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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Despierta, Neo... Acojonamientos, osadías y delirios provocados por la Carta de Harold Segura “Cavilaciones públicas ante mis..."

Por Erika Izquierdo Paiva, Perú y USA


Al parecer, Harold Segura decidió tomar la píldora roja [1]. Y por todo lo que se ha desatado desde que su artículo salió publicado,  la “Matrix” de las últimas versiones de la Misión Integral ha quedado en evidencia, y no existe retorno.

Por supuesto ya han aparecido, y seguirán apareciendo, los discursos de negación de las y los adictos a la píldora azul. Pero otros, agradecemos a todos los mártires evangélicos de que sea nuestro hermano Harold, al fin, el que se haya animado a levantar públicamente algunas preguntas.

Aunque significativo, lo que despunta en su carta abierta, no es una primicia. Dentro, pero sobre todo desde los márgenes donde se ha bebido con emoción y gratitud de la Misión Integral, muchos han dicho esto antes recibiendo, de los “Agentes Smith” de nuestra Matrix, la correspondiente distinción bíblica para los profetas incómodos: pedradas.

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Prometemos según nuestras esperanzas, y  cumplimos sobre nuestros miedos.

Y me hablaron de futuros, fraternales, solidarios, donde todo lo falsario, acabaría en el pilón. Y ahora que no quedan muros, ya no somos tan iguales, tanto vendes, tanto vales, ¡viva la revolución! Reivindico el espejismo, de intentar ser uno mismo,ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza de encontrar en tu miradala belleza  (Luis Eduardo Aute)

Mientras que el poder constante invita siempre a la resignación, a las no alternativas; es la insumisión la que va a engendrar y parir el futuro: las esperanzas se conciben en las contingencias. Los caminos alternativos abren sus trochas cuando cuestionamos la homogeneidad.

Así nació la Teología de la Misión Integral (TMI) en el mundo evangélico. Fue alumbrada por la osadías, la imaginación, la inconformidad y el santo delirio de unos jóvenes creyentes insurrectos desafiando a la teología evangélica hegemónica de su tiempo. Los hoy llamados Padres subvertieron el establishment evangelical de su momento histórico: levantándose, delatando, reinterpretando, buscando puentes.

Desde el inicio, sus propuestas incomodaron a muchos.  Fueron duramente criticadas por los grupos más conservadores del mundo evangelical. Estos la señalaron infractora, liberal, e incluso marxista-comunista. No pocos, negaron el linaje bíblico de su propuesta y con aquella arrogancia del opresor dominante, pretendieron despreciar la pertinencia de su lugar teológico en el mundo.

A René, Samuel, Valdir, Tito y Pedro; entre muchos otros, les agradecemos el lenguaje profético que usaron en el mundo evangélico para expresar la voluntad de Dios, su insistencia en que acojamos Su reino, y el trabajo colectivo de hacer teología no como una metafísica religiosa de la especulación, sino con la urgencia de vivirla.

Pero al parecer entonces, en medio de la persistencia de estas oposiciones, algunos sectores del liderazgo de la TMI, sobre todo de las generaciones siguientes, fueron optando por encargarse de normalizar el silencio acrítico, colonizar sus causas teológicas, y reducir a la ortodoxia discursiva, una versión bastante aguada de la Misión Integral.

A través de los años, la metodología de la reproducción universalista de este abordaje teológico, desde su versión diluida, y su vigorosa adhesión entre los círculos estudiantiles evangélicos y de organizaciones confesionales para el desarrollo en la región; la volvieron una teología condicionada al voltaje que podría soportar su público cautivo y aquél que siempre esperó alcanzar: el compuesto por lxs de la tradición evangélica ortodoxa.

La Matrix de la Teología de la Misión Integral es una Patrix

Es posible que los Padres no intuyeran lo que un enunciado de la fuerza de la TMI seguiría interpelando en las siguientes generaciones que se encontraban con aquella desde sus propios lugares epistemológicos. Que gente inquieta e inquietante como ellos, continuaría escrupulosamente esa labor de deconstruir lo normatizado, pero incluso en dimensiones más desestabilizadoras que las primeras denuncias proféticas de los “Padres a la ortodoxia evangélica: género, raza, sexualidad, naciones indígenas, cultura...

