Por Renzo Díaz, Perú 
«Dios se humanizó y se volvió cómo nosotros, los otros» 
-Juan 1:14-
El texto que voy a desnudar son cavilaciones de un joven teólogo cansado de lo mismo, cansado de un cristianismo impertinente; y que anda en búsqueda de respuestas en el Dios de la vida, en el Dios humano.
Hay un virus mortal que ronda por los centros teológicos y las comunidades de fe actualmente. Me refiero a ese rostro de espaldas a la otredad, a las realidades y a las identidades diversas; es un mal crónico y endémico con el que cargamos y seguiremos padeciendo sino hallamos una cura letal e inmediata.
El anacronismo se pinta cómo una coraza protectora de la verdad, de la doctrina y la tradición eclesiástica o teológica, pero es más bien el miedo a lo desconocido, a lo nuevo; a afrontar y salir de la comodidad hacia la comunidad para que los otros y otras nos interpelen, nos convoquen y evoquen (L. Boff, 2002: 113) a tener que cuestionar y repensar nuestras teorías rancias y añejas que han servido para legitimar la opresión, desigualdad y discriminación; y tener que releer el rostro publico que del cristianismo se tiene producto de su incidencia en cuestión misional.
La pregunta es ¿seguiremos viviendo en el pasado con propuestas y paradigmas obsoletos que difícilmente responderán a los nuevos cuestionamientos que hoy se nos plantean como creyentes de Jesús, el Cristo? Tristemente la respuesta a esta pregunta por el lado del conservadurismo y fundamentalismo religioso ya ha sido respondida, presentando el peor rostro cristiano en lo teológico, misional, ideológico y político con toda una agenda integrista y manipuladora de la conciencia ética/social de sus fieles y de la sociedad; cómo ha sucedido a lo largo de la historia con la manipulación de la palabra por parte de las religiones (Ll. Duch, 2001: 244); preparando, así, a sus miembros para un mundo que ya se fue, o peor que nunca existió y si existió, existió solo en sus mentes.
Solamente el abrirnos a los otros y otras, otorgarles el derecho a la verdad, volvernos inclusivos y dejar de lado los miedos a las diferencias podrán curarnos de un cristianismo atomizado, alienado y descomprometido con la humanidad (J. Castillo, 2012: 117), y que es finalmente a lo que Jesús nos convoca en el relato del Samaritano ejemplar (Lc. 10.25-37). Tal vez, esta, podría ser la cura que nos ayude a combatir con esta enraizada patología teológica y así salvarnos de la inutilidad y debacle del cristianismo.
Bibliografía:
– J. Castillo, (2012). La humanidad de Dios. Trotta: España.
– L. Boff, (2002). El cuidado esencial: Ética de lo humano, compasión por la tierra. Trotta: Madrid.
-Ll. Duch, (2001). Antropología de la religión. Herder: Barcelona.
Sobre el autor:
 Renzo Díaz es peruano. Estudió teología en la Universidad Seminario Bíblico Andino del Perú, profesor de religión en el I.E.P. Abraham Valdelomar de la YMCA-Perú, miembro de la ONG Vida Abundante y miembro de la Iglesia Las Asambleas de Dios del Perú.
Renzo Díaz es peruano. Estudió teología en la Universidad Seminario Bíblico Andino del Perú, profesor de religión en el I.E.P. Abraham Valdelomar de la YMCA-Perú, miembro de la ONG Vida Abundante y miembro de la Iglesia Las Asambleas de Dios del Perú.COMENTARIOS:
 
 
								 
								 
								