Esta semana, Reuters informó que al menos 101 personas han muerto por inanición, incluidos 80 niños. El Washington Post publicó que la hambruna masiva avanza sin freno, mientras hospitales desbordados intentan atender a menores con desnutrición severa. The Guardian documenta cómo en algunos centros médicos de Gaza “ya no lloran los niños”, porque no tienen fuerza ni para el llanto.
El hambre no es un accidente. No es una consecuencia secundaria. Es un arma.
El pan convertido en arma
Desde octubre de 2023, Israel ha impuesto un bloqueo casi total sobre Gaza. Se restringe deliberadamente la entrada de alimentos, agua, combustible y medicinas. Convoyes humanitarios han sido atacados. Agricultores y familias han sido tiroteados intentando recolectar comida. La Organización Mundial de la Salud ha calificado esto como una “hambruna masiva y provocada por el bloqueo”.
Más de 100 organizaciones humanitarias han declarado que Gaza está siendo empujada hacia la inanición como política de guerra. Y el director de la OMS, Tedros Adhanom, ha advertido que Gaza sufre una "hambruna inducida".
Lo que dice el derecho internacional
El uso del hambre como arma de guerra está prohibido por el derecho internacional humanitario. El Protocolo II de los Convenios de Ginebra protege los bienes indispensables para la supervivencia civil. El Estatuto de Roma tipifica como crimen de guerra y crimen contra la humanidad el uso de la inanición para destruir a una población civil. Y la Convención para la Prevención del Genocidio (1948) considera genocidas los actos que, con intención deliberada, infligen condiciones de vida que busquen destruir total o parcialmente a un grupo étnico o nacional.
En 2024, la Corte Penal Internacional emitió órdenes de arresto contra líderes israelíes por el uso sistemático del hambre como arma contra la población civil. En paralelo, la Corte Internacional de Justicia ha determinado que existen razones fundadas para considerar que estas prácticas podrían constituir genocidio.
¿Y qué dice nuestra fe?
Desde el primer libro de la Biblia, Dios se revela como un Dios que escucha el clamor del hambriento. En el desierto, da maná. En los evangelios, Jesús se conmueve ante la multitud que no tiene qué comer. Multiplica panes. Se sienta a la mesa con los pobres. Proclama: “Tuve hambre y me diste de comer”.
¿Dónde está ese Evangelio hoy, cuando los alimentos son bloqueados intencionalmente?
¿Dónde está nuestra fe, cuando los cuerpos de bebés desnutridos son usados como parte de una estrategia de guerra?
No podemos callar.
No debemos justificar con teologías coloniales lo que es pura perversión del poder.
El Evangelio no se alinea con quienes causan hambre. Se alinea con quienes la sufren.
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No es tiempo de neutralidad
La Iglesia no puede permanecer en silencio mientras el pan es convertido en arma.
No es momento de diplomacia espiritual ni de cálculos políticos.
Es momento de levantar la voz, de orar con indignación y de actuar con justicia.
No es tiempo de neutralidad
La Iglesia no puede permanecer en silencio mientras el pan es convertido en arma.
No es momento de diplomacia espiritual ni de cálculos políticos.
Es momento de levantar la voz, de orar con indignación y de actuar con justicia.
Denunciar el uso del hambre como arma no es tomar partido en una guerra.
Es tomar partido por la vida. Por la infancia. Por la dignidad.
Es tomar partido por Cristo crucificado en cada niño que muere sin pan.
¿Qué podemos hacer?
Denunciar públicamente el uso del hambre como arma.
Orar, predicar y educar en nuestras iglesias sobre la gravedad de lo que ocurre.
Presionar a nuestros gobiernos para que exijan un alto al fuego y la entrada inmediata de ayuda humanitaria.
Apoyar a organizaciones que están en el terreno salvando vidas en condiciones extremas.
No acostumbrarnos. No callarnos. No desensibilizarnos.
Es tomar partido por la vida. Por la infancia. Por la dignidad.
Es tomar partido por Cristo crucificado en cada niño que muere sin pan.
¿Qué podemos hacer?
Denunciar públicamente el uso del hambre como arma.
Orar, predicar y educar en nuestras iglesias sobre la gravedad de lo que ocurre.
Presionar a nuestros gobiernos para que exijan un alto al fuego y la entrada inmediata de ayuda humanitaria.
Apoyar a organizaciones que están en el terreno salvando vidas en condiciones extremas.
No acostumbrarnos. No callarnos. No desensibilizarnos.
Porque “tuve hambre… y no me diste de comer” no puede ser el juicio que recaiga sobre nosotros.Sobre el autor:
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