Comienza el Adviento, una fecha que nos invita a regresar al Magníficat porque allí se encuentra una de las claves más profundas de lo que esperamos: una mujer que se atrevió a cantar contra poderes que lastiman, oprimen y marginan, una joven campesina que anunció que Dios toma partido por las vidas vulneradas, y que la historia puede ser rehecha desde abajo.

El Magníficat: Seguido de Método sencillo de oración
El Magníficat: Seguido de Método sencillo de oración reúne dos textos que revelan el costado más espiritual y contemplativo de Martín Lutero. Su comentario al cántico de María es una lectura vigorosa y profunda sobre la acción de Dios que exalta a los humildes y desmantela las pretensiones del poder. La breve guía de oración que acompaña el volumen ofrece una pedagogía sencilla y bíblica para cultivar una vida de fe arraigada en la gracia.
No puedo pensar el Adviento sin escuchar esa voz. María no canta desde los templos ni desde los privilegios, sino desde la vulnerabilidad y la esperanza. Su canto es subversivo: derriba tronos, enaltece a los pequeños, sacia a quienes tienen hambre y despoja a quienes viven de sus privilegios. El Adviento empieza allí, donde nace una promesa que no es pasiva ni decorativa, sino profundamente transformadora.
Por eso, este tiempo no es solo preparar una corona o encender velas: es preguntarnos qué estructuras deben caer, qué silencios debemos romper, qué cuerpos necesitan ser honrados, qué relaciones necesitamos sanar. La luz que esperamos no puede ser símbolo vacío; tiene que tocar la vida concreta, la dignidad real, las heridas que nos atraviesan como comunidades y como individuos.
Adviento es vigilancia, pero no deberia ser una vigilancia desde el miedo. Si no una vigilancia del corazón que no se acostumbra a la injusticia. Es mantener los ojos abiertos para reconocer dónde se gesta la esperanza, en qué cuerpos se encarna Dios hoy, qué gestos pequeños pueden convertirse en luz para otros.
Y desde una espiritualidad feminista, el Adviento es también memoria del cuerpo que sostuvo la primera encarnación: un cuerpo de mujer, un cuerpo marginado, un cuerpo que se convirtió en templo del Dios que viene a invertir los poderes. El Magníficat nos recuerda que la fe cristiana nace en labios femeninos, en un canto de resistencia, no en la voz del imperio ni en la comodidad del privilegio.
Que este Adviento nos encuentre del lado de «todas las María»: del lado de las que alzan la voz, del lado de quienes esperan contra toda esperanza, del lado de quienes sueñan un mundo más justo y lo construyen paso a paso.
«Que la luz que esperamos sea también la luz que rompe la indiferencia y alumbra las injusticias que atraviesan nuestros cuerpos, comunidades y pueblos.
Que la fe que celebramos sea fe que acompaña las luchas, que protege a las personas vulneradas y que se atreve a cuestionar privilegios, sistemas patriarcales y poderes coloniales.
Y que Dios, una vez más, encuentre un lugar para nacer entre nosotros: en las resistencias populares, en la memoria de quienes sostienen la vida y en la esperanza que no se rinde ante la violencia estructural».

