Desde El Blog de Bernabé rendimos homenaje a una figura que supo abrir caminos, tender puentes y encarnar una fe cristiana al servicio de los más olvidados. Porque más allá de credos y tradiciones, Francisco ha sido, para muchos, un testimonio vivo del Evangelio en acción.
Un Papa del sur, con olor a oveja
La elección de Bergoglio en 2013 fue un giro sin precedentes en la historia de la Iglesia católica. Proveniente de Buenos Aires, hijo de inmigrantes italianos, jesuita, austero, latinoamericano. Su pontificado no solo desafió los protocolos del Vaticano, sino también los esquemas del poder religioso. Como dijo él mismo: “prefiero una Iglesia accidentada por salir a la calle que una enferma por encerrarse”.
Desde sus primeras horas como Papa, optó por gestos que hablaban más fuerte que las palabras: rechazó vivir en el Palacio Apostólico, viajó en autobús con los cardenales, y en vez de discursos rimbombantes, pidió oración en silencio.
La misericordia como columna vertebral
Su pontificado estuvo atravesado por un concepto clave: la misericordia. No como idea vaga, sino como praxis radical. El Año Jubilar de la Misericordia (2015-2016) marcó esta opción pastoral y teológica. Y su apertura de la Puerta Santa en una cárcel en 2024, en lugar de una basílica romana, sintetizó su visión: una Iglesia volcada a las periferias.
Su encíclica Laudato Si (2015), sobre el cuidado de la “casa común”, lo consolidó como el primer Papa ecologista, profético en su denuncia del sistema económico global como causa de pobreza y destrucción ambiental.
Profeta del encuentro
Francisco fue incansable constructor de puentes. Con los ortodoxos (su histórica reunión con el patriarca Kiril), con los musulmanes (el abrazo con el Gran Imán Al-Tayeb y el ayatolá Sistani), con los judíos, con otras iglesias cristianas. Con todos.
El diálogo interreligioso no fue una estrategia diplomática sino una urgencia del Evangelio. En un mundo fracturado por el odio, él insistió en la fraternidad como camino: “Fratelli tutti”, su tercera encíclica, fue su manifiesto para una humanidad reconciliada.
La revolución de la ternura
En Francisco hubo gestos que no caben en categorías políticas ni teológicas convencionales. Besar los pies de líderes en conflicto en Sudán del Sur. Lavar los pies de migrantes, presos, mujeres musulmanas. Caminar solo bajo la lluvia en una Plaza de San Pedro vacía durante la pandemia, levantando una oración que estremeció al mundo entero.
“La ternura no es debilidad, es fortaleza. Ternura es usar nuestros ojos para ver al otro”, decía. Y ese fue su mayor escándalo: elegir la ternura como camino teológico.
Reformador sin ruptura
Sus reformas internas fueron profundas, aunque a veces lentas o cuestionadas. Impulsó mayor transparencia en las finanzas vaticanas, una reforma de la Curia, y medidas inéditas para enfrentar los abusos sexuales dentro de la Iglesia, incluyendo la expulsión de cardenales implicados. Aunque no pudo erradicar del todo “la cultura del encubrimiento”, como él mismo la llamó, avanzó con pasos firmes en medio de resistencias internas.
También abrió caminos en la inclusión: apoyó la bendición a parejas del mismo sexo, defendió la comunión para personas divorciadas, y designó mujeres en altos cargos vaticanos, como prefectas y gobernadoras.
Pero nunca rompió con la doctrina en asuntos como el aborto o el celibato. Quiso evitar un cisma, y tal vez, como dijo alguien, sembró más que cosechó.
Un Papa que amó a los evangélicos… desde la autenticidad
Francisco tuvo una relación cercana con muchos líderes evangélicos, a quienes no vio como rivales, sino como hermanos. Fue criticado por ello desde sectores conservadores, pero no dejó de tender la mano. Reconoció errores del pasado, pidió perdón por la violencia religiosa, y apostó por una “unidad reconciliada en la diversidad”.
Para quienes somos parte de El Blog de Bernabé, su testimonio representa un cristianismo que dialoga, que sirve, que encarna el Reino. Nos desafió como evangélicos a revisar nuestro modo de vivir la fe. Nos mostró que el Evangelio no se defiende gritando desde las alturas, sino sirviendo desde abajo.
Su último aliento
Tras meses de salud frágil y una Pascua marcada por el silencio y la debilidad física, Francisco partió al encuentro del Padre el 21 de abril de 2025. Murió como vivió: con sencillez. Dejó instrucciones para evitar un funeral pomposo y pidió ser sepultado no en San Pedro, sino en Santa María la Mayor, donde tantas veces rezó por el mundo.
Hoy la Iglesia universal llora su partida, pero celebra su legado.
Un pastor para este siglo
Francisco no fue perfecto. Pero fue un pastor. En un siglo de líderes vacíos, fue voz ética y alma profética. Nos recordó que el cristianismo es más creíble cuando abraza al pobre, escucha al otro, y se inclina para lavar los pies.
En su memoria, seguimos creyendo en una Iglesia de puertas abiertas, una fe encarnada y una esperanza que se atreve a tocar el barro del mundo.
Descansa en paz, Francisco de los gestos, de los márgenes, del Evangelio. Sobre el autor:
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