Continuando con nuestra caminata hacia el CLADE V a realizarse en Costa Rica en el 2012, te traemos en esta oportunidad el documento final del CLADE III conocido como "La Declaración de Quito" El CLADE III se realizó del 24 de agosto al 4 de septiembre de 1992 en Quito, Ecuador
Fotografía de Alberto Matos |
PROLOGO
A 500 años de la llegada de los europeos a las Americas, convocados a Quito, Ecuador del 24 de setiembre de 1992 para el III Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE III), expresamos nuestra gratitud a Dios por este encuentro de evangélicos de 24 países con su riqueza de culturas, etnias y lenguas. Nos reunimos bajo el lema “TODO EL EVANGELIO PARA TODOS LOS PUEBLOS DESDE AMERICA LATINA”, en un momento de grandes cambios en el mundo, que plantean serios interrogantes para la situación de los pueblos de nuestro continente.
Confesamos nuestra fe en todo el evangelio de Jesucristo conforme a las Sagradas Escrituras, hermanados con todas las iglesias evangélicas de América Latina, y en el mismo espíritu de CLADE I y II. Reflexionamos sobre algunos aspectos del evangelio, en relación con nuestro contexto y el desafío que presenta para nuestra participación en la misión mundial. Nos comprometemos a llevar a la práctica misionera las consecuencias que surgen de la reflexión y los testimonios presentados en este encuentro.
I. TODO EL EVANGELIO
1. El evangelio y la Palabra de Dios
Todo el consejo de Dios y la manifestación de su Reino se nos han dado a conocer por medio del evangelio. Las escrituras registran la revelación de Dios en la historia por medio de hechos concretos. Ellas convergen en Jesucristo, la expresión plena y definitiva de la revelación de Dios. Por tanto, la Palabra de Dios es el fundamento y punto de partida para la vida, teología y y misión de la Iglesia.
2. El evangelio de la creación
Dios es el creador de todo y lo que El creo es bueno. Creó al ser humano, hombre y mujer a su imagen como seres llamados a vivir en relación armónica con El, su prójimo y la naturaleza. Dios los colocó como mayordomos responsables de toda la creación para beneficio de toda la humanidad. Pero los seres humanos cayeron en pecado y toda la creación sufrió los efectos de esa caída, quedando cautiva del pecado y la muerte. Sin embargo, Dios en su soberanía ha tomado la iniciativa de establecer un pacto para reconciliar consigo mismo a los seres humanos y todo lo creado en la persona y obra de Jesucristo. En Cristo, Dios está restaurando la dignidad humana, transformando las culturas y conduciendo su creción hacia la redención final.
3. El evangelio del perdón y la reconciliación
Jesucristo es el Verbo encarnado, don de Dios y único camino hacia El. Por medio de la vida, muerte y resurección de Jesucristo se ofrece perdón al ser humano,reconciliación y redención para todo lo creado. El arrepentimiento y la fe son imprescindibles como expresión de la total dependencia de Dios, para recibir la salvación. Quienes reciben el perdón son hechos hijos de Dios y esta nueva relación filial los capacita para obedecerle. La nueva vida significa mantener y desarrollar esta relación con su Creador. Ella produce una nueva relación con sus semejantes y con toda la creación, mediada por el compromiso con el Señor y basada en la práctica del amor, la verdad y la justicia. Dios en Cristo crea una comunidad perdonada y reconciliada llamada a ser agente de perdón y reconciliación en un contexto de odio y discriminación.
4. El evangelio y la comunidad del Espíritu
La persona del Espíritu Santo actúa con poder en el mundo. Lo hace primordialmente por medio de la Iglesia otorgándole vida, poder y dones para su desarrollo, madurez y misión. La Iglesia, comunidad de reconciliados con Dios, es enviada al mundo por Jesucristo. En ella se opera una transformación radical que muestra el propósito divino de eliminar toda injusticia, opresión y signos de muerte. Como comunidad del espíritu la Iglesia debe proclamar libertad a todos los oprimidos por el diablo e impulsar una pastoral de restauración que traiga consuelo a los que sufren discriminación, marginación y deshumanización.
5. El evangelio y el Reino de Dios
Con la llegada de Jesucristo el Reino de Dios se hizo presente entre nosotros, lleno de gracia y de verdad. El Reino está en conflicto constante con el poder de las tinieblas; la lucha ocurre en las regiones celestiales y se expresa en todo lo creado a nivel personal, colectivo y estructural. Sin embargo, la comunidad del reino vive sostenida por la confianza de que la victoria ya ha sido conquistada y que el Reino de Dios se manifestará plenamente al final de los tiempos. Con el poder y la autoridad delegados por Dios, ella asume su misión en este conflicto, para ser agente en la redención de todo lo creado. El Rey Jesucristo se ha encargado y llama a su comunidad a hacer lo mismo en el mundo. Seguirle como sus discípulos significa asumir su vida y misión.