Al percibir estos “brotes”, el instinto de conservación de algunxs liderazgos de la Misión Integral en América Latina, se ocuparon de vigilar el alineamiento de las bases al sistema patriarcal que les permitía de alguna manera “reconciliar” con lo evangelical ortodoxo. Así fue como usando su poder, sancionaron con la invisibilización y/o expectoración a quienes se atrevían a revisar la TMI desde la fidelidad a lo que entendían invitaban sus propias demandas intrínsecas.

La historia no oficial da cuenta de muchos procesos refrenados. Como lo sucedido con el vibrante movimiento nordestino brasileño de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL), que se arriesgó a levantar posturas políticas molestas a los evangelicales del establishment, a hacer teología popular y a hacerla desde todos los cuerpos excluidos. O como nos sucedió a las mujeres que tuvimos que difundir de manera apócrifa el manifiesto que elaboramos durante el último CLADE, cuando el grupo redactor nos negó la inclusión de nuestros temas “perturbadores” en el documento final de Costa Rica. También aconteció lo mismo con los poderosos discursos contenidos en un fanzine que elaboraron jóvenes teólogos y teólogas de América Latina durante la celebración de los 45 años de la FTL en el 2015.

Así, negados a escuchar que el emperador estaba desnudo, la labor teológica de muchos de los "Hijos de los Padres de la Misión Integral, fue paralelamente mermando su voz profética hasta en algunos casos llegar tan sólo a instrumentalizarse sin pasión en programas de ONG, o inventariando periódicamente, en eventos y publicaciones teológicas, a los freaks sociales, las víctimas, los agitadores  y resistentes del sistema, pero desde la negación de la plenitud y diversidad epistemológica, desde una pertinencia tardía, y desde la invisibilización de los sujetos marginados “no convenientes”.

Y es que si hablamos de la tarea reflexiva y teológica dominante de la FTL, la participación real en su liderazgo -es decir tomando decisiones- fuera del patrón: “hombres/adultos/cisgéneros/propensos a la altivez intelectual/no plenamente indígenas/no plenamente negros”- no ha estado visibilizada en varias generaciones; y si esta ha ocurrido, en muchos casos ha seguido reproduciendo el discurso dominante de quienes patriarcalizaron la TMI; es decir la negación del poder de la propia identidad epistemológica. Salvo, por supuesto, por valiosas excepciones que convivieron, y conviven, en actitud de resistencia dentro de esta “Patrix”.

Fue entonces que, bajo la trama y el control de esta patrística latinoamericana, se desechó el despliegue de una pluralidad de formas de sentipensar desde los más diversos cuerpos, existencias y ámbitos de procesos culturales, sociales y políticos.

No podría yo misma dejar de reconocer, que estas facciones de los liderazgos de la TMI fueran los únicos responsables de la crisis del impacto de la Misión Integral por América Latina. Todos los que nos hemos aclimatado a sus lecturas fáciles de la realidad, o desarrollado proyectos de asistencia social descuartizando la TMI, o asumido con el silencio o el chisme de pasillo nuestra situación de rehenes sin esperanzas; tenemos de alguna manera una responsabilidad compartida cuando preferimos ser parte del mainstream de la TMI, manteniendo sus discursos y sus prácticas sentenciosas antes de perder nuestra “inmunidad” en el mundo evangélico.                                            
Por ello, aunque la TMI ha planteado argumentos reveladores que siguen cautivando/perturbando a los que acogen el reino en diferentes generaciones, no pocos hemos vivido la esquizofrenia de autopercibirnos progresistas, estando marcados por el conservadurismo como forma de encarnación.
¿Cómo se puede hacer una teología transformadora de esta manera, hermano Harold? Es muy difícil, y ese debiera de ser el primer pecado a confesar: el lugar epistemológico monolítico en el que nos hemos acomodado.

