Nota preliminar: El presente texto fue publicado en el número 110 de la revista Realidades,  una publicación de la UCA-San Salvador. En el texto hay un  posicionamiento que no será difícil al lector entender, lo dejo tal cual  respetando las ideas que construyo día a día como muestra  de  la variada formación que he recibido. Por último debo decir, con  sinceridad, que muchas ideas expuestas hoy las someto a juicio, no he  tenido la oportunidad de hacer el ejercicio de la autocrítica dejando a  mis lectores ese trabajo arduo. 
En  la actualidad existen cientos y cientos de personas viviendo en  condiciones de miseria, tan sólo en México se estima que cerca del 40%  viven en pobreza extrema, mientras que la población dueña de los medios  de producción no rebasa el 10%.  Aquellos que mediante sus políticas se denominan como los «elegidos»  justifican la exclusión de millones de personas reduciéndolos al papel  de «objetos consumo».  Sin embargo los movimientos a favor de la dignidad  humana, la naturaleza, la cultura han estado presente, de igual modo  los movimientos que resisten desde las armas como único medio puesto que  la “legalidad” a quedado desacreditada, han estado presente en los  últimos años. Con el movimiento zapatista en la zona de Chiapas, vientos  esperanzadores dejaron una brisa por construir un mundo mejor posible. Sin embargo, la lucha, si así queremos llamarla, no se limita a espacios  seculares, pues también desde la trinchera una oleada de intelectuales  religiosos demanda un mundo más justo bajo nuevas hermenéuticas de sus  tradiciones religiosas, de tal modo que sea visible un Dios que defienda  la vida, un Dios que niegue la necesidad de sacrificios puesto que en  su personalidad no cabe ese método. Desde pequeños espacios, se han  constituido movimientos eclesiásticos que rechazan al Dios-neoliberal  que mediante sus políticas genera día a día millones de pobres y peor  aún, lo valida. El retorno a lo sagrado, si es que este concepto es  válido,  rompió la propuesta de secularidad, con  esto, el proceso de modernidad se ha puesto en crisis ya que no a podido  ocupar el pedestal en la conciencia de los individuos y de las clases  sociales. Tal pareciera que la modernidad ha ayudado en la búsqueda de  los diversos sectores a participar en núcleos de liberación ante un  mundo que se consume a sus ojos. En este retorno a lo sagrado,  creyentes, creyentes a medias y quienes no lo son, han corrido a las  religiones a socorrerse, puesto que les otorga un sentido de vida, una apuesta de fe.  A finales de la década de los 60´s surgen movimientos de corte social  que pregonaban el rompimiento de la estructura de la sociedad  occidental, entiéndase esto como la lógica del capitalismo con  todas sus irracionalidades como lo diría Franz Hinkelamert. 
Ante esto,  no sólo las personas que simpatizaban con el socialismo, y que se  declaraban como no creyentes en una deidad, participaron en procesos de  lucha que intentaron romper esta lógica del mercado mundial y que  impregnaba los aspectos de la vida social, sino también un movimiento de  corte religioso denominado como Teología de la Liberación. Ella, o  mejor dicho sus simpatizantes, creyentes y no creyentes, no sólo usaron  la referencia del marxismo para abordar metodológicamente la acción de  Dios en la historia, sino que pregonaron en rompimiento con otras formas  y maneras del quehacer teológico en el momento. De este modo la  Teología de la Liberación plantea hablar sobre Dios y el problema del  hombre en situaciones concretas, en aspectos que no concibe relaciones  fuera de la misma vida concreta de los actores terrenales, el hombre en  su historia, su filosofía, su ética y su economía. Esta aportación puede  ayudar a repensar la religión desde espacios que busquen la liberación  por la dignidad humana, en contra de los totalirtaismos y del  dogmatismo, aquello que usurpa la imagen de Dios. Trabajar la religión  desde una propuesta ética de libración humana, ¿cómo? deconstruyendo a  ese Dios cultural y proponiendo al hombre como la plenitud de Dios;  deconstruyendo a ese Dios masculino occidental y enfocando la feminidad  de Dios; deconstruyendo a ese Dios triunfador y dando lugar a un Dios  que opta por los derrotados y empobrecidos; deconstruyendo a ese Dios  que obliga a morir por la ley y mostrando a ese Dios que propone una  economía con ética, en resumen, trabajando con las imágenes de Dios.
