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lunes, 10 de junio de 2024

La dignidad | Por Luis Collazo

“No, el primer deber del hombre no es diferenciarse, es ser hombre pleno, íntegro, capaz de consumir los más de los más diversos elementos que un ámbito diferenciado le ofrece” - Miguel de Unamuno.

Hay quienes hoy pretenden reducir la dignidad humana a una agenda política enraizada en un discurso religioso mezquino y excluyente. En la medida que se intente reducir la dignidad humana a un proyecto político que pretenda reestablecer una “teocracia” absolutista y dogmático nos arriesgamos a permitir el discrimen y la exclusión social.

El desafío al que nos enfrentamos requiere de una actitud colectiva crítica y suspicaz. Reducir la idea de la dignidad humana a concepciones religiosas y bíblicas caprichosas, arriesga la libertad de conciencia y la auténtica concepción de democracia. El discurso de la “dignidad” así como el del “nacionalismo cristiano” cancelan el fundamento de la empatía y la solidaridad. Es así como se fomenta el racismo, el sionismo, la idolatría del poder y el odio al emigrante. La religiosidad carece de fundamento para la dignidad cuando ésta se convierte en un fanatismo opresivo y dictatorial.

No debemos de ver ambos fenómenos políticos como un evento nuevo pues la historia está plagada de agendas que han pretendido, y hasta han logrado persuadir, a amplios sectores sociales a adoptar supuestos religiosos vinculados a la dignidad. Todos han fracasado en el escenario de la prepotencia y la represión. Precisamente su agenda fundada en ignorar la inclusión plena de todos los actores y constituyentes de la sociedad en el devenir histórico marcó su ruta hacia la derrota de sus proyectos. Es preciso también indicar y recalcar que el retorno actual de estos discursos depredadores de la auténtica dignidad humana es síntoma de la decadencia de esas hegemonías deshumanizantes. Si algo fortalece la sociedad es una política plena de inclusión donde todos los protagonistas sociales son reconocidos con su plena dignidad humana.

Carece de dignidad toda estrategia que menoscabe la libertad humana y pretenda legislar y legalizar la misma a partir de criterios religiosos, bíblicos y teológicos. El “mesianismo” de sectores religiosos que aspiran a conquistar la voluntad política mercadeando la “dignidad”, carecen de la humildad necesaria que ésta implica. El intento de oficializar política y religiosamente un criterio particular de “dignidad” implica un atropello a la libertad y a la justicia social. El futuro de la sociedad no puede reducirse a unos actores que pretenden capturar la buena voluntad social mediante la utilización mercantilista de la figura del Mesías. Precisamente, en la concepción del Mesías está la fundamentación de una sociedad caracterizada por la justicia, la libertad y la apertura al prójimo sin agendas recalcitrantes. El auténtico mesianismo debe aspirar a la plena liberación de toda condición que oprima, ignore y estigmatice a la persona. Quienes pretenden lo contrario están en contradicción con el futuro de la esperanza.

Ningún argumento o cuerpo de ideas religiosas debe pretender ni presentarse como la salvaguarda del bien común. Precisamente, su tarea debe ser contribuir a fomentar el diálogo abierto y colaborativo al interior de la sociedad. Las posiciones religiosas dogmáticas e intransigentes constituyen una peligrosa amenaza para un pueblo a quien le urge una sana convivencia abierta y solidaria. Las condiciones históricas de nuestro pueblo exigen un perfil de liderazgo con una inteligencia emocional cabal y un pensamiento crítico incisivo que no sucumba ante estereotipos superfluos y propuesta demagogas. Las propuestas sociales enclavadas en leyes, normas y promesas populistas carecen de eficacia y viabilidad legítima.

Nunca la religión ni la idea de dignidad debe ser utilizada para justificar un proyecto político particular. El único camino que valida el discurso de la fe y la dignidad es aquel que contribuye a la liberación plena de la persona humana y consolida la libertad solidaria. Sucumbir en la ingenuidad sólo nos asegura una sociedad sumida en la superficialidad y la devaluación de la dignidad humana. La historia nos demuestra la disfuncionalidad de estos proyectos matizados de religiosidad y moralismos deshumanizantes. Abrir el espacio de la historia a la plena reconciliación de los actores sociales y las culturas será el camino que nos permita decir que “un mundo nuevo y mejor es posible”.

Sobre el autor: 

El Dr. Luis G. Collazo, PhD, es un destacado teólogo y educador con títulos de la Universidad de Puerto Rico, Seminario Evangélico de Puerto Rico, y McCormick Theological Seminary. Ha sido profesor de ética y religión en la Universidad Interamericana de Puerto Rico y ha publicado numerosos libros de ensayos y poesía. Activista por la paz y los derechos humanos, ha recibido varios premios literarios y participa en diversas organizaciones internacionales. Actualmente, es pastor endosado de las Iglesias Bautistas de Puerto Rico.

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