"Y dijo Dios: «¡Que haya luz!». Y la luz llegó a existir." (Génesis 1:3 NVI)
Hoy, en el Día Mundial del Medio Ambiente, no celebramos una ideología. Celebramos una confesión de fe: Dios es el Creador, y su creación importa.
¿Por qué los cristianos deberían preocuparse por el medio ambiente?
Durante siglos, buena parte del cristianismo fue tentado por una visión dualista: alma sobre cuerpo, cielo sobre tierra, espíritu sobre materia. Pero esa no es la visión bíblica.
Desde el principio, la Biblia afirma que la materia es buena, que la tierra es bendecida, que el cuerpo es templo del Espíritu Santo, que la encarnación de Cristo santifica la creación, y que la redención no es una fuga del mundo sino su transformación.
Pablo lo resume así:
“la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:21 NVI).
El pecado ecológico y la crisis climática
El calentamiento global, la pérdida de biodiversidad, la contaminación de ríos y mares, el colapso de ecosistemas, no son solo “problemas técnicos”. Son señales de una ruptura espiritual. Son el resultado de una humanidad que ha olvidado su lugar en la casa común: no como amos absolutos, sino como mayordomos responsables.
Cuando los profetas bíblicos denunciaban la injusticia, no solo hablaban de explotación humana, sino también del lamento de la tierra (Jeremías 12:4, Oseas 4:3). Hoy la tierra sigue clamando: por los bosques talados, por los pueblos desplazados, por las futuras generaciones amenazadas.
Jesucristo y la nueva creación
Cristo no vino solo a salvar almas: vino a reconciliar todas las cosas (Colosenses 1:20). Su resurrección no es solo una promesa personal, sino el inicio de una nueva creación. En él se inaugura un nuevo cielo y una nueva tierra (Apocalipsis 21), donde no habrá más lágrimas ni devastación.
La cruz y la resurrección de Jesús son también un acto ecológico: restauran la armonía perdida entre Dios, la humanidad y la creación.
Nuestra respuesta: espiritualidad, justicia y acción
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Hoy más que nunca, la teología de la creación nos llama a:
Cultivar una espiritualidad ecológica: orar con la tierra, no solo por la tierra. Redescubrir al Dios presente en lo creado.
Denunciar el pecado estructural ecológico: modelos económicos que destruyen la vida deben ser confrontados.
Vivir una ética del cuidado: hábitos personales, compromisos comunitarios, incidencia pública.
Movilizar a las iglesias: enseñar, predicar, orar y actuar por la justicia ambiental.
Una esperanza que moviliza
No todo está perdido. La fe cristiana es fe en un Dios que resucita lo que parece muerto, que renueva lo que se había destruido, que sana la tierra como sana corazones.
En este Día Mundial del Medio Ambiente, que no nos gane el cinismo ni la indiferencia. Que celebremos la vida, asumamos nuestra responsabilidad y vivamos con la esperanza activa de que otro mundo es posible, porque Dios no ha abandonado su creación. Y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.
"El Señor ama la justicia y el derecho; llena está la tierra de su gran amor." (Salmo 33:5 NVI)
Te invito a conocer el pensamiento de teólogos como Juan Stam, Leonardo Boff y la encíclica Laudato Si’ del papa Francisco. También puedes explorar movimientos o redes evangélicas de acción climática en América Latina y El Caribe. Sobre el autor:
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