 
Sujeto e indagación ética
Un  aporte de la Teología de la Liberación (TL) y que representa la  fundamentación ética de ésta, es la recuperación de la categoría de  sujeto. Como mencionamos anteriormente, la TL se concretiza en el  quehacer humano, puesto que pone en crisis aquellas teologías que no  hablan sobre los desfavorecidos y que solo atienden y respaldan a los  “elegidos”, en frases de Gustavo Gutiérrez diríamos que no implican una  reflexión crítica. Este postulado puede basarse en el principio bíblico:  “amaras a tu hermano como a ti mismo”, puesto que la indagación ética  significa ver al “otro” como igual. El “otro” es aquel que no soy yo  para la lógica capitalista, puesto que no tiene la capacidad de  convertirse en un consumidor. Sin embargo puede significar: “yo”. “Yo”  no soy si el “otro” no es, es decir, mi plenitud como persona se  circunscribe a la plenitud del “otro”. Para la TL son los históricamente  marginados y empobrecidos aquellas personas que se les tiene que ver  como sujetos, y no como objetos-consumo como lo pretender ver la lógica  capitalista. Sin embargo, para que nazca esta indagación al interior,  tiene que existir el reconocimiento del “otro” como humano, lo cual  implica el rompimiento de la lógica del mercado donde en ella se obtiene  el carácter de humano en la medida de su potencial de consumo:[1] 
“En  una cultura de consumo, el patrón de consumo es el factor determinante  en la definición de la identidad y el reconocimiento de los individuos.  Los no-consumidores son vistos como no-personas cuanto más bajo el lugar  que ocupan en la jerarquía socio-cultural, menos humanos.En la  indagación ética, en cambio, la humanidad de las personas es reconocida  mas allá de su papel o lugar social. Las personas son reconocidas en la  gratuidad, vale decir, con independencia de su capacidad de consumo,  condición social, sexual, étnica, religiosa, etc.”[2] 
El  reconocimiento de aquel que denominamos como “otro” se vuelve para la  TL, mediante su análisis ético, la puerta de entrada en la conformación  de sujetos actores y actuantes en la historia:
“[…]  este reconocimiento gratuito entre sujetos en la relación  sujeto-sujeto, ‘cara a cara’, es una verdadera experiencia espiritual de  la gracia y de la justificación por la fe. Es una experiencia que  justifica la existencia no solo de la persona oprimida, sino igualmente  la de quien siente la indagación. Razón por la cual tal experiencia es  percibida como libertadora tanto para quien siente la indagación, como  para la victima que es reconocida como persona.”[3] 
De  la «indagación», que implica el reconocimiento del otro como igual,  podemos pasar a reflexionar acerca del sujeto, es decir, ¿quién es o qué  es el sujeto?. La categoría de sujeto nace de la tradición  judeocristiana e implica la soberanía de Dios como sujeto de la  historia. Sin embargo con el proceso de modernidad y secularización el  Dios-sujeto es suplantado por el Hombre-sujeto:
“La  modernidad usurpa de Dios la imagen de sujeto y la transfiere al ser  humano. […] al entrar en la modernidad, la religión explota, pero sus  componentes no desaparecen. El sujeto cesando de ser divino o ser definido como la Razón, se torna humano, personal,  se torna una cierta relación del individuo o del grupo con ellos  mismos, y que el sujeto de la modernidad no es otro que el descendiente  secularizado del sujeto de la religión”[4] 
Y  se vincula directamente con la actuación en la historia y la toma de  decisiones que transformen el mundo concreto en lo religioso, político,  social, económico, etc.
“En  la construcción del concepto de sujeto de la historia ocurre,  simultáneamente, la construcción del concepto de historia como objeto a  ser construido por el sujeto-humano. […] No obstante, durante la mayor  parte del tiempo la historia humana fue percibida como definida por los  dioses o por la Razón. Con la modernidad surge esta novedad: la  percepción de la historia como siendo construida por sujetos humanos”[5] 
Precisamente  los constructores de la historia, como sujetos-humanos que propone la  reflexión de la TL son aquellos excluidos por la lógica del sistema  económico mundial, que intenta reducirlos a un papel de consumidores.  Sin embargo la lógica de éste sistema también propuso de algún modo  dicho concepto de sujeto, sin embargo en su interpretación este se rige  por la «ley» con la finalidad de avanzar a la construcción de un  horizonte utópico, es decir, la construcción de un mundo donde no exista  pobreza y exclusión:
“En  la construcción de la historia por el sujeto-humano moderno, la razón  desempeña un papel central. El individuo se convierte en sujeto en la  medida que crea un mundo regido por leyes racionales e inteligibles para  el pensamiento humano. Y esa creación de un mundo racional es vista  como la realización del progreso que nos llevaría al ‘jardín de edén’.  El Dios-ordenador de mundo y de la historia es remplazado por el  sujeto-humano ordenador del mundo y de la historia conforme a la razón.”[6] 
Ante  esta manera de pensar surge la critica de Hinkelmmert y Assman, pues se  pensaba que los modelos económicos (capitalismo y socialismo) y el  cristianismo (como la búsqueda por construir el Reino de Dios) serían  capaces de llevar a una plenitud sincera para los individuos, el camino  hacia la utopía; un mundo más justo, equitativo y solidario:
“Creer  que es posible con acciones humanas finitas construir un mundo pleno  que presupone conocimiento, tiempo y espacios infinitos. Ilusión esta  que forma parte del meollo de los proyectos de mercado perfecto del  neoliberalismo, de la planificación perfecta del socialismo de modelo  soviético y hasta de muchos proyectos de ‘construcción de Reino de  Dios’. El problema de esta ilusión no se reduce al campo teórico; ella  engendra sistemas sacrificiales, sistemas e instituciones sociales que  exigen sacrificios de vidas humanas como ‘costo necesario’ para alcanzar  el ‘paraíso’, la ‘redención’ de la historia y la humanidad”[7] 
Por  tal razón, la reformulación en el concepto de sujeto es una reflexión  dentro de la TL, debido a que hace referencia a los excluidos; a los  negros puesto que el mundo se piensa desde lo blanco; a las mujeres  puesto que esta presente lo masculino en el imaginario; a los jóvenes y  niños pues la sociedad concibe la plenitud desde lo adulto; y desde  luego los empobrecidos quienes serán los nuevos sujetos-humanos  ordenadores de la historia en busca de la utopía.
