El Papa Francisco ejerció un papel protagónico como profeta al recuperar y reincorporar aquella semilla de compasión y justicia, generada a partir del Concilio Vaticano Segundo y de la perspectiva del mensaje liberador de Jesús, que requeriría una postura profética. Sus escritos “Fratelli Tutti” y “Laudato Si”, retoman la agenda pastoral de lograr que la misión y la acción de las iglesias estén vinculadas a los paradigmas de la misericordia, la justicia, la ternura, la paz y la defensa de la dignidad humana. Como profeta, Francisco, constituyó un ministerio que implicó la denuncia de una cultura centrada en lo bélico y en aspiraciones imperialistas. Su prioridad fueron las personas en un contexto donde la exclusión se había convertido en la norma social y en instrumento de opresión racial y cultural. Su pontificado denuncio una geopolítica centrada en el lucro y la prepotencia racial.
Sus grandes aportaciones anuncian y destacan el ideal de la fraternidad universal, la defensa de la integridad de la creación y los derechos humanos en favor de emigrantes y de todo sector víctima de todo tipo de exclusión. Su mensaje afirmaba el modelo de una iglesia conexional y la erradicación del proyecto bélico promovido por los grandes intereses militares y geopolíticos. Francisco ejemplifica cabalmente al verdadero profeta que no subasta su mensaje al mejor postor ni subordina su ministerio pastoral ante al altar de una religiosidad alienante. El profeta verdadero denuncia los poderes que promueven la muerte y anuncia diligentemente la defensa radical de toda vida. Su teología no está subordinada a los intereses de una clase dominante ni diseñada para perpetuar doctrinas religiosas arbitrarias. Para el Papá Francisco la historia tiene su futuro a pesar de los escribas y fariseos actuales vestidos de atuendos religiosos y víctimas de los sobornos políticos. Para él, la legítima libertad no era necesariamente la libertad religiosa, sino la libertad de la conciencia emancipada de discursos putrefactos que nada tienen que ver con el mensaje de Jesús de Nazaret. El Papá muy bien recalcó que la dignidad del ministerio de la Iglesia tiene que fundarse en una empatía plena con el otro y la otra y con el alienado por prejuicios anacrónicos infantiles. El Dios de Francisco no estaba determinado por doctrinas religiosas absurdas ni tradiciones eclesiásticas al servicio de las prepotencias de una clase dominante insensible.
En este momento histórico incierto que marca el fracaso del neoliberalismo y de la cristiandad, el legado de Francisco nos desafía a superar la procrastinación y recurrir a una resiliencia revolucionaria inspirada en aquella afirmación evangélica radical que señalaba, “yo no he venido a traer paz, sino espada”. El Evangelio Lejos de ser un modo de arcaico ajustarse a la cultura predominante y perpetuar un discurso religioso conformista, es un mensaje radical que aspira siempre a un mundo radicalmente nuevo y mejor. La implosión del fariseísmo religioso y político en necesario si deseamos vivir en plena dignidad y valorar lo realmente humano.
Sobre el autor:
El Dr. Luis G. Collazo, PhD, es un destacado teólogo y educador con títulos de la Universidad de Puerto Rico, Seminario Evangélico de Puerto Rico, y McCormick Theological Seminary. Ha sido profesor de ética y religión en la Universidad Interamericana de Puerto Rico y ha publicado numerosos libros de ensayos y poesía. Activista por la paz y los derechos humanos, ha recibido varios premios literarios y participa en diversas organizaciones internacionales. Actualmente, es pastor endosado de las Iglesias Bautistas de Puerto Rico.
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