trasciende la predicación detrás de un púlpito o la teología que se elabora en un escritorio. Demanda el compromiso de escuchar a las personas oprimidas, caminar con ellas y luchar ellas por la reivindicación de su dignidad que ha sido pisoteada por los sistemas de pecado del mundo.

Referencias:

(1) Cf. Juan José Tamayo-Acosta, Otra teología es posible. Pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo (Madrid: Herder, 2011)
(2) Cf. Tamayo-Acosta, 263.
(3) Cf. Genilma Boehler, “El origen del mundo: La Teología Feminista y la subversión de lo erótico”, Revista Espiga 13, núm. 27 (2014): 19–27.  

Sobre el autor: 

Benjamín Samayoa es mexicano, cirujano dentista y estudiante de Ciencias Teológicas en la Universidad Bíblica Latinoamericana. Su interés teológico se enfoca en explorar el diálogo entre el evangelio y la realidad latinoamericana, desde una perspectiva crítica y comprometida con los desafíos sociales y espirituales de la región.

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