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miércoles, 21 de febrero de 2018

Misericordia quiero, y no sacrificio (Oseas 6:6-7)

Por Hemir Ochoa, Chile

Imagen: Pixabay
Si definimos la justicia como la norma relacional de la sana convivencia social, primero entre las personas, y luego entre Dios y su creación, de la Biblia podemos extraer un escalamiento en 3 partes o estaciones, las cuales nos mostrarán que hablar de “justicia” desde las sagradas escrituras, nunca es singular, sino que siempre es plural, nunca es horizontal, sino vertical, y siempre nos muestra por qué el Dios revelado en Jesús es superior a una divinidad que exige el pago a costa de la vida.

1. Justicia Retributiva.

Esta justicia es la más básica de todas, la del “ojo por ojo”, es decir, cada uno paga según el daño causado. Esta es la justicia que mantiene de alguna forma el orden social. Quien se sale de esta norma debe pagar, ya sea primero a la sociedad, y luego a la divinidad. Es una justicia que es natural a la conformación de las sociedades, cualquiera. Por eso está presente en el Código de Hamurabi, o los decretos comerciales de Sumer, o en la bajada al inframundo de los egipcios, donde Osiris-Anubis pesa el corazón del muerto junto a una pluma para saber si su acciones son merecedoras del cielo o de la condenación. Perfeccionada por los grego-romanos y actualizada constantemente, aunque siempre esencialmente es la misma. El que comete una falta, ya sea al hombre o a su dios, debe pagar. Es la justicia que está presente en el Pentateuco, y que permite la conformación religiosa y nacional de Israel. Y si bien es una justicia que “mantiene cierto orden”, no es perfecta, porque esencialmente no acaba con el mal, simplemente lo encapsula, lo aparta de los demás, pero no es una justicia restaurativa. De ahí que mucha de la creencia en el infierno basada en este tipo de justicia retributiva, no tiene mucho sentido, porque en el fondo el infierno sería el lugar de los que no pudieron ser restaurados, de los que tienen que “pagar”. En este sentido el infierno sería el fracaso de la bondad, el apartar a los otros porque no pudieron ser convocados hacia la luz.

2. Justicia Distributiva.

Esta justicia es más elevada que la anterior, y se basa en que las relaciones sociales y de, ser humano-dios, alcanzan niveles de sanidad mucho mayores que en la justicia retributiva. Aquí están por ejemplo los textos de Jesús, “si alguien te pide tu capa dásela, o si alguien te pide que lo ayudes una milla acompáñalo dos”, o la imagen de la iglesia primitiva que vendía sus cosas para ponerla al servicio de los demás, o si vas a cosechar tu viña no saques todos los frutos, sino que deja para quienes no tienen, o incluso la ley del Shmitá, que la tierra descanse luego de 6 años de productividad. Este tipo de relación hombre-hombre /hombre-naturaleza/hombre-dios mejora la humanidad, nos hace más sabios, menos egoístas, y con un mayor sentido de tribalidad, nos cuidamos todos, más allá de nuestros bienes personales. Es la justicia que sana, que restaura, porque Dios no da a cada uno lo que se merece, sino que él mismo se muestra como uno de nosotros, y nos muestra desde su ejemplo, como podemos mejorar. Es la justicia de la Novela “Los Miserables”de Victor Hugo, aquella que emociona, y que nos eleva como especie.

3. Justicia Jésed.

Jésed es una palabra hebrea que quiere decir “misericordia”, y es el acto más elevado de “pago”, porque literalmente lo “anula” y sin letra chica, en esta dimensión de piedad, no hay nada que pagar, simplemente nos entregamos a la luz, la bondad y la piedad de Dios, y de los demás, es nuestra rendición incondicional al amor. Es la dimensión del perdón sanador, como dice al Padre Nuestro “perdona nuestras ofensas (deudas), como personamos a los que nos ofenden”. Aquí no hay infierno, ni castigo, ni pago, ni retribución, aquí está Dios o el humano viendo el “cuadro completo”, aquel que nadie más ve y que siempre explica por qué actuamos como actuamos. Aquí la empatía solo puede producir la restauración total, es en palabras de Jesús, “70 veces 7”, o en palabras del salmista. “ki leolám jasdó”, “porque para siempre es su misericordia”.

Esta justicia es la que restaura el universo, la Iglesia, las familias, los matrimonios, no es divina en sentido que solo Dios la puede hacer, es parte de nuestra propia constitución espiritual, solo debemos encontrarla. Y esta justicia al final de los tiempos restaurará todas las cosas, todas las personas, toda la vida.

En este sentido, Jesús no vino a “pagar”, porque en este nivel de justicia, ya no hay pago, sino que vino a “mostrar”, cómo es posible amar hasta las últimas consecuencias, hasta que punto Dios es capaz de enseñarnos qué es el amor y la misericordia. Como todo el ministerio de Jesús, su muerte es pedagogía, no sentencia.

Sobre el autor:

Hemir Ochoa es pastor de la Iglesia Luterana de Valdivia, en Chile. Estudió en el Seminario Teológico Bautista de Santiago, el Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Chile y en el Seminario Evangélico Unido de Teología de España. Es director de la Academia de Hebreo Bíblico www.hebreobiblico.com





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