Frente a la negación de cuestionamientos incómodos de nuestros contextos, o al miedo de perder espacios en la ortodoxia evangélica, se prefiere callar subjetividades, silenciarlas de nuestra reflexión teológica, sin importar si con nuestra omisión seguimos siendo parte de los/as que estrujan la vida de millones de oprimidos en América Latina.

Esta aprehensión, es la que quizá pueda explicarnos por qué "Los hijos de los Padres de la Misión Integral" no han tan siquiera levantado algún argumento teológico coherente con el don del reino para hacer frente a las letales manifestaciones políticas de la bandera ultraconservadora de la llamada “ideología de género”; cuando lamentablemente son éstas, junto al aborto, las únicas “causas ciudadanas” en las que la iglesia parece militar. Silencio.

¿Qué es lo que temen estas facciones? ¿ Que la TMI pierda la influencia en las Iglesias Evangélicas de nuestra América Latina? Noticia: con lo acontecido recientemente por la movilización de la “fuerza evangélica” en el continente, está más que demostrado que aun queriendo salvaguardarnos dentro de la tradición ortodoxa, nunca hemos podido romper la influencia del fundamentalismo, y menos aún en los últimos tiempos con las embestidas de su versión más bárbara y ruin.

Sin embargo, la exigencia de Dios jamás ha variado en ningún tiempo ni contexto: Él nunca nos ha reclamado ser “exitosos”; Él nos ha demandado, nos sigue demandando, Fidelidad.

“Callar ahora sería morir”.

El amor echa fuera el temor

No hace mucho, Gustavo Gutiérrez dijo que hacer teología era como escribir una “carta de amor”, una esquela que va componiéndose de forma distinta según el momento de la relación, aunque el amor siga siendo el mismo. ¿Pero cómo hay que disponernos HOY a escribir nuestras cartas de amor en América Latina? Y lo más importante: ¡cómo vivir ese amor y evidenciarlo en lo privado y en lo público?

Octavio Paz lo pone de esta manera: “Amar es combatir”. Sí, el verdadero Amor comienza por  problematizar la existencia.

Debes amar la arcilla que va en tus manos; debes amarsu arena hasta la locuray si no, no la emprendas que será en vano;sólo el amoralumbra lo que perdura… (José Martí)

Eduardo Galeano tenía razón: somos seres sentipensantes. Cualquier pensamiento antes es un sentimiento, un sentimiento sobrecogedor que nos ciñe a reflexionar. Por ello, la única forma de honrar un proceso teológico que acoja al reino, es amando. Sin amor no podemos hacer  teología.
Darle cara a ese amor, entonces, sí que resulta angustiante, pues la vida dada por Dios se organiza y experimenta de modos infinitos que muchas veces nos sobresaltan y asustan.

Por ello, el clima y subtexto de este ejercicio del amor, debe ser el encuentro. Vernos a la altura de los ojos, no para conocer sobre la pluralidad de lxs otrxs a partir de una posición teológico-cognitiva sino para encontrarnos real y significativamente. Porque una teología que niega la justicia existencial y cognitiva de toda la diversidad, será una teología narcisista enajenada en su endogamia discursiva.

La TMI no puede conformarse a “ser la voz de los que no tienen voz”. Es  necesaria, como diría Isaac Palma, “una teología del reconocimiento, una teología de resonancia polifónica”, donde el Espíritu fecunde la realidad devolviéndole la voz a quien se le ha despojado de ella. Donde los que usualmente secuestramos la palabra, implementemos la postura teológica de callar, de volvernos oyentes asertivxs desde el reconocimiento de la dignidad y la justicia de los otros y las otras. Promoviendo que la multitud de personas, comunidades y situaciones históricas se escuchen así mismas, y a partir de la resonancia de su propia voz, hecha palabra y autoridad, se descubran y nos enseñen del Dios que habita en sus luchas, en sus culturas, en sus cuerpos.

