Dos hechos recientes en nuestro continente invitan a pensar sobre el modo en que la universidad se inserta en el pluralismo contemporáneo. Por una parte, la Secretaría de Estado del Vaticano ha solicitado a la Pontificia Universidad Católica del Perú que se abstenga de utilizar los títulos de pontificia y católica, pues no habría adecuado sus estatutos de un modo fiel a la constitución Ex corde Ecclesiae. Por otra parte, una catedrática que estuvo a punto de asumir el rectorado de la Universidad de Montevideo tuvo que dimitir antes de haber asumido, pues dichos suyos sobre la homosexualidad fueron recibidos con una presión social que parecía hacer inviable su asunción del cargo. Perteneciendo a otra nación, no puedo juzgar respecto de la propiedad de sus dichos a la luz de la legislación uruguaya; perteneciendo a otra confesión, no puedo juzgar cuánto se aleja la Pontificia Universidad Católica del Perú de la identidad expresada en su nombre. Pero las reacciones a estas dos situaciones nos deben interesar a todos los que valoramos la universidad y la libertad.
En ambos casos, un número considerable de reacciones se ha articulado en torno a la idea de que el pluralismo contemporáneo implicaría la eliminación de perspectivas confesionales específicas. Bajo condiciones de una sociedad pluralista, se ha dicho, la universidad no puede operar desde una cosmovisión determinada. Así, el pluralismo parece defendido, pero bajo tal título no encontramos entonces un conjunto de proyectos universitarios efectivamente distintos. En lugar de eso se pide cierta variedad dentro de cada institución, pero entre ellas hay homogeneidad, pues cada una repite la misma oferta de visiones de mundo. Cabe dudar de que ésta sea la mejor defensa posible del pluralismo. ¿Por qué no reconocer que una posible contribución al pluralismo en la sociedad es el de permitir precisamente una multitud de universidades representando cosmovisiones distintas? Cada una podrá tener la homogeneidad que considere necesaria para la mantención de su identidad, y el pluralismo en la sociedad estará garantizado y protegido precisamente por la existencia de dichas perspectivas rivales, expuestas a la crítica pero también libres para desplegar su identidad.
Una comprensión tal del pluralismo no sólo permite que de facto exista una mayor pluralidad de visiones de mundo compitiendo, y cada una pudiendo articular de modo coherente sus propuestas. Además, se condice de modo más natural con el abandono de una ingenua epistemología para la que desde un punto de partida neutral el conocimiento avanza por la simple acumulación de evidencias empíricas: el condicionamiento cosmovisional del conocimiento es hoy reconocido desde las más variadas escuelas. Desde luego también dicho énfasis debe ser tomado con cautela, pues lo que está en cuestión no es simplemente la libre circulación de distintas cosmovisiones, sino su expresión universitaria. Pero en tanto una institución sea capaz de someter el conjunto del saber, incluyendo los presupuestos básicos de la propia visión de mundo, a un riguroso examen, no debiera haber problemas en promover la articulación de ese tipo de proyectos. Sólo una visión muy ingenua del saber considerará infértil la tensión entre examinar algo y sentirse a la vez obligado por ello.
Si las universidades confesionales se ajustan a eso, y son capaces de mostrar su aporte a la ciencia en los procesos de evaluación por parte de pares, debiera ser evidente el aporte que hacen a la existencia de un efectivo pluralismo. Éste no consistirá en asumir un credo universalmente aceptado en las sociedades llamadas pluralistas, sino en dar a los individuos la posibilidad de elegir entre proyectos claramente distinguibles y coherentemente desarrollados.
Sobre el autor:
Manfred Svensson es chileno, Doctor en Filosofía por la Universidad de München, profesor de Filosofía Medieval en la Universidad de los Andes. Se dedica sobre todo a los "límites" de la filosofía medieval, su comienzo en Agustín, su fin en el siglo XVI o XVII, donde le interesan autores como Melanchthon, y Locke en el siglo siguiente -en pocas palabras: todo el problema de continuidad y descontinuidad entre mundo medieval-Reforma-modernidad. Fuera de la Universidad se dedica sobre todo a escribir trabajos de difusión y formación general para las iglesias evangélicas.
Sobre el autor:
Manfred Svensson es chileno, Doctor en Filosofía por la Universidad de München, profesor de Filosofía Medieval en la Universidad de los Andes. Se dedica sobre todo a los "límites" de la filosofía medieval, su comienzo en Agustín, su fin en el siglo XVI o XVII, donde le interesan autores como Melanchthon, y Locke en el siglo siguiente -en pocas palabras: todo el problema de continuidad y descontinuidad entre mundo medieval-Reforma-modernidad. Fuera de la Universidad se dedica sobre todo a escribir trabajos de difusión y formación general para las iglesias evangélicas.
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