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viernes, 6 de octubre de 2017

¿Qué educación teológica necesitamos hoy los Bautistas del Ecuador? | Por Ronald Rivadeneira

Breve ensayo de participación para el Coloquio inaugural del segundo semestre del Seminario Teológico Bautista del Ecuador / Quito, D.M., 7 de septiembre 2017

Quisiera en un primer momento referirme a las palabras que se usan para generar la pregunta, así poder con ello iniciar con otras preguntas necesarias para este conversatorio.
  • ¿Qué entendemos por educación teológica?
  • ¿Reconocemos como evangélicos y/o Bautistas la educación teológica como una necesidad?
  • ¿Si la educación teológica es una necesidad, que males aplaca solventar esta necesidad?
Solo puedo esbozar algunas ideas generales y en la medida de lo posible esperar que por lo menos sean preguntas detonantes en nuestras comunidades de fe para tratar de hacer una respuesta, nótese que hablo de “hacer” una respuesta y no de tener una respuesta escrita o descrita, es decir desde una noción de praxis.

Como evangélicos necesitamos una teología no solo de aprender, sino desaprender varias cosas mal aprendidas, una teología que fomente el pensamiento crítico y propositivo de acción social, pensamiento necesario para reconocer las falacias en cualquier tipo de discursos, entre esos discursos, el discurso teológico evangélico. Salir por ejemplo de la interpretación literal y fundamentalista del texto bíblico que cuestiona el acercamiento a los otros para servirles y atenderles en sus contextos y necesidades. Es lamentable ver como el pensamiento más cerrado en el mundo evangélico es el que más abierta tiene la boca para acusar al otro. La pretensión de verdad desde una noción de teología acrítica mata la esperanza de encontrar en la iglesia una expresión del Reino de Dios.

Como evangélicos necesitamos una teología en construcción, es decir no solo de decir, de describir postulados, sino una teología que se relacione con la praxis. Con la práctica de Jesús de presentar el Reino de Dios en el encuentro con el otro diverso, Jesús no se cerró en pretensiones de verdad judías, en el camino y en el encuentro  con el otro diverso presento el Reino de Dios ante la mujer del pozo, el ciego, el capitán romano o los niños, él  se abrió a la atención y presentación del Reino con los otros diversos. Su teología era del camino, del encuentro.

Como evangélicos debemos desacomodarnos como lo hizo Jesús y mirar a la diversidad para que podamos presentar el Reino de Dios, no solo con nuestras palabras, sino esencialmente con nuestras acciones.

Es necesario revisar el camino recorrido como denominaciones, como Bautistas y como evangélicos; no solo quedarnos en los lugares de transito de la historia del evangelio. Lugares de transito históricos y geográficos que no nos permiten pensar en el lugar donde nos encontramos, tanto históricamente hablando como geográficamente.

Los Bautistas aún añoran su origen en Convenciones o Misiones Foráneas del norte, los evangélicos en general recuerdan el apoyo económico de organizaciones evangélicas misioneras de distinto origen, no se trabaja para fortalecer la noción de evangélicos como identidad latinoamericana que por ende debe cuestionar críticamente postulados ideológicos anglos y europeos, introducidos como doctrina.

La educación teológica critica debe dar por resultado creyentes que no midan el existo de una congregación con el número de culto o creyentes, sino en la fidelidad en  el cumplimiento práctico de la palabra de Dios, en la atención a los niños y niñas, de los ancianos, en la atención de necesidades materiales y emocionales del ser humano, es decir creyentes que estén al servicio del Reino.

Hay que abrazar la historia y tener gratitud por los hermanos misioneros, en su mayoría norteamericanos, pero hay que ver la historia diacrónicamente, con sus implicaciones sociales, políticas, religiosas en los distintos momentos y lugares.

Solo puedo esbozar una idea a manera de respuesta atropellada tanto a la pregunta generadora, como a las otras que pude desprender de esta.

La educación teológica crítica es una necesidad para atenuar los males modernos o posmodernos de la iglesia actual que deja de lado la comunidad y la relación con el otro como elementos centrales de nuestra liturgia. “Mi pueblo perece por falta de conocimiento”, ya nos advertía Oseas en el siglo 8 a. C.

Nos sería necesaria una teología evangélica y en relación a la pregunta, también Bautista del sur que valore la diversidad y el encuentro. Como Bautistas del sur, no de la Convención del Sur de los EUU, sino de esta tierra, que den valor a los lugares geográficos e históricos de nuestros orígenes. Orígenes que están antes de la Reforma Protestante y a su vez con ella. Identidad que pasa por reconocer los procesos de evangelización europeo y norteamericano, la construcción de los principios bautistas como idearios de conducta en aspectos tan diversos como la política, los derechos humanos, la libertad de pensamiento que deben ser enriquecidos como evangélicos y bautistas latinoamericanos en busca del Reino.

Lo que implica una Educación Teológica que nos permita también afrontar los males latinoamericanos en la moral, dar respuesta a una sociedad adulto céntrica que piensa la liturgia en relación a los adultos,  una sociedad androcéntrica que justifica la sumisión de la mujer en el hogar y relega su participación en la iglesia al cuidado de los niños, una sociedad machista que usa la biblia en defensa de conductas aberrantes como la violencia intrafamiliar.

Necesitamos una educación Teológica que se traslada a la praxis de nuestras comunidades, que instaure el Reino de Dios en los espacios de terror y violencia en lo que actualmente está el mundo. Si la educación teológica se relega o solo se entiende dentro del espacio de una escuela dominical, se relaciona con la preparación de un pastor para elaborar un sermón, se reduce a unas aulas de un seminario; todo esto sin expresar, la justicia, la libertad y esperanza que la palabra de Dios trae a los oprimidos, es decir, sin hechos, vale recordar lo que Pablo advertía de la fe sin obras. La educación teológica debe ser movilizadora de la iglesia a la instauración del Reino de Dios.

Sobre el autor:

Ronald Rivadeneira es Licenciado en Antropología Aplicada, Magister en Estudios Sociales con mención en Sociología. Es pastor Bautista desde hace 18 años, ex Decano del Seminario Bautista del Ecuador Facultad Quito. Actualmente es Presidente de la Asociación de Iglesias Bautistas de Pichincha y miembro del Comité Ejecutivo de la Convención Bautista Ecuatoriana.

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