Miguel Angel: Más que mortal, divino | Por Víctor Rey - El Blog de Bernabé

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sábado, 24 de junio de 2017

Miguel Angel: Más que mortal, divino | Por Víctor Rey

Miguel Angel Buonarroti 
Según la Biblia el talento es un regalo de Dios. Para Michelangelo Buonarroti, más conocido como Miguel Angel, su genialidad provenía realmente de lo alto. Nacido en el pequeño poblado de Caprese en 1475, tuvo como nodriza a la esposa de un tallista de piedra. Su niñez la pasó en Florencia, cuna de la cultura del Renacimiento, y aunque durante los años escolares se dedicó al dibujo, sin duda influenciado por haber dado sus primeros pasos en ese ambiente, poco a poco descubrió que su verdadera pasión era la escultura.

Su padre, Ludovico Buonarroti, oficial al servicio de la familia Medici, lo colocó en el taller de Domenico Ghirlandaio. Luego, el aprendiz pasó a ser alumno de Di Bertoldo, discípulo de Donatello. Su vida en Florencia transcurrió en medio de los más selectos grupos de artistas, participando en reuniones y tertulias organizadas por "Lorenzo, El Magnífico" en el palacio de los Medici, donde conoció a los mayores pensadores, humanistas y poetas de su época.

Este ambiente lo estimuló notablemente, y a los 16 años ya había realizado esculturas en relieve, como "Combate de los centauros y los lapitas".

Su mecenas, Lorenzo el Magnífico, murió en 1492 y dos años después el artistas abandonó Florencia, justo en el momento que los Medici eran expulsados por Carlos VIII. Durante una temporada estuvo en Bolonia, donde esculpió para la Iglesia de San Domenico, y luego viajó a Roma para estudiar y examinar de cerca ruinas y estatuas de la antigüedad clásica.

Su trabajo se volvió más creativo e interesante. Realizó su primera escultura a gran escala, "Baco", uno de las pocas dedicadas a un tema pagano. También de esa época es la "Piedad", una de sus obras más famosas que aún se conserva en su emplazamiento original en San Pedro, del Vaticano. Miguel Angel aún no cumplía los 25 años cuando concluyó esta majestuosa obra de mármol que muestra a una juvenil virgen María sosteniendo a Cristo muerto en su regazo.

Tiempo después regresó a Florencia y se dio inicio a una de las etapas más importante en el trabajo del artista cuando crea la escultura del "David". Durante 4 años se dedicó a darle vida a la imponente figura de más de 4 metros de alto. El héroe del Antiguo Testamento es representado desnudo y musculoso. Su intensa expresión, llena de sentimiento, era el sello distintivo del maestro. Concebía a las figuras como seres atrapados en el mármol, que al ser tallados liberaban sus formas. El "David" se convirtió en símbolo de Florencia y fue colocado frente al ayuntamiento de la ciudad hasta 1910, cuando fue llevado a la Academia y reemplazado por una copia.

Claro que la genialidad de Miguel Angel iba a la par con su carácter: Duro, de trato difícil, sus parientes y amigos debían tratarle con cuidado para no irritarlo. De estatura media, ancho de espaldas, ligero en sus movimientos, tenía los ojos claros y la nariz aplastada por un puñetazo recibido en su juventud.

Pese a su dureza, los biógrafos de la época aseguran que también tuvo corazón. Su único amor conocido fue Vittoria Colonna, viuda del marqués de Pescara. Su romance, aunque platónico, quedó plasmado en decenas de cartas y dejó al artista sumido en una profunda desesperanza cuando ella murió en 1547.

Miguel Angel consideraba la pintura como un arte menor, no comparable con la escultura.

Grande fue su conflicto, entonces, cuando en 1505 el Papa Julio II le encomendó la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina en Roma. Pese a sus reparos inició la titánica tarea de cubrir mil metros cuadrados con más de 300 figuras. Entre 1508 y 1512 el artista se dedicó a pintar sus más fervientes fantasías sobre lo humano y lo divino. Acostado sobre un andamio, a gran altura, de sus manos nacieron nueve escenas del Libro del Génesis: "La Separación de la luz y las tinieblas", "Creación del Sol y la Luna", "Creación de los árboles y las plantas", "Creación de Adán", "Creación de Eva", "El pecado original", "El sacrificio de Noé", "El Diluvio Universal" y la "Embriaguez de Noé". Pese a la grandeza de su obra en una de sus cartas confesó: "Esto no es mi profesión. Pierdo el tiempo sin resultado alguno. Que Dios me ayude".

Con anterioridad a este trabajo el Papa Julio II le había encargado a Miguel Angel la construcción de una grandiosa tumba, con más de 40 figuras en mármol. Pensada en un comienzo para emplazarse en la Basílica de San Pedro, entonces en construcción, se dejó a medio terminar por falta de dinero. Luego de terminar la Capilla Sixtina, Miguel Angel retomó la construcción de la tumba, a menor escala.

Pese a este proyecto, su trabajo como arquitecto no comenzó realmente hasta 1519, cuando diseño la fachada, no realizada, de la Iglesia de San Lorenzo en Florencia, ciudad a la que regresó tras su estadía en Roma. Durante la década de 1520 diseñó la Biblioteca Laurenciana y emprendió la tarea entre 1519 y 1534, de hacer las tumbas de los Medici. Puso en esta obra todo su corazón, a tal punto que la hermosas esculturas que adornan los sepulcros llevan sonetos escritos por él.

Después de terminada, dicen los historiadores que el espíritu de Miguel Angel se volvió más atormentado por el hecho de enfrentarse a nuevos encargos. Uno de ellos fue volver a Roma para hacer el fresco del "Juicio Final", que decoraría la pared del altar de la Capilla Sixtina. Se dedicó a esta labor entre 1536 y 1541, hasta entregar su trabajo, donde se ve a Cristo rodeado de las almas en salvación y de aquellas que descienden al infierno. Casi 20 años después, el Papa Paulo VI ordenó al artista Daniele de Volterra pintar paños sobre las partes púdicas de los cuerpos.

Debido a los daños causados por el tiempo, a finales de la década de 1970 comenzaron los trabajos de restauración de los frescos. Con modernas técnicas se logró rescatar los colores originales de las pinturas. También se despintaron los paños que cubrían los cuerpos y sólo se conservaron aquellos que cubrían partes que fueron borradas. Fueron 13 años de trabajo y más de 11 millones de dólares que dejaron al descubierto la maravilla de la obra, el día de Pascua de 1994.

Tras largos años dedicado a la pintura, el maestro decidió dar rienda suelta a sus intereses arquitectónicos. Entre 1538 y 1539 comenzó la remodelación de los edificios en torno a la Plaza del capitolio, corazón político y social de Roma. En torno a ella dispuso el palacio de los Conservadores, el Museo Capitolio y el Palacio del senado, dando al conjunto una hermosa uniformidad constructiva.

Trabajó fervorosamente hasta su última hora. Después de sufrir una alta fiebre por tres días, Miguel Angel murió a los 89 años de edad. Su cuerpo fue trasladado a Florencia, donde había pedido ser enterrado. Le vistieron para su gran viaje con una mortaja en damasco, botas con espuelas y sombrero de fieltro.

Sobre el autor:
Víctor Rey es chileno, radicado en Ecuador. Coordinador de Relaciones Inter institucionales de la Fundación Nueva Vida en Quito. Egresado del Seminario Teológico Bautista de Santiago de Chile, posteriormente se recibió de Profesor de Filosofía en la Universidad de Concepción. En 1989 obtuvo la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Alberto Hurtado (ILADES), Chile, y en 1993 el Master en Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.



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