Porque aunque muchos sujetos sufrientes pueden haber sido dejados de lado, maltratados y hasta traicionados por la versión agorafóbica de la TMI; en la resistencia del Espíritu, que se mueve donde quiere y como quiere, nunca han parado de narrarse y esa potencia es la que los rescata definitivamente de aquella segunda miseria a la que suele condenarlos la invisibilización de las teologías domesticadas.

Ésta es la demanda impostergable de aquellos que se resisten a ser negados, o peor aún, a ser transformados, nuevamente, en mercadería teológica discursiva de nuestros eventos o “destinatarios” de nuestros proyectos sociales sin amor (Corintios 13).

Ellos y ellas nos recuerdan nuestra Misión: que acoger el reino de Dios, se trata en condensadas cuentas, de rebuscar Su justicia: la confirmación de Su Epifanía transitando y dando sentido, a la infinitud de los firmamentos posibles.

El amor entonces es un experimento, un intento.  Y si en nuestra América Latina, “siguen surgiendo iglesias que no sólo hablan sino practican la misión integral con miras a la transformación”, es porque hemos llegado hasta aquí gracias a todos los que han profanado y disputado, los perdedores, los del comportamiento excéntrico, los ajenos al deber ser. Porque muchas veces, sino todas según Jesús de Nazaret, honrar la vida es perder. (Marcos 8:35).

En una de las fecundas reacciones a la carta de Harold en su versión portuguesa colgada en Facebook, Alessandro Rocha cita el lema de la casa de los “perdedores” de Juego de Tronos[2], los Stark: ”the winter is coming” se acerca el invierno. Esta frase tan conocida por lxs seguidorxs de la saga, es con la que esta familia que lo va perdiendo todo, anuncia que se vienen tiempos difíciles, y que por ello habrá que prepararse y estar aún más unidos.

No podemos perder la perspectiva de que la defensa del reino es colectiva, en redes, en manadas. Hay que volver a reencontrarnos entre nosotros y nosotras en toda la América Latina, acercar las distancias epistemológicas, generacionales, hermenéuticas, geográficas, lingüísticas. Dejar de comportarnos como hermanos siameses que se dan la espalda. Los que ya vamos envejeciendo, sabemos que es a partir de determinada edad que estamos siendo  responsables de nuestros rostros y vamos pareciéndonos más a nuestros corajes y a nuestras cobardías.

Los grandes cambios vienen de cosas que eran quimeras, que eran imposibles de creer incluso de pensamiento, pero que jamás vencieron a la Esperanza, esa virtud teologal, que en el corazón del poeta Charles Péguy es: “Esa niñita de nada. Sola, llevando de la mano al Amor y a la Fe, atravesará los mundos concluidos. Una llama que  traspasará las tinieblas eternas”.

Se trata entonces de volver a la Esperanza y de perder, sobre todo los miedos. De salir del ostracismo teológico conveniente que no se ensucia las patas ni el alma; y explicar la naturaleza descomunal, extraña y provocadora de los sujetos sufrientes y los universos que habitan y los habitan, y decidirnos al fin a amar, ¡a AMAR y sufrir la "comunidad de relatos" cuanto más distintos/más ajenos/ más embrollados/más indecentes/más peligrosos, nos parezca que estos sean!

“Hagan esto en memoria mía”. 

"Eu quero desaprender para aprender de novo.Raspar as tintas com que me pintaram.Desencaixotar emoções, recuperar sentidos..." (Rubem Alves)

Eu quero. Yo quiero.

Érika Izquierdo Paiva

Para escuchar el texto:

___________________________

[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Matrix
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Juego_de_tronos

Sobre la autora:

Érika es peruana de nacimiento; Biblista, Teóloga y Odontóloga. Desde el 2004, Erika se ha desempeñado como Coordinadora de la Campaña de Desafío Miqueas para América Latina, un esfuerzo mundial que busca promover el compromiso y la participación de la Iglesia Evangélica para la reducción de la pobreza en el mundo. Actualmente, Érika es parte de la Comunidad de Fe de la Iglesia Cristiana Reformada de Norteamérica y miembro del Consejo Directivo de World Renew.



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