“Ahora  bien, la indagación ética no nace por causa de la conciencia de la  no-realización del ‘destino’ o del orden preestablecido. La indagación  ética […] nace del reconocimiento de la humanidad de la persona que  está siendo negada en la relación y/o en el sistema social. Es de la  experiencia del ‘cara a cara’ que brota la contestación a las  injusticias y los males del mundo, una indagación surgida de alguna  teoría, sin esta experiencia fundacional del ‘cara a cara’, no dura  mucho, cae en el olvido o desaparece en medio de alguna realización  pragmática”[8] 
Por  tal motivo el círculo hermenéutico de la TL, la teología (como  reflexión bíblica de juicio) es acto segundo, mientras que lo  primordial, pues de ahí nace la indagación ética y el reconocimiento del  otro como humano-sujeto, es la praxis. El teólogo católico Pablo  Richard nos explica que el sujeto-humano se reconoce necesariamente en  la relación con el “otro” o los “otros”. Y a diferencia del  sujeto-individual propuesto por la lógica del mercado, propone el  sujeto-comunidad:
“Debemos  distinguir la concepción individualista del sujeto que afirma su  identidad en un yo solitario, de la concepción comunitaria del sujeto  que afirma su identidad en un nosotros, en una comunidad […] El  sujeto-individuo se afirma en competencia con el otro, en la derrota y  eliminación del otro. Es el yo que triunfa en la competencia del mercado  y en la acumulación personal del capital. El otro solo existe si me  reconoce a mi o me es útil. El sujeto-comunidad, por el contrario, busca  al otro como condición de su propia existencia como sujeto”[9] 
En  este sentido el sujeto se piensa a partir de la existencia del otro, y  es entonces donde cobra sentido la propia existencia de sujeto, lo que  hablamos al principio, la indagación ética y el reconocimiento mutuo. En  ambos ejemplos de sujetos y en parámetros económicos diría: “El  sujeto-individuo dice: ‘si no hay para todos que por lo menos haya para  mi’. Mientras el sujeto-comunidad dice: ‘si hay para todos, entonces hay  para mi’”[10].  Este sujeto-comunidad es quien será capaz de repensar nuevos horizontes  y será quien, en sentido comunidad, ayude a construirlos: 
“El  sujeto-comunidad, capaz de construir un mundo alternativo, valoriza hoy  más que nunca la dimensión ética del desarrollo económico, social y  político. Un cambio de sistema no puede darse sin una opción ética y  radical por la vida humana y cósmica como valor absoluto”[11] 
De  la indagación ética se construye el término categórico de sujeto, la  cual abordaremos más adelante. No obstante, otro punto importante en la  propuesta de religión y liberación se encuentra el carácter de la  negación del sacrificio, donde se escucha el clamor y el grito de los  negados y marginados de la historia, y de los cuales la TL hace escuchar  su voz. Para hacer el juicio de valor de victimas y victimarios, es  menester una reflexión acerca del discurso religioso y su interpretación  en el mundo de carne y hueso, en el mundo de las disciplinas y, en este  caso, de la economía. Pues ya que el sujeto se construye basándose en  la exclusión, ¿de donde surgen esas víctimas?
[1] Por esa razón en la economía capitalista el ataque a la pobreza es muy  importantes, pues busca, no por el carácter moral y ético, la inserción  de los sectores al consumo. No obstante para el quehacer teológico  critico los pobres representa un problema que nace de la falta de ética  del propio capitalismo, que si bien busca insertarlos, pero en su  dinámica termina eliminándolos. [2] Mo Sung, Jung, Sujeto y sociedades complejas: para repensar los horizontes utópicos, San José, DEI, 2005, p. 43-44. [9] Richard, Pablo, Fuerza ética y espiritual de la teología de la liberación en el contexto actual de la globalización, San José, DEI, 2004, 76. [11] Ibid., p. 77.

Sobre el autor:
Ariel Corpus es mexicano, Licenciado en Ciencias Históricas; Maestro en Antropología Social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Sureste (Chiapas, México). Sus líneas de interés se circunscriben a los estudios históricos y antropológicos del protestantismo, sociología de la religión, el vínculo jóvenes-religión, la emergencia de las juventudes indígenas, y la relación entre teología y ciencias sociales.  
Sitio web de Ariel: De Historia, Antropología y Ciencias Sociales 
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