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jueves, 17 de julio de 2025

Cuando las bombas caen sobre la Iglesia: Gaza, genocidio y el clamor de la fe | Por Bernabé

Este jueves 17 de julio, un ataque del ejército israelí alcanzó la Iglesia de la Sagrada Familia en Gaza, el único templo católico en la Franja, dejando al menos tres muertos y varios heridos, entre ellos el párroco argentino Gabriel Romanelli. Este templo, que servía como refugio espiritual y físico para más de 600 personas desplazadas —muchas de ellas niños y personas con discapacidad— fue impactado cerca de su cruz, destrozando ventanas y techos. El ataque, condenado por el Patriarcado Ortodoxo Griego de Jerusalén y calificado como una violación flagrante de los derechos humanos, representa una dolorosa metáfora de lo que está ocurriendo hoy en Gaza: la humanidad, la fe y la vida están bajo ataque.

Y no se trata de un hecho aislado.

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Desde octubre de 2023, más de 58.000 palestinos han sido asesinados, entre ellos miles de niños. A los ataques a hospitales, escuelas, mercados y centros de distribución de alimentos, se suma una realidad devastadora: bebés que mueren de frío, convoyes humanitarios baleados por las fuerzas israelíes, y una población entera obligada a sobrevivir entre escombros, sin agua ni refugio.

Todo esto ocurre mientras se proyecta una “ciudad humanitaria” en Rafah, plan que —como advirtió el ex primer ministro israelí Ehud Olmert y el líder opositor israelí Yair Lapid— recuerda a un campo de concentración y podría configurar una forma moderna de limpieza étnica.

¿Y qué dice nuestra fe ante esto?

Callar sería traicionar el Evangelio. Porque seguir a Jesús no es tomar partido por un bando político, sino por la vida y la justicia.

En su artículo Hablar de Dios después de Gaza, Harold Segura nos confronta con una teología que ya no puede permanecer impasible ni neutra: “La teología no puede permanecer neutral cuando la vida está en juego. El sufrimiento extremo, como el que hoy ocurre en Gaza, revela los límites”, escribe. Dios está allí, herido, crucificado, entre los niños que mueren sin anestesia ni pan, y entre las madres que oran sin respuestas. Hablar de Dios tras estos horrores solo es posible si la teología toma partido por las víctimas.

Y desde El Blog de Bernabé lo afirmo con claridad: no se puede invocar a Dios para justificar un genocidio. No se puede leer la Biblia como mapa de conquistas, ni usarla para legitimar colonizaciones que matan.

La Biblia no autoriza la ocupación

El teólogo Juan Stam†, en su artículo profético publicado hace años (¿Tiene Israel un derecho divino sobre el territorio que ocupa?), desmanteló la idea de que el Estado moderno de Israel pueda reclamar un derecho bíblico o divino sobre la tierra palestina. Stam recuerda que ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento otorgan tal prerrogativa, y que el cumplimiento pleno de las promesas bíblicas no es territorial ni nacionalista, sino universal y mesiánico. Jesús no fundó un estado. Fundó una comunidad de fe, abierta, sin fronteras ni muros.

Creer que Israel tiene un mandato divino para ocupar, bombardear y expulsar a un pueblo entero es tergiversar el Evangelio y profanar las Escrituras.

¿Genocidio? Sí, y es hora de nombrarlo

La Convención sobre Genocidio de la ONU (1948) define como tal a los actos cometidos con intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional o étnico. Matar, causar daño físico o psíquico grave, destruir condiciones de vida, impedir nacimientos o trasladar forzosamente a niños son todos actos tipificados como genocidas.

Y hoy, según expertos, relatores de Naciones Unidas y organismos como Amnistía Internacional, la evidencia acumulada en Gaza apunta precisamente a eso. La sistematicidad de los ataques, la matanza deliberada de civiles, el uso del hambre como arma de guerra, y la destrucción total de la infraestructura básica no son “errores” de guerra. Son crímenes contra la humanidad.

Quienes seguimos a Jesús no podemos permanecer indiferentes. Porque si el Hijo de Dios nació refugiado, fue perseguido por un imperio y murió como víctima de la violencia estatal, entonces también hoy Dios está del lado de los crucificados de la historia, no de quienes empuñan el látigo ni lanzan los drones.

La Iglesia no puede guardar silencio

Lo que ocurre en Gaza no es una guerra entre iguales, es un asedio prolongado y desproporcionado contra un pueblo empobrecido. La Iglesia que confiesa a Cristo debe, por fidelidad, denunciar toda teología de la conquista, toda espiritualidad que bendice la ocupación, y toda interpretación bíblica que justifique la limpieza étnica.

Porque cuando las bombas caen sobre la única iglesia católica de Gaza, no solo se rompen muros de piedra: se tambalean nuestras certezas, y se nos exige responder con la radicalidad del Evangelio. No con discursos diplomáticos, sino con la voz profética de quienes han entendido que la fe cristiana comienza en un pesebre entre refugiados y termina en una cruz entre condenados.

Y en medio de esa historia sagrada, los niños y niñas de Gaza tienen un lugar preferencial

Sobre el autor: 

¡Hola! Soy Bernabé, tu anfitrión en "El Blog de Bernabé", un espacio dedicado a profundizar en teología, fe, misión integral y espiritualidad. Aquí, junto a un grupo de amigos y amigas, compartimos reflexiones, inspiración y diálogo espiritual. Te invito a ser parte de nuestra comunidad, donde exploramos y reflexionamos juntos. Mi propósito es difundir ideas y perspectivas cristianas, espirituales y teológicas originadas en Latinoamérica y el Caribe.

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