El 31 de octubre recordamos a Martín Lutero y aquel gesto que marcó la historia: clavar sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg.
Fue una protesta contra los abusos, pero también un llamado a regresar al Evangelio y a una fe libre, confiada en la gracia de Dios.

95 tesis para la nueva generación
95 Tesis para la nueva generación, de Lucas Magnin, es un manifiesto provocador que invita a redescubrir el espíritu de la Reforma desde los desafíos del siglo XXI. A la sombra de Lutero, el autor propone una espiritualidad crítica, encarnada y consciente de su contexto, capaz de repensar la fe frente a la cultura contemporánea. Con lenguaje ágil y profundo, Magnin dialoga con la tradición protestante y la pone en tensión con las búsquedas actuales de sentido. Una lectura necesaria para quienes anhelan una nueva reforma del corazón y de la Iglesia.
En el centro de su experiencia se encontraba una palabra que transformó su vida: justicia
Lutero descubrió que la justicia de Dios no castiga, sino que justifica; que no se conquista, sino que se recibe como don.
Esa fue su gran noticia: nadie puede comprar el amor de Dios, porque ya lo poseemos en Jesús.
Sin embargo, con el paso del tiempo, esa “justicia que salva” quedó relegada al ámbito interior, como una experiencia del alma desconectada de la realidad. La fe, así entendida, se volvió un concepto abstracto, con implicaciones limitadas al corazón, pero con escasa influencia en la sociedad, en nuestras relaciones y en la transformación del mundo.
Por eso hoy necesitamos volver a escuchar otra voz: la de Jesús, quien habló de la justicia del malkut de Dios, la justicia del Reino.
Cuando Jesús se refería a “la justicia del Reino”, utilizaba una palabra aramea: malkut. Este término designa el reinado de Dios que se hace visible cuando la vida se restaura: cuando se levanta al caído, se incluye al marginado, se perdona al culpable y se alimenta al hambriento.
Para Jesús, ser justo no consiste en el mero cumplimiento de normas, sino en practicar la justicia con quien sufre, con quien carece de medios para defenderse. Es una justicia que nace del amor y se manifiesta en gestos, relaciones y decisiones concretas. En Jesús, la justicia es un amor que transforma la realidad.
La justicia que Lutero proclamó y la que Jesús vivió no se oponen, sino que se complementan. Una nos recuerda que somos amados sin condiciones; la otra, que ese amor nos hace responsables de los demás. La fe que justifica ante Dios debe expresarse en la justicia que humaniza. De lo contrario, queda incompleta.
Cuando Jesús anuncia el malkut, muestra cómo se ve el amor de Dios en la tierra: no como doctrina, sino como pan compartido, dignidad restaurada y comunidad abierta. Quizá esa es la justicia que hemos olvidado: no la que se expresa en compendios doctrinales o en la cacería de errores teológicos, sino la que se concreta en una vida plena para todos.
La Reforma del siglo XVI nos enseñó a confiar en la gracia
Pero el Evangelio hoy nos invita a una nueva reforma: la del corazón, aquella que une la fe con la justicia, la oración con la compasión.
El malkut no se predica solo con palabras; se encarna cada vez que alguien ama, perdona o construye paz.
Cada gesto de misericordia es una pequeña reforma del mundo, una puerta abierta al Reino.
La fe cristiana comenzó con una buena noticia: que Dios reina no desde el poder, sino desde la ternura.
Hoy, más que nunca, el Espíritu nos llama a recuperar la justicia del Reino, esa justicia que no se contenta con salvar almas solamente , sino que busca salvar la vida entera.
Porque allí donde la compasión se hace justicia, el Reino de Dios se hace presente. Y la justicia vuelve a ser lo que siempre fue: la forma visible del amor de Dios en la tierra.

