La Parábola del Sembrador y el Discipulado Cristiano: las tentaciones y circunstancias de la vida y el crecimiento espiritual | Por Osías Segura - El Blog de Bernabé

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martes, 28 de febrero de 2017

La Parábola del Sembrador y el Discipulado Cristiano: las tentaciones y circunstancias de la vida y el crecimiento espiritual | Por Osías Segura

Imagen: Pixabay
Hay discípulos que en su caminar enfrentan fuertes tentaciones y abandonan la fe; unos son perezosos y no quieren ser discipulados, otros ante una aflicción abandonan su fe, otros creen pero no dan fruto pues aman las riquezas, pero hay algunos que permanecen fieles dan fruto. No necesariamente hablamos de malas personas, sino que tal vez requieren de un cuidado pastoral muy personal para ayudarles a crecer en su fe. Algunos necesitarán mas exhortación y reprensión, y otros hasta terapia sicológica.

Hay una parábola de Cristo mismo enseño y es una gran ilustración para subrayar que en un programa de discipulado no todas las personas crecen igualmente. Programas de discipulado que enfocan el aspecto de aprendizaje tienen sus debilidades. No todos aprenden igualmente, no todos sus participantes crecen igual con el progreso del currículo. En el discipulado no todo debe ser cognitivo, debemos explorar la parte afectiva. En el discipulado hay que proveer la oportunidad para que la persona medite en su fe. Por ello Wesley diseño las Reglas Generales para reflexionar en ellas en las Reuniones de Clase. Es decir, debemos darle la oportunidad al creyente de reflexionar en su vida diaria para hacer el bien, no hacer el mal, y convivir con otros creyentes en la fe.

A la Parábola del Sembrador (Mateo 13:1-9, 18-23) yo le cambiaría el nombre, le llamaría las “tentaciones de la vida”. Para no reproducir el texto aquí, y para motivarle a buscarlo en su Biblia, quiero mostrar una imagen que me ayude a comunicar mi intención para esta enseñanza.



Tentaciones de la vida
No entiende la Palabra (vv.18-19) 
Aflicción, persecución (vv. 20-21) 
Riquezas (v. 22) 
Da mucho fruto (v. 23) 

Jesús inicia su enseñanza con un sembrador que sale a regar la semilla. La semilla es de la misma calidad, y esta cae en suelos diferentes. Luego, Jesús interpreta su parábola explicando que Dios el sembrador que distribuye su semilla (i.e., el Evangelio), cayendo esta en los diferentes tipos de corazón, es decir, diferentes tipos de personas. Fijemonos en algo importante, la parábola no habla de los que rechazan la semilla, sino los que la aceptan. Ahora, algo sucede a los que aceptan la semilla, y esto es clave para entender por que deberíamos llamar esta parábola “las tentaciones de la vida”.

La primer semilla (vv.18-19) que cae en el camino es arrebatada por el Diablo, pero la persona no es víctima de ello. Lo que sucede es que la persona no quiere entender la Palabra, lo que significa el evangelio del Reino. Tal vez se refiere a la persona perezosa, que no quiere estudiar la Palabra en la comunidad de creyentes. Tal vez se refiera a la persona que no quiere ser discipulada, que no quiere desarrollar la disciplina de lo que implica vivir el Evangelio.

La segunda semilla (vv. 20-21) cae en el terreno rocoso y esta no echa raíz. Se trata de la persona que gozosa recibe el Evangelio, pero ante la aflicción y la persecución deja de vivirlo. Tal vez se trate de una persona que a pesar de sus muchos problemas y rechazos en el hogar no quizo desarrollar la disciplina de una vida devocional y comunal con Dios junto a otros creyentes. Tal vez se trate de una persona que asistía a una congregación que solo ofrecía cultos, y no oportunidades para crecer espiritualmente (i.e., como grupos pequeños); tal vez era una persona que necesitaba mucho cuidado pastoral y no lo recibió. Lo triste de la historia es que la persona abandona la fe en Cristo, pues no pudo continuar.

La tercera semilla (v. 22) cae entre espinos y estos la ahogan. Se trata de la persona “que se interesa demasiado por las cosas del mundo y se deleita en la riquezas o en poseer bienes”. Este problema no solo ataca a los ricos, sino también ataca a aquellos que aun siendo pobres tienen avaricia y desean poseer mas. Tal vez se trate de una persona que esta siendo motivada por una iglesia que promueve la avaricia, o creció en una familia que le empujaba a trabajar duro para acumular riquezas, o se trata de una persona que vive de las apariencias. Lo triste de la historia es que la persona no rechaza el Evangelio, continua su vida en la iglesia, pero es una persona que no da frutos; su vida no demuestra los valores del Evangelio.

