Seúl, 22 de septiembre de 2024
Michael Oh, Director Ejecutivo Global del Movimiento de Lausana. FOTO: Lausanne Movement |
Este 21 de septiembre, tras más de 23 horas de vuelo y una escala en Estambul, llegué a Seúl, Corea, para participar en el IV Congreso del Movimiento Lausana. Representando a World Vision, me uno a líderes cristianos de todo el mundo en este evento que marca medio siglo desde el primer congreso celebrado en Lausana en 1974, seguido por Manila en 1989 y Ciudad del Cabo en 2010. Es un momento importante para reflexionar sobre el pasado y mirar hacia el futuro de la misión evangélica global.
Ayer me preguntaron cuáles eran mis expectativas para esta edición. Hoy me levanté pensando si todavía podemos esperar algo significativo del movimiento evangélico global. No dudo del poder del Evangelio ni de la fe del pueblo de Dios, pero las alianzas políticas, las ambiciones de poder y la obsesión por el crecimiento numérico han desgastado la integridad del testimonio evangélico. La misión a veces ha sido reducida a una mera campaña proselitista, perdiendo su esencia profética y transformadora.
A pesar de esto, la esperanza sigue presente. La esperanza es terca. Es esa esperanza la que me mantiene aquí, creyendo que, aunque imperfecta, la iglesia puede y debe ser un agente de transformación. Nos reunimos esta vez bajo el lema: Que la iglesia proclame y exhiba a Cristo juntos, una frase que resuena profundamente en el corazón de este encuentro. No solo debemos proclamar a Cristo con nuestras palabras, sino también exhibirlo en nuestras acciones, en nuestra vida comunitaria, y hacerlo en unidad.
Ayer me preguntaron cuáles eran mis expectativas para esta edición. Hoy me levanté pensando si todavía podemos esperar algo significativo del movimiento evangélico global. No dudo del poder del Evangelio ni de la fe del pueblo de Dios, pero las alianzas políticas, las ambiciones de poder y la obsesión por el crecimiento numérico han desgastado la integridad del testimonio evangélico. La misión a veces ha sido reducida a una mera campaña proselitista, perdiendo su esencia profética y transformadora.
A pesar de esto, la esperanza sigue presente. La esperanza es terca. Es esa esperanza la que me mantiene aquí, creyendo que, aunque imperfecta, la iglesia puede y debe ser un agente de transformación. Nos reunimos esta vez bajo el lema: Que la iglesia proclame y exhiba a Cristo juntos, una frase que resuena profundamente en el corazón de este encuentro. No solo debemos proclamar a Cristo con nuestras palabras, sino también exhibirlo en nuestras acciones, en nuestra vida comunitaria, y hacerlo en unidad.
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Al entrar al Centro de Convenciones en Incheon, la hospitalidad coreana es palpable. Un “comité de sonrisas” nos recibe en la puerta, haciendo que, a pesar de estar a más de 22 horas de vuelo de casa, nos sintamos acogidos. La organización y la logística del evento son impecables, reflejando la precisión y el cuidado por los detalles que caracteriza a la cultura coreana.
Y así, llegó la hora esperada. A las 18:00 horas de Corea, en un auditorio abarrotado de participantes de todos los continentes, comenzamos el congreso con cánticos de alabanza dirigidos por músicos locales. El alcalde de Incheon nos dio la bienvenida, presentando su ciudad como la cuna del cristianismo en Corea del Sur y un símbolo de libertad. A continuación, un majestuoso coro de más de 50 voces, acompañado por una orquesta sinfónica, nos estremeció con la interpretación del clásico himno “Cuán grande es Él”.
El Rev. Jason Lee, presidente de la Junta Directiva de Lausana, tomó la palabra con un mensaje breve pero poderoso. Subrayó que esta conferencia tiene lugar en un contexto nunca antes visto. En primer lugar, es la primera hiperconectada, en una era dominada por la cuarta revolución tecnológica. En segundo lugar, el eje misionero mundial ha cambiado drásticamente del Norte al Sur, con iglesias en Asia, África y América Latina tomando un rol cada vez más protagónico. Finalmente, destacó que nos encontramos en una era donde múltiples generaciones digitales —baby boomers, millennials y otras— deben unirse para proclamar la verdad del Evangelio. La unidad en la misión es más necesaria que nunca.
