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lunes, 30 de octubre de 2023

¿Combatir el Halloween con el ardor de Elías? | Por Harold Segura


Por estos días finales del mes de Octubre, no son pocas las iglesias y los predicadores que sintiéndose aludidos —en algunos casos, ofendidos— por la celebración del Halloween desatan su furia homilética contra ella. Vale admirar la disciplina con el que investigan los orígenes celtas de la festividad y la habilidad con la que exponen textos de las Escrituras para combatirla. Por poco, su furia evoca al profeta Elías cuando atacó a los sacerdotes de Baal. ¡Puro ardor profético! dirán algunos. Una «cacería de paganos», que esta vez emplea las armas de la tecnología virtual facilitada por la internet.

Leyendo a mis colegas predicadores he aprendido mucho acerca del Halloween; valga reconocerlo. Ahora sé, por ejemplo, que su origen se remonta a viejas fiestas paganas anteriores a la era cristiana; que entre los escoceses, irlandeses, ingleses y, mucho tiempo después, entre los habitantes de los Estados Unidos de América, del siglo XVII, tenían sentido espiritual: eran fiestas ceremoniales de claro contenido supersticioso y anticristiano. Todo esto para concluir que debemos combatirla con la misma virulencia que lo hicieron muchos cristianos de aquellos siglos. Porque cierto es que en épocas pasadas un sector del cristianismo emprendió la lucha contra esta celebración e intentó, con poco éxito, exterminarla.

Épocas hubo en las que se luchó contra la fiesta de marras asignando en el calendario cristiano el 1 de noviembre (un día después del Halloween) como fiesta de todos los santos. Si aquellos enaltecían la muerte como tal, nosotros enaltecíamos el recuerdo de nuestros santos.

Larga es, por cierto, la historia de nuestras luchas como creyentes: las de Elías contra los de Baal, las de los discípulos de Jesús contra los rebeldes samaritanos (Lc 9:51-54), las de Lutero contra los anabautistas y las de los anabautistas contra los insubordinados de Münster (siglo XVI), la de Calvino contra Servet… y la lista se haría tan extensa como dolorosa. Una lista de intolerancia disfrazada de pureza dogmática.

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Pero sigamos con la historia que he aprendido. La Iglesia Católica cree que la festividad del 1 de noviembre nace de la decisión del Papa Bonifacio IV de consagrar el Panteón de Agripa al culto de la Virgen y los mártires. Se conmemoraban de este modo los santos anónimos y desconocidos por la mayoría de la cristiandad. Fue el Papa Gregorio III (731-741) quien cambió la fecha del 13 de mayo a la del 1 de noviembre[1].

La víspera del 1 de noviembre se celebraba Sambein, fiesta pagana celta que marcaba el final del verano y las cosechas e introducía los días de frío y oscuridad. La creencia era que el dios de la muerte hacía volver a los muertos, permitiendo de este modo la comunicación de los druidas con los antepasados. El pueblo romano celebraba el 21 de febrero la fiesta de Feralia en la que ayudaban con sus oraciones a la paz y el descanso de sus difuntos. Con la invasión romana, la cultura celta se mezcló con la de los césares y la religión de los druidas terminó por desaparecer. Sin embargo, la fiesta de los muertos no se perdió del todo. Los romanos la mezclaron con sus fiestas de Pomona, dedicadas a la diosa de la fertilidad, y así el primitivo Halloween de los celtas pudo sobrevivir al paso del tiempo conservando gran parte de su espíritu y algunos de sus ritos. Con el cristianismo esta vigilia se llamó All Hallow´s Even (Vigilia de todos los santos) y su importancia fue creciendo con el paso del tiempo y se fue transformando hasta llegar a lo que hoy se conoce como Halloween, que es una mezcla de muchas tradiciones que los inmigrantes llevaron a los Estados Unidos.

Tales sucesos son historia real y esos orígenes son indiscutibles. Pero, vale preguntarse: ¿la lucha de cruzados ardorosos contra esta fiesta no estará representando, de manera paradójica, una de las mejores promociones de esa antigua celebración? ¿Con nuestra actitud de contradictores no nos habremos convertido en sus mejores promotores? Porque, ahora resulta que en los púlpitos, en los programas de radio y televisión y en los demás medios de comunicación que están a nuestro alcance, nos hemos dedicado a explicar los orígenes, a desentrañar los significados históricos y lexicográficos (yo mismo acabo de hacerlo), y a asustar a propios y ajenos (esto si nunca lo haría) con una especie de exorcismo publicitario que a quienes más beneficia es a los que están interesados en la comercialización de la fiesta y en su proyección espiritualista.

Esta obsesión infortunada contra el Halloween, nos ha hecho olvidar que en esa misma fecha se celebra el Día de la Biblia y que fue un 31 de octubre de 1517 que estalló la Reforma Protestante en Wittenberg; es el Día de la Reforma. A propósito de Martín Lutero, solía decir que: «La mejor forma de expulsar al diablo, si no se rinde ante el texto de las Escrituras, es mofarse y no hacerle caso porque no puede soportar el desprecio». Y el apóstol Pablo enseña: «…sabemos que un ídolo no es nada (no tiene verdadera existencia) en el mundo, y que no hay sino un solo Dios» (1 Co 8:4 Biblia Latinoamericana). Entonces, ¡feliz Día de la Reforma!

Notas:

[1] Se sigue la información histórica ofrecida AQUÍ  

Sobre el autor:

El pastor y teólogo Harold Segura es colombiano, radicado en Costa Rica. Director de Fe y Desarrollo de World Vision en América Latina y El Caribe y autor de varios libros. Anteriormente fue Rector del Seminario Teológico Bautista Internacional de Colombia.

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