6. El evangelio de justicia y poder
El evangelio revela a un Dios santo, justo y poderoso en su carácter y sus acciones. por ello la iglesia es llamada a vivir según la justicia del Reino, en el poder del Espíritu. En un mundo caracterizado por el abuso del poder y el predominio de la injusticia, el testimonio de la Iglesia confronta a los poderes que dominan en el presente. por eso, la proclamación del Reino anuncia a Jesucristo y denuncia a las fuerzas del mal.
II. DESDE AMERICA LATINA
1. Perspectiva histórica de la iglesia evangélica
En el pueblo evangélico de América Latina se ha despertado una conciencia misionera hacía otors continentes. Sin embargo, las nuevas generaciones de evangélicos, en general, desconocen sus propias raíces históricas y herencia protestante. El conocimiento de nuestra historia es fundamental para evitar los errores del pasado, recuperar ciertos distintivos de nuestra herencia y cumplir con el mandato misionero.
En América Latina y el caribe el protestantismo tiene raíces históricas que datan del siglo XVI . Es parte de la historia misma de América Latina, no simplemente un agente extranjerizante que obedece a la penetración del imperialismo de turno. Esta afirmación no excusa a la iglesia evangélica de sus errores históricos y de las deformaciones del evangelio en su llegada y establecimiento en el continente. por lo tanto, resulta fundamental examinar cuáles han sido los aportes positivos y negativos de la misiología europea y norteamericana, además de los que surgen desde aquí mismo.
2. Evangelio y cultura
El evangelio es pertinente a toda la realidad humana, incluida la cultura, por medio de la cual el ser humano transforma la creación. La capacidad de creación cultural es un don otorgado al ser humano por Dios, a cuya imagen fue creado. Por lo tanto, es importante que la cultura ocupe el lugar que merece en nuestra reflexión y práctica misiológica.
Durante estos 500 años, nuestro continente ha sido testigo del desprecio y la destrucción sistemática de las culturas autóctonas en nombre de la evangelización. Es entonces condenable el sometimiento y ultraje del cual fueron objeto los pueblos indígenas. Por eso resulta imprescindible buscar la reconciliación entre nuestros pueblos. A la vez tenemos que reconocer que toda cultura puede ser vehículo adecuado para comunicar fielmente el evangelio. Desde la perspectiva de éste, toda cultura debe ser entendida, respetada y promocionada, sin presuponer la superioridad de una cultura sobre otras. Hay que señalar que toda cultura está afectada por el pecado, que introdujo la corrupción, los conflictos, el egoísmo y el rompimiento de las relaciones entre Dios y todo lo creado. Por lo tanto, todas las culturas están bajo el juicio de la Palabra. El creador no debe ser confundido con su creación ni con cultura particular alguna. La revelación de Dios en Cristo trasciende a ambas y a la vez entra en relación con ellas para redimirlas.
La misiología evangélica deberá actuar en dos sentidos. primero, reconocer, respetar y dignificar a las etnias y sus culturas; segundo, evaluarlas a la luz del juicio de la Palabra, ofreciendo la esperanza del evangelio para su transformación. La fidelidad de la iglesia a los propósitos de Dios demanda una hermenéutica contextual que permita comunicar fielmente el evangelio en diálogo abierto con la cultura. La iglesia debe cumplir con su misión de anunciar la salvación integral a la totalidad del ser humano en la realidad en que está arraigado.
3. Identidad evangélica
Como evangélicos necesitamos revalorar nuestras raíces indigenas, africanas, mestizas, europeas, asiáticas y criollar y considerar la pluralidad de culturas y razas que han contribuido a enriquecernos. Como iglesia latinoamericana confesamos que nos hemos identificado más con los valores culturales foráneos que con los auténticamente nuestros. Por la gracia de Dios podemos reencontrarnos con el mundo sin complejos ni vergüenzas a partir de nuestra identidad cultural y evangélica como pueblo de Dios.
Afirmar nuestra identidad evangélica implica reafirmar nuestro compromiso con la herencia de la Reforma. No significa asumir una postura acrítica respecto a nuestra tradición, doctrinas o misiología. Como iglesia estamos llamados a reformarnos permanentemente a la luz de las Escrituras como palabra final.
Debemos evaluar los modelos de misión que heredamos del pasado o que se importan en el presente, y buscar nuevos modelos. Esto implica forjar una misiologia desde América Latina que tome en cuenta las experiencias y aportes de las iglesias de los diferentes grupos étnicos y culturales del continente. Sin embargo, la búsqueda de nuevos modelos no debe conducirnos a hacer concesiones en cuanto a la verdad de Jesucristo.