La ultima semilla (v.23) da mucho fruto al caer en buen suelo. La persona escucha la Palabra, la entiende, y da fruto en gran cantidad. Esta es la persona que desarrolla una vida personal de devoción y compasión, y una vida comunal de justicia y celebración. Es una persona que tuvo la oportunidad, y la aprovecho, de crecer en la fe junto a otros creyentes.

Lo que podemos notar de estas personas que reciben el Evangelio es que son confrontadas con tentaciones o circunstancias de la vida. Uno no quiere entender la Palabra, a otro las aflicciones lo desaniman, y a otro la avaricia lo ahoga y no le permite crecer. Lo interesante cuando leemos el verso 23 es que el autor de la historia parece explicar que el que da mucho fruto lo hace perseverando las mismas dificultades de los anteriores. Este es el que “oye y entiende la palabra” (vv.18-19) algo que el del suelo del camino no hizo, y da fruto (vv. 20-22) algo que el del suelo rocoso y el del suelo de espinos no dieron.

Las tentaciones de la vida en si no son malas, el problema esta en como reaccionamos ante estas. Las tentaciones surgen ante nuestras debilidades, y nos dan la oportunidad de probar la madurez de nuestro carácter. Si estamos débiles, vamos a caer en ellas, pero si hemos reflexionado en ellas y buscamos fortalecernos en devoción y celebración vamos a poder estar firmes y resistir la tentación. La clave esta en disponer de un discipulado que nos permita reflexionar en ellas para disponerlas como oportunidad para crecer y madurar. Veamos la siguiente imagen para entender como funciona la tentación:
En el discipulado permitimos que el Espíritu vaya moldeando en nosotros la imagen de Cristo. Esta imagen de Cristo es la que trae el carácter al creyente. De la reflexión ante las experiencias de la vida es como crecemos espiritualmente. Cada vez que nuestro carácter es probado, debemos aprender de esa experiencia, para crecer espiritualmente para no volver a caer en ellas. Pues si pecamos al caer en la tentación encontramos por medio del arrepentimiento perdón en el cuerpo de Cristo y en Cristo mismo. Juan Wesley sabia de esto. Sabia que todos, como seres humanos que somos, podemos pecar y que la gracia esta disponible. La clave de la santificación o perfección cristiana esta que el creyente en su crecimiento espiritual pueda aprender de sus experiencias de la vida e ir madurando conociéndose así mismo, y conociendo a Dios. Por ello, es que entendemos el discipulado como un proceso de crecimiento, pues en la vida estamos constantemente aprendiendo de lo que Dios nos quiere enseñar de Dios mismo, y de nosotros mismos ante nuestro interactuar con el prójimo en la iglesia, o el mundo, o en la familia, etc. Y no se trata de juzgar a los otros hermanos o que nos juzguen por lo sucedido, pues la gracia de Dios debe estar siempre a la mano.

Al conversar en las Reuniones de Clase sobre “como progresa mi vida espiritual”, de fondo estamos preguntando que has aprendido de tu relación con Dios, y de ti mismo esta semana, por medio de alguna circunstancia, problema, tentación, o evento sucedido? (i.e., o Como progresa tu alma?) lo que se hace es compartir nuestras experiencias antes las tentaciones o circunstancias de la vida, cuando buscamos vivir las Reglas Generales. Por ejemplo, que experiencia tuvo lugar en nuestra vida esta semana donde hicimos el bien al prójimo, donde evitamos hacer el mal contra otros, e hicimos uso de las ordenanzas de Dios junto al cuerpo de Cristo. Tal vez, nos sorprendió el pecado y terminamos haciendo el mal creyendo hacer el bien; o estamos confundidos si lo que hicimos fue algo bueno o malo ante una circunstancia confusa o ante una tentación. Hay momentos en que hacer el bien y no hacer es mal no es algo simple por discernir, requiere de ser compartido en el grupo pequeño para poder nosotros reflexionar en ello, y aprender de las circunstancias que Dios provee en la vida para ayudarnos a crecer en la fe. Todos y todas enfrentamos circunstancias confusas y difíciles en la vida, lo hermoso es saber que somos compañeros en el camino del discipulado.

Sobre el autor:
El Dr. Osías Segura es un misionólogo costarricense. Osías, después de cinco años de enseñanza en el Seminario ESEPA en Costa Rica, se trasladó a California donde fue profesor del Seminario Teológico Fuller. En la actualidad está radicado en Nicaragua como misionero de la General Board of Global Ministries.



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