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miércoles, 26 de septiembre de 2012

"Pastor, estamos en los últimos tiempos" (De mi encuentro con Ismael Miranda) | Por Harold Segura

San José, septiembre 25 de 2012
 
Ismael Miranda, cantante de salsa puertoriqueño y el pastor Harold Segura

En la casa me preguntan por qué silbo todo el día y en todo lugar. Lo mismo me preguntan algunos amigos y amigas. Silbo aún en lugares donde no es apropiado silbar (en los museos u hospitales, por ejemplo). No sé por qué; simplemente lo hago y lo disfruto desde cuando era niño. A veces me levanto silbando alguna canción que escuché la noche anterior. Eso me pasa, por ejemplo, con los ritmos pegajosos de la música salsa.

Así llegué ayer al aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, de Cali; llegué silbando la canción Cipriano Armenteros, interpretada por Ismael Miranda, El niño mimado de Puerto Rico.  La canción se la había escuchado a Ismael en la presentación que había hecho la noche anterior, en la Plaza de Toros de Cañaveralejo, donde se realizó la final del Festival Mundial de Salsa 2012. Las primeras líneas dicen así:

En mil ochocientos seis
allá por el mes de enero
en las llanuras del Piame
cayó Cipriano Armenteros...
Asi fué...

Bueno, en esas estaba, sentado en una de las sillas de la sala de espera internacional para viajar de Cali a Panamá y de allí a San José, con la computadora portátil abierta respondiendo correos, cuando levanté la mirada y me encontré por sorpresa con el mismísimo Ismael Miranda. A no más de diez metros estaba el viejo cantante de la Fania All Star, el que acompañó con su voz a la orquesta del judío maravilloso Larry Harlow, el de los éxitos con Wiily Colón y el que grabó un album con la legendaria Sonora Matancera. Allí estaba con una pequeña maleta de mano, camisa a cuadros, gafas de marco negro y una pequeña placa de plata que colgaba de su cuello (en muchas de las portadas de sus discos aparece portando cadenas). El reloj era el mismo de la noche anterior, uno deportivo, de caja gruesa y una marca que no alcancé a reconocer (uno de mis pasatiempos es ver relojes en las vitrinas de los aeropuertos). De inmediato cerré la computadora, desenchufé el cable, guardé el equipo en mi maletín, saqué una tarjeta personal y me dirigí hacia el cantante para presentarme.

—Ismael, mucho gusto, soy el pastor Harold Segura, de aquí de Cali. He seguido tu música desde joven y entre los cantantes de la Fania All Star creo que tu voz está entre mis favoritas, junto con la de Pete «El Conde» Rodríguez.

Le conté que lo había escuchado en el concierto que ofreció en Panamá, en marzo de este año, como parte del Festival de la Familia organizado por la Iglesia Casa de Oración, de la capital. Fue un concierto en el que él, junto a Tony Vega de la Fuente y a Alex D´Castro interpretó sus canciones de ayer y las nuevas letras con contenidos cristianos. Los tres salseros son ahora cristianos evangélicos y miembros de la Iglesia Nuevo Testamento de Río Piedras, en Puerto Rico.

Ismael sonrió con espontaneidad y comenzó a hablar de su experiencia durante estos días en Cali, de una reciente visita a Panamá para participar en una boda, del renacimiento de la salsa, de las diferencias entre la generación de salseros nuestra y la de ahora, acerca de su labor evangelizadora por medio de la música y de la disposición espiritual que ve en la juventud de hoy. Hizo una observación que me interesó escuchar: que los salseros de ayer bailábamos a ritmo de ron y otros licores, pero que hoy encontraba muchos niños y jóvenes bailando con sentido artístico (eso es cierto, por ejemplo en Cali, donde existen decenas de escuelas de baile y comparsas formadas por niños y niñas) y sin acudir a las drogas. Hablaba con mucho entusiasmo acerca del gusto con el que las nuevas generaciones acogían la salsa.

—Dizque la salsa se había acabado; sólo mira lo que está pasando aquí en Cali. Este Festival Mundial, con el apoyo de la Alcaldía de la ciudad es otra prueba de que la salsa está más viva que nunca, me dijo.

Hablaba con mucha alegría. Y se rió con más soltura cuando le dije que había notado el cambio que le hizo la noche anterior a la letra de su emblemática canción Abran paso, la que lo hizo famoso desde cuando la cantó en la película Nuestra cosa latina (Our Latin Thing, 1972) con la orquesta de Harlow. La letra original dice en una de sus estrofas:

Abran paso...
ahora, que ahora ábreme paso
mamá mira lo que yo te traigo
yo traigo yerba buena
mira que yo traigo altamisa
yo traigo mejorana,
traigo amansa guapo
y rompe saraguey.

Pero esas declaraciones supersticiosas no encajan dentro del vocabulario de su nueva fe. Y por eso introdujo el cambio:

Abran paso...
ahora, que ahora ábreme paso
mamá mira lo que yo te traigo
yo traigo salsa buena
mira que yo traigo altamisa
yo traigo mi vida buena,
traigo nueva vida traigo pa´gozar.

El tiempo para abordar el avión se acercaba. Le pedí que me dejara su autógrafo en la primera página de un libro de literatura urbana (también con el tema salsero) que había comprado durante estos días en Cali, titulado, El tumbao de Beethoven, escrito por el profesor Fabio Martínez, de la Universidad del Valle. Me escribió:

Para Harold, con mucho cariño.
Bendiciones, tu amigo
Ismael Miranda
Salsa

Me entregó el libro con su firma y me dijo algo más: que el interés espiritual que observaba en los jóvenes era una muestra de que estamos próximos al final.

—Pastor, yo creo que estamos en los últimos tiempos, me dijo mirándome de frente

Me despedí de él y de su asistente, un puertorriqueño que me dijo que lo había acompañado por más de diez años. Fueron muy amables. Este era el mismo Ismael Miranda, pero distinto. Le agradecí su amabilidad y me fui pensando en su acento apocalíptico. Me fui silbando otra de sus canciones conocidas Para componer un son:

Para componer un son
se necesita un motivo
y un tema constructivo
y también inspiración.

Es como hacer un sazón
con todos los ingredientes
ay tienes que ser paciente
si no se te va la mano
y el bailador que no baila
no puede gozar hermano, óyelo bien.

Si Ismael, mi hermano, te oí bien.


Sobre el autor:

El pastor y teólogo Harold Segura es colombiano, radicado en Costa Rica. Director de Relaciones Eclesiásticas de World Vision International y autor de varios libros.
Anteriormente fue Rector del Seminario Teológico Bautista Internacional de Colombia.

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