Agradecemos a Dios los avances en la unidad de las iglesias evangélicas en América Latina y las nuevas formas de cooperación surgidas en el cumplimiento de la misión. Sin embargo, debemos reconocer que el individualismo y el denominacionalismo han creado divisiones en la Iglesia de América Latina. Confesar la unidad de la iglesia en Cristo significa superar las barreras ideológicas, culturales, sociales, económicas y denominacionales. Debemos abrirnos a un diálogo constructivo, valorar las contribuciones de cada uno, estrechar la comunión y cooperar en la misión. No es honesto de nuestra parte proclamar un evangelio que reconcilia al mundo si todavía no nos hemos reconciliado entre nosotros.
4. Contexto socio-político
América Latina, en el momento actual, se puede caracterizar como un continente en crisis. Varios países han sufrido bajo regímenes militares represivos que cometieron graves violaciones de los derechos humanos. En otros, muchos años de guerra civil han causado enormes pérdidas humanas y económicas. La persistencia del machismo en nuestra cultura ha hecho de las mujeres víctimas de formas diversas de discriminación que impiden su plena participación en el papel social y ciudadano. Profundas divisiones sociales y raciales en el campo y la ciudad, colocan a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños en condiciones de extrema pobreza; negándoseles empleo, alimentación adecuada, vivienda , salud y educación que hagan posible una vida humana digna.
La democracia puramente formal, la corrupción de las instituciones del Estado y las inadecuadas medidas económicas neoliberales muestran que el poder no está al servicio de toda la sociedad, especialmente de las mayorías empobrecidas. Los problemas de corrupción, deuda externa, narcotráfico, terrorismo, degradación moral en sus distintos órdenes y desintegración de la familia, también laceran a nuestros pueblos.
5. La responsabilidad de la iglesia
Ante esta situación, nuestra conciencia cristiana no puede cerrar los ojos. El evangelio del Reino de Dios nos exhorta a la práctica de la justicia, consecuencia intrinseca del perdón y la reconciliación en Jesucristo. Nuestra fidelidad al llamado del evangelio demanda que asumamos la responsabilidad cristiana en las situaciones conflictivas de nuestro continente. La Iglesia debe afirmar y promover la vida negada por todo pecado, por las estructuras injustas y los grupos de interés mezquino. En su seno, se debe poner fin a las diferentes formas de discriminación predominantes en la sociedad por razón de sexo, clase social, condición económica, nivel educacional, edad, nacionalidad y raza. Ella cumple su misión siguiendo el modelo de Jesús, y tomando en serio la pregunta de Dios a Caín, “¿dónde está tu hermano?”.
Reconocemos que la Iglesia evangélica latinoamericana en general no asumió fielmente esta responsabilidad. Confundió al mundo en el que Dios la envió a servir con lo mundano y pecaminoso y se aisló de los procesos sociales y políticos. En algunos casos inclusive ha llegado a justificar regímenes dictatoriales violentos. Esto explica por qué algunos evangélicos que han participado en la arena pública poco o nada han logrado en favor de las mayorias; por el contrario, han reducido su participación política a satisfacer intereses personales y obtener ciertos baneficios para la iglesia evangélica.
Al mismo tiempo, celebramos la toma de conciencia de la iglesia evangélica respecto a su responsabilidad social y política y su creciente participación en la sociedad. Diversas entidades evangélicas, iglesias y creyentes en particular, participan en proyectos de desarrollo, en la administración pública e instituciones que velan por los derechos humanos.
6. La responsabilidad del cristiano
La proclamación de todo el evangelio nos compromete a un trabajo creativo para desarrollar más y mejores medios de participación en la sociedad. La certeza del triunfo final de Jesucristo garantizada por su resurrección nos anima a hacer aportes constructivos, aunque no resulten defenitivos. Nuestro compromiso con Jesucristo como el único mediador de la paz de Dios, fundamenta la convicción de que su obra redentora es pertinente a todo conflicto y sufrimiento humano.
La participación responsable en la vida ciudadana demanda la formación de líderes guiados por una vocación cristiana de servicio. La iglesia deberá afirmar que todo aspecto de la vida nacional es un campo de acción legítimo para el servicio cristiano. Deberá promover elementos formativos y acompañamiento pastoral para quienes tienen vocación política. Al mismo tiempo, es necesario que la Iglesia asuma su función profética para denunciar entre otras cosas el abuso del sexo, la manipulación de los medios de comunicación, el endiosamiento del Estado, el dinero y la violencia, cualquiera que sea su origen. Lo hace legítimamente cuando se manifiesta en su propia existencia la vida de amor, justicia y paz que es posible mediante la obediencia a la Palabra y el poder del Espíritu de Dios. El ejercicio del liderazgo en la vida de las iglesias locales, deberá estar marcado por el modelo del siervo sufriente y mostrar un constante con el caudillismo y otras deformaciones causadas por el abuso del poder.