El mensaje principal de la noche estuvo a cargo de Michael Oh, secretario ejecutivo del Movimiento Lausana. Nos llamó a ser una iglesia humilde, una iglesia que no solo proclame a Cristo con palabras, sino que lo exhiba en su vida, como testimonio viviente de su amor. En tiempos de secularización creciente, Oh nos desafió a ser una iglesia efectiva, dispuesta a adaptarse a los nuevos desafíos, pero sin perder su esencia y su compromiso con el Evangelio.
Nos despedimos alrededor de las 8:30 pm, sabiendo que lo que viene será una semana intensa de reflexión y discernimiento. Este congreso servirá como catalizador para avanzar en la cuádruple visión del Movimiento: llevar el Evangelio a cada persona, formar iglesias discipuladoras en cada pueblo y lugar, desarrollar líderes como Cristo en cada sector, e influenciar cada esfera de la sociedad con los principios del Reino.
Catorce años después de Ciudad del Cabo, sigo teniendo esperanza. Porque como dice Jeremías 29:11: “Yo sé los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. Este congreso en Seúl es, sin duda, un espacio para escuchar, pausar y reflexionar. La iglesia está llamada no solo a proclamar a Cristo, sino a exhibirlo con cada acción, en cada palabra, en cada gesto. La jornada apenas comienza.
Al entrar al Centro de Convenciones en Incheon, la hospitalidad coreana es palpable. Un “comité de sonrisas” nos recibe en la puerta, haciendo que, a pesar de estar a más de 22 horas de vuelo de casa, nos sintamos acogidos. La organización y la logística del evento son impecables, reflejando la precisión y el cuidado por los detalles que caracteriza a la cultura coreana.
Y así, llegó la hora esperada. A las 18:00 horas de Corea, en un auditorio abarrotado de participantes de todos los continentes, comenzamos el congreso con cánticos de alabanza dirigidos por músicos locales. El alcalde de Incheon nos dio la bienvenida, presentando su ciudad como la cuna del cristianismo en Corea del Sur y un símbolo de libertad. A continuación, un majestuoso coro de más de 50 voces, acompañado por una orquesta sinfónica, nos estremeció con la interpretación del clásico himno “Cuán grande es Él”.
El Rev. Jason Lee, presidente de la Junta Directiva de Lausana, tomó la palabra con un mensaje breve pero poderoso. Subrayó que esta conferencia tiene lugar en un contexto nunca antes visto. En primer lugar, es la primera hiperconectada, en una era dominada por la cuarta revolución tecnológica. En segundo lugar, el eje misionero mundial ha cambiado drásticamente del Norte al Sur, con iglesias en Asia, África y América Latina tomando un rol cada vez más protagónico. Finalmente, destacó que nos encontramos en una era donde múltiples generaciones digitales —baby boomers, millennials y otras— deben unirse para proclamar la verdad del Evangelio. La unidad en la misión es más necesaria que nunca.
El mensaje principal de la noche estuvo a cargo de Michael Oh, secretario ejecutivo del Movimiento Lausana. Nos llamó a ser una iglesia humilde, una iglesia que no solo proclame a Cristo con palabras, sino que lo exhiba en su vida, como testimonio viviente de su amor. En tiempos de secularización creciente, Oh nos desafió a ser una iglesia efectiva, dispuesta a adaptarse a los nuevos desafíos, pero sin perder su esencia y su compromiso con el Evangelio.
Nos despedimos alrededor de las 8:30 pm, sabiendo que lo que viene será una semana intensa de reflexión y discernimiento. Este congreso servirá como catalizador para avanzar en la cuádruple visión del Movimiento: llevar el Evangelio a cada persona, formar iglesias discipuladoras en cada pueblo y lugar, desarrollar líderes como Cristo en cada sector, e influenciar cada esfera de la sociedad con los principios del Reino.
Catorce años después de Ciudad del Cabo, sigo teniendo esperanza. Porque como dice Jeremías 29:11: “Yo sé los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. Este congreso en Seúl es, sin duda, un espacio para escuchar, pausar y reflexionar. La iglesia está llamada no solo a proclamar a Cristo, sino a exhibirlo con cada acción, en cada palabra, en cada gesto. La jornada apenas comienza.
Lee todas las crónicas de Lausana 4:
- Catorce años después de Ciudad del Cabo - IV Congreso de Lausana, en Seúl, Corea
- El aire fresco de Seúl y el Espíritu que reanima
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- Entre la persecución y la predilección
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- Ecos de fe y voces nuevas
Sobre el autor:
El pastor y teólogo Harold Segura es colombiano, radicado en Costa Rica. Director de Fe y Desarrollo de World Vision en América Latina y El Caribe y autor de varios libros. Anteriormente fue Rector del Seminario Teológico Bautista Internacional de Colombia.
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