Buscan de un cristianismo que les haga sentirse bien. Quieren disfrutar de la salvación hoy. Son dados al placer y a la buena vida. ¡Para eso han estudiado y trabajado tanto! Sin embargo, no puede ser cualquier cristianismo pues tienen un fuerte temor a cometer idolatría. Dentro de sí les invade un fuerte sentimiento de culpabilidad, un vacío que no pueden llenar fácilmente.
Las diferentes iglesias que visitan tratan de domesticarlos, pero nuestros errantes amigos ya conocen tales rituales y trucos. Esta comunidad de nómadas no tiene organización pero es real, y a su vez imaginaria, y virtual. Es una comunidad informal que por ser transitoria no deja de ser sólida. Su andar es en pequeños grupos, y sus valores posmodernos no les motiva a visitar iglesias “tradicionales”, pues le son aburridas. Les gusta lo bueno, lo nuevo, y a la moda.
Entre el diverso mercado religioso protestante les gusta el anonimato de las grandes megaiglesias evangélicas. Grandes parqueos donde su automóvil se confunde entre otros, grandes auditorios donde su presencia pasa desapercibida, cultos ruidosos donde su voz se pierde entre muchas. Simplemente se entremezclan con aquellos que tienen una afiliación religiosa, y así satisfacen sus necesidades espirituales. Una vez satisfechos pueden criticar a los fieles religiosos de “panderetas”, “legalistas”, y “cerrados”. En tales iglesias, de todos modos, a nadie le importa ni le preocupa quien viene o quien no ha vuelto.
Al no ser el hambre espiritual es el aburrimiento o la desesperanza la que los impulsa a encontrar un lugar religioso que satisfaga sus necesidades semanalmente. Aquellas comunidades religiosas modernas que solicitaban membresía y diezmos, hoy son contrastadas con las crecientes comunidades posmodernas donde todos son bienvenidos y a nadie se le pide cuentas, y las expectativas son mínimas. Les gusta las iglesias cuyos temas sicologístas son prácticos y les hace sentir bien, en contraste con aquel Dios vengador y cascarrabias que acostumbraban escuchar de niños.
Sus historias pueden ser tristes y llenas de dolor. Pues una vez fueron fervientes religiosos, pero ahora llevan consigo las cicatrices de abusos de pastores y hasta de sus propios padres. Algunos de estos errantes nacieron evangélicos, y de vez en cuando visitan alguna iglesia. Sus padres fueron convertidos del catolicismo Romano a un protestantismo legalista. Vivieron su niñez ante un rígido legalismo religioso. Otros nunca recibieron una correcta formación religiosa, y antes de lograr un crecimiento espiritual solido fueron abusados espiritualmente. A tal punto que hoy han llegado a perder confianza en cualquier institución religiosa.
Lo interesante es que son personas que requieren atención, sanidad, hasta una iglesia que responda a sus inquietudes y preguntas. Parecen necesitar de una comunidad cristiana que aun es insipiente en nuestro país, con un liderazgo democrático, de mentoría, y acompañamiento. Es una nueva población que requiere de un nuevo estilo de iglesia.
Algunos de estos nómadas tienden a describir su vida ética de “me comporto como Católico, pero pienso como protestante”. Parecen más bien miembros de la Nueva Era pero con un fuerte arraigo al monoteísmo patriarcal. En realidad, algunos han llegado a crear “su propio dios” con su propia ética. Su dios es libre y les hace sentir bien cuando están haciendo las cosas bien. ¡Su ética parece ser dictada por sus sentimientos!
Después de una noche de fiesta, sus visitas de cada fin de semana depende siempre de quién predica, de la calidad de la música del lugar, de qué tanto el “espíritu” se esta moviendo, o si alguna iglesia no pide muchos requisitos para ser visitada. De esta manera, andan de megaiglesia en megaiglesia, y con el tiempo vuelven en su ciclo de visitas. Sin embargo, su sentido de aventura trastorna a todas estas iglesias, que ven sus sillas llenas pero sus arcas vacías.
Dice bien el sociólogo francés Michel Maffesoli “es en esto en lo que la posmodernidad está emparentada con la premodernidad: la falta de preocupación por el mañana, el gozo del momento, el arreglárselas con el mundo tal y cual es”. No hay duda que para hoy, y para los años porvenir, necesitamos diseñar una iglesia que atienda a las inquietudes de las poblaciones jóvenes latinoamericanas. Es necesario que del mismo evangelio emerja una iglesia con compromiso a la misión de Dios, que responda a las inquietudes y vagabundeos de las nuevas tribus posmodernas. En otras palabras, necesitamos construir comunidades cristianas que sean fieles al Texto y fieles al Contexto social emergente de la Latinoamerica de hoy.
Sobre el autor:
El Dr. Osías Segura es un misionólogo costarricense. Osías, después de cinco años de enseñanza en el Seminario ESEPA en Costa Rica, se trasladó a California; hoy está radicado en en Pasadena donde es profesor asociado, en inglés y español, del Seminario Teológico Fuller
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