La práctica está demostrando que las iglesias locales pueden responder a las necesidades de sus comunidades en la medida de sus recursos. Se están desarrollando proyectos que muestran la posibilidad de transformación a partir de las iniciativas y recursos locales que promueven la valoración de la dignidad de las personas y de los pueblos; vemos aquí un desafio que debiera ser tomado en serio por todo el pueblo evangélico. El poder del evangelio y la acción consecuente de las iglesias evangélicas, podrán permear y transformar las condiciones de injusticia y desigualdad que predominan hoy en América Latina.
III. PARA TODOS LOS PUEBLOS
1. La universalidad de la misión
Dios cumplió su promesa de proveer un redentor para todo el mundo. El propósito de Dios es que todos los seres humanos sean salvos por la fe en Jesucristo. La suficiencia y la universalidad de Jesucristo corresponden la esencia del evangelio. El carácter universal de la fe cristiana y la confesión del señorio de Cristo confieren a la iglesia su dimensión misionera. En consecuencia, la iglesia es enviada al mundo para vivir y ser mensajera de la universalidad del evangelio.
El propósito divino y la universalidad del evangelio no significa que todos los caminos y opciones sean válidos para obtener la salvación de Dios. Las prácticas sacramentalistas y ritualistas que expresan la intención de lograr la justificación por obras, son ajenas al propósito revelado por Dios en las Escrituras. La verdad única del evangelio y su ética consecuente se oponen a todo universalismo y relativismo que consideran como igualmente válida toda experiencia religiosa.
2. Toda la iglesia es misionera
Toda la iglesia es responsable de la evangelización de todos los pueblos, razas y lenguas. Una fe que se considera universal, pero que no es misionera, se transforma en retórica sin autoridad y se hace estéril. La afirmación de que toda la iglesia es misionera se basa en el sacerdocio univeral de todos los creyentes. Es para el cumplimiento de esta misión que Jesucristo ha dotado a su iglesia de dones y del poder del Espíritu Santo.
3. Misión integral
La visión, acción y reflexión misionera de la Iglesia deben fundamentarse en el evangelio que, cuando es comprendido en su integridad, se proclama en palabra y obra y que se dirige a todo el ser humano. Nuestra misiología debe hacerse a partir de la Palabra, desde nuestra realidad latinoamericana y en diálogo con otras misiologías, buscando superar las deformaciones o dicotomías que pueden haber afectado al evangelio que recibimos. Esto demanda también una comprensión de los nuevis desafios que el mundo actual presenta, tales como la globalización, la postmodernidad, el resurgimiento del racismo, los esoterismos y el creciente deterioro ecológico.
4. La nueva conciencia misionera en América Latina
El Espíritu Santo ha hecho surgir en América Latina una nueva conciencia misionera. A la práctica misionera del pasado se suma una creciente disposición a asumir la responsabilidad de la iglesia, en obediencia a la Palabra, desde América Latina. En los últimos años han aumentado las oportunidades de formación y envío de misioneros para otros continentes y contextos. Sin embargo, las nuevas posibilidades que abre esta actividad misionera deben llevarnos a una evaluación de modelos y experiencias y a una continua corrección de éstos a la luz de la Palabra de Dios.
5. El estilo encarnacional de misión
La encarnación es el modelo para la misión de la iglesia. En su encarnación, Jesús se identificó con la humanidad pecadora, se solidarizó con ella en sus aspiraciones, angustias y debilidades y la dignificó como criatura hecha a imagen de Dios. La iglesia está llamada a encarnar su misión al estilo de Jesús. Este cumplimiento demanda el cruce de fronteras geográficas, culturales, sociales, lingüísticas y espirituales, con todas sus consecuencias. En todo el mundo, el crecimiento de las grandes ciudades y sus mayorías empobrecidas constituyen un desafio de especial urgencia. Para responder a todos estos retos se necesita reconsiderar el model del Nuevo Testamento, usar adecuadamente las ciencias sociales y humanas y reflexionar sobre la práctica. También es indispensable la formación espiritual que capacita al misionero para la santidad y humildad que hacen posible el respeto y valoración de otras lenguas y culturas y la fidelidad al evangelio.
6. La urgencia de la misión
La iglesia en América Latina debe asumir plenamente y sin tardanza su responsabilidad en la evangelización mundial. Debe crear y promover centros de formación en cada país con programas adecuados de capacitación para la misión local y transcultural. La estructura de toda la educación teológica debe ser revisada a la luz del imperativo misionero. El avance misionero siempre ha surgido de la vitalidad espiritual en momentos de renovación. Para ser misionera la Iglesia en América Latina debe renovar su dependencia del Espíritu y entregarse a la oración. Así podrá responder al desafio de proclamar todo el evangelio a todos los pueblos de la tierrra desde América Latina.
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