No me cansaré de repetir, a costa de parecer cansino y monótono, que el acercamiento al texto bíblico debe ser con mucho respeto, como penetrando en un lugar sagrado, con ansias de encontrar lo que Dios quiere decir. Acercarse a la Biblia debe ser reverente, debe motivarnos a prepararnos en serio, a no ser advenedizos, a conocer lo más posible del escenario histórico y social al que nos estamos aproximando, comprendiendo que la Biblia no es plana, que es muy distinta la situación de Abraham, de los tiempos de la judicatura, del exilio o de los años de la predicación de Cristo, siendo plenamente conscientes de nuestros particulares sesgos, evitando introducir categorías modernas en textos tan antiguos como, por ejemplo, la historia de Job. Para leer por leer está el periódico o Facebook.
Con pena, creo que tampoco dejaré de encontrar abiertas distorsiones al texto. Conste que la Biblia tiene harto espacio para la saludable discrepancia dependiendo del código hermenéutico que estamos utilizando. Por ello, existirán en muchos casos distintos acercamientos y conclusiones de lo dicho en la Palabra. Alguna vez me refería a eso como la teoría de las bandas, por donde sanamente pueden discurrir las interpretaciones que enfatizarán en una u otra cosa. Sin embargo, siempre se encontrarán textos y opiniones que rayan en lo no cristiano. Y, para hacer las cosas peores, los que dan estas opiniones suelen estar enfermos del virus sectario, esto es, creen que su interpretación es la única correcta, mirando con menosprecio y orgullo a los que piensan diferente. Son agresivos, maniqueos, obcecados; les es imposible ver la realidad desde otros ojos. Son ciegos en la práctica.
Lo sé, es repetitivo. Pero real. La eisegesis que se lee es tan descarada, que sorprende que cristianos serios caigan al embrujo de antojadizas interpretaciones. Pero caen, y literalmente parecen como si estuvieran recién enamorados (la verdad, es impresionante el poder que tiene el pensamiento sectario en la gente), presos de una aparente buena nueva, que no es más que un espejismo que se hará real cuando las verdaderas intenciones de las personas salgan a la luz. ¿Qué hacer cuando nos encontramos con una situación como esta?
Seriedad ante el texto, es y será lo más importante. No perdamos la diligencia y hagamos nuestro trabajo cuando estudiemos la Biblia. Pablo no dijo en vano que todo debe ser examinado, pero tras esa revisión de la oferta de enseñanzas, solo debemos quedarnos con lo que es de verdad bueno, lo que pasa las pruebas, lo que tiene valor, lo que viene de sanas intenciones. Examinar lo que quieren vendernos es una tarea irrenunciable, pero parece que con demasiada frecuencia, por flojera, dejadez, falta de tiempo, agotamiento, o por el carisma de los encantadores de serpientes, olvidamos eso, y terminamos tragando tremendos camellos que nos traerán mucho dolor en el mediano plazo. Muchos intentan justificar sus ideas o ideologías con textos bíblicos, casi siempre de maneras endebles y forzadas, y nuestro trabajo será siempre detectarlos. Y descartarlos, para bien de nosotros mismos, de nuestras comunidades de fe y de nuestras iglesias. Separar el trigo y la cizaña es una función que debe realizarse ¡siempre!
Sobre el autor:
Abel García García, es peruano. Estudió Ingeniería Económica en la UNI y Misiología en el Centro Evangélico de Misiología Andino-Amazónica.
Es editor de la Revista Integralidad del CEMAA.
Es editor de la Revista Integralidad del CEMAA.
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