Uno puede palpar el dolor y sufrimiento del profeta y de otros israelitas viendo la destrucción del templo y Jerusalén.
El libro de Lamentaciones tiene como posible autor a Jeremías, y quizá por esto se lo conoce a este siervo de Dios como el profeta llorón.
El contexto es la cautividad de Israel (tribus de Judá o tribus del sur) a Babilonia; aunque Jeremías no fue llevado al cautiverio, y vivió un tiempo en Israel y luego se trasladó a Egipto.
Después que Judá fue llevado a la cautividad y Jerusalén quedó desierta, Jeremías estaba sentado llorando, y compuso un poema de lamento sobre Jerusalén, suspirando con amargura de ánimo y dando alaridos.
En primer lugar, es bueno señalar que el llanto y la lamentación son manifestaciones de la comunicación humana. Uno puede leer el texto, y palpar gráficamente el dolor y sufrimiento del profeta y también el de otros Israelitas, viendo la destrucción del templo y de Jerusalén. Obviamente en este caso Dios era el receptor, y el escritor va narrando sus lamentos, su amargura, por el triunfo de los enemigos del pueblo.
Sabemos por el libro anterior (Jeremías), que el pueblo había sido advertido sobre lo que ocurriría, pero ellos ignoraron y desecharon el mensaje de Dios. Además de que todo quedó destruido, solo permaneció un puñado de gente pobre e indigente en Jerusalén. También el autor se lamenta de los burladores que pasaban riéndose sarcásticamente de la desgracia de Israel.
A pesar de todo, el autor reconoce que todo esto fue la voluntad de Dios (la ira de Dios), ante un pueblo rebelde. No estoy seguro si la ira de Dios se asemeja a la ira del ser humano, pero esta palabra es la que utiliza el autor (ver todo el cap. 2 y parte del 3).
Es interesante ver que Jeremías redactó un acróstico. Casi cada párrafo comienza con una letra del alfabeto hebreo diferente, lo que hace del libro una obra de literatura impresionante.
Nuestro mundo está lleno de «desastres» en la actualidad. Si bien nuestros desastres no se parecen en nada al que dejaron como legado «aquel desastre», fue el legado de los últimos reyes de Judá, pero el puntapié final lo dio el rey de Babilonia Nabucodonosor… Jerusalén quedó como un «castillo de naipes» tirado por el suelo.
Aunque el libro en sí no inspira a la adoración al Señor, (no estoy seguro cuántos himnos se inspiraron en este libro), el autor termina diciendo:
Pero tú, Señor, reinas por siempre; tu trono permanece eternamente. ¿Por qué siempre nos olvidas? ¿Por qué nos abandonas tanto tiempo? Permítenos volver a ti, Señor, y volveremos; devuélvenos la gloria de antaño (renueva nuestros días como antes). La verdad es que nos has rechazado y te has excedido en tu enojo contra nosotros. (5. 19-22).
Nosotros, cuando estamos en medio del dolor, o de la desesperación, por el presente o por el temor a un futuro tenebroso, podemos estar seguros como el profeta, de que el Señor es el Rey y reinará para siempre.
Puede que las circunstancias no sean las mejores, pero pareciera decirnos el autor de Lamentaciones, que tenemos la posibilidad de expresar nuestro dolor ante Dios. Comunicarnos con Dios y contarle nuestras penas y tristezas no es pecado.
Recuerdo una iglesia de origen brasilero que había en el barrio donde estuve viviendo algún tiempo. Solía escuchar su hermosa música con instrumentos de viento, y no me aguanté las ganas y fui a presenciar una de sus reuniones. Me asombró de sobremanera que después de tan buena música, iban pasando al frente una fila de como 10 mujeres, con un velo puesto sobre la cabeza. Durante el culto los hombres se sentaban del lado derecho del pasillo y todas las mujeres del lado izquierdo; y esas mujeres que pasaron al frente hablaron más o menos dos o tres minutos cada una. No entendí mucho de su portugués atravesado, pero lo que me asombró de sobremanera es que cada una de ellas no paraba un segundo de llorar. Salí de allí con la pregunta si qué había pasado para que esas mujeres lloraran tanto. Después me enteré de que todas las reuniones de esa iglesia eran así.
Pensé, «que tremendamente pecadores se sentirían esas mujeres para hacer tremendo llanterío»; pero luego me di cuenta de que era solo un ritual religioso.
Al ver la TV cristiana veo a algunos predicadores que pasan llorando. Uno de mis amigos me dijo una vez: «Cuando vayas a escuchar al pastor… tenés que llevar una palangana, para juntar tus lágrimas». ¡Pero qué estupidez!
A lo que voy es a lo siguiente… Dios ve y ama a las personas con corazón adolorido y triste; pero tampoco la pavada. Ya lo dijo el rey sabio; «hay tiempo para todo; tiempo para reír y tiempo para llorar».
Mi consejo es el siguiente: Puedes llorar el Viernes de Dolores, pero debes celebrar con gran alegría el Domingo de Resurrección. 70 años después del llanto de Jeremías, vino el gozo y la alegría del retorno del exilio.
Cuéntale a Dios tu dolor, pero mantén la paz de tu alma, sabiendo que ya llega la alegría.
No se olviden de subrayar los actos de comunicación de Lamentaciones, y la semana que viene nos encontramos para analizar el libro del profeta Ezequiel. ¡Muchas bendiciones!
Para estudio complementario:
Estudio Inductivo de Lamentaciones
Comentario de Lamentaciones
Resumen de Lamentaciones: un panorama completo animado (video)
Sobre el autor:
Wolfgang A. Streich es paraguayo, y está casado con Ruth. Tiene un bachiller en Teología y una Lic. en periodismo. Es miembro de la iglesia menonita Concordia y coordinador de Anabautista Digital 500 y corresponsal de Anabaptist World. Dirige también la página Buenas Noticias Ilimitadas.
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