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viernes, 30 de agosto de 2024

¿Un orgulloso bautista?, pues ahí va otro | Por José Luis Andavert

El Escorial, Madrid, Agosto de 2024

Días atrás leí con agrado y atención el artículo de mi querido y admirado amigo Harold Segura “Un orgulloso bautista”, y pensé: ¡pues yo también me siento orgulloso! Al igual que Harold, mi orgullo es de gratitud y pertenencia.

Mis padres eran miembros de la Segunda Iglesia Bautista de Barcelona, Cataluña, España, conocida como “la Iglesia de la Barceloneta” en la calle Ginebra de aquel barrio popular de pescadores y obreros portuarios, amén de otras actividades, ubicado cerca del puerto de Barcelona a orillas del Mare Nostrum.

Mi padre tenía en los años cincuenta del pasado siglo, en la Barceloneta, un negocio de almacén de quesos, que importaba desde el norte de Europa, y distribuía en Barcelona. Cierto día, estando él en la puerta de su almacén, pasaba por allí el pastor de la Iglesia Bautista, Luis Hombre Naborel, quien se acercó a mi padre y le dijo de modo rotundo y serio: “caballero, ¿conoce usted a Jesucristo?”. Mi padre, José García Andavert, a pesar de ser hombre de carácter, quedó entre perplejo y desconcertado, y contestó: “no, no le conozco” a lo que el pastor replicó con autoridad: “pues venga el domingo al culto y le conocerá”. Aquel domingo por la tarde mi padre fue al culto y conoció a Jesús y le aceptó en su vida. Poco después mi madre hizo lo mismo. Mi padre siempre contaba este episodio de su vida con suma emoción. A los pocos años nací yo, en el Hospital Evangélico de Barcelona y fui “Presentado” en la iglesia según nuestra tradición bautista. Crecí y me eduqué en mis primeros pasos en la fe en aquella iglesia donde se formó mi carácter cristiano y a la que debo tanto, especialmente a mis maestros de la Escuela Dominical que domingo tras domingo iban sembrando en nosotros el evangelio de Jesús. Con veinte años, y mis estudios preuniversitarios finalizados, marché a Australia recién casado con Dámaris.

En Australia nos incorporamos en la Iglesia de West Coburg en Melbourne y fue allí donde definitivamente sentí el llamado al ministerio y decidí estudiar teología. Primero cursé un semestre de teología en Whithley College, la facultad bautista miembro del Melbourne College of Divinities, Universidad de Melbourne, para después seguir mis estudios teológicos durante cinco años en el Seminario Teológico Bautista Internacional en Rüschlikon, Zurich, Suiza, donde cursé la Licenciatura y el Master en Teología. Finalizados los estudios fui invitado por la Iglesia Bautista de Sevilla para ser su pastor y me incorporé al pastorado en aquella hermosa ciudad del sur de España. Corría el año 1982.

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Después de cuatro años dejé Sevilla para aceptar la invitación y el reto de dirigir la Sociedad Bíblica de España donde he desarrollado la mayor parte de mi vida ministerial como Director General durante 32 años. Esta ha sido una maravillosa y gozosa experiencia de vida sirviendo a toda la comunidad cristiana y, especialmente, trabajando en diversos proyectos de traducción bíblica con biblistas de todas las tradiciones cristianas. Durante mi vida ministerial como pastor bautista he ocupado diversos cargos denominacionales en la Unión Bautista de España y he sido profesor del Seminario Bautista. Además, en el contexto cristiano más amplio posible, he servido en y presidido diversos comités de Sociedades Bíblicas Unidas; he trabajado con diversas organizaciones eclesiales de diversa índole y en organizaciones cristianas de ayuda al desarrollo; he sido fundador y pastor de la Iglesia Bautista de Collado Villalba (Madrid), y un largo etcétera. Nunca ser bautista fue un obstáculo en el ministerio al que Dios por su gracia me llamó, sino todo lo contrario, la identidad denominacional siempre fue un punto de referencia y equilibrio en el trato con todas las iglesias y organizaciones en las cuales he tenido el privilegio de servir.

Después de los años puedo decir que soy Bautista por convicción y me siento muy identificado con una teología heredera de la “Reforma Radical” centro europea. Al mismo tiempo, soy crítico de nuestra propia denominación, de nuestros defectos y de nuestras carencias y considero que debemos de ser una denominación más abierta y no tan conservadora o incluso en algunos casos fundamentalista. El espíritu bautista que emana ya no solo de la Confesión de Fe, sino de los propios “Principios Bautistas” no es de exclusividad sino más bien al contrario, de apertura hacia el otro. Estoy convencido de que los cristianos, no importa la iglesia en la que estemos, en la escucha dialogante nos complementamos y nos ayudamos en el camino del seguimiento de Jesús.

Cuando pienso en mi denominación eclesial, lo hago como el que piensa en su madre, salvando las distancias y a modo de ejemplo. Cada cual tiene la madre que le ha tocado y uno no renuncia a su madre. Cuando somos pequeños la adoramos y, según vamos creciendo, vamos viendo en ella sus defectos, sus arrugas, sus incoherencias, como todos las tenemos, pero no cambiamos de madre. Así me siento yo con mi denominación.

Ser bautista no es ser exclusivista ni excluyente de otras tradiciones eclesiales, al contrario, es tener una identidad concreta dentro del amplio espectro de tradiciones cristianas en el que uno se encuentra inmerso y que nos enriquece. En mis años de ministerio, la gente siempre ha sabido quien era y donde militaba, y esto, cuando trabajas con todas las denominaciones cristianas, incluidos católicos y ortodoxos, es muy importante pues ya tienen un punto de referencia de quien es uno. Y siempre me he sentido bienvenido, respetado y querido.

Me preocupan dos actitudes que he ido viendo a lo largo de mi recorrido cristiano trabajando con toda la cristiandad. Por un lado, quienes consideran que su denominación es el ombligo del mundo y que ellos solos se salvan. Como si Dios fuera de su exclusiva propiedad y siempre miran por encima del hombre a quienes no piensan como ellos. Recuerdo en una ocasión, predicando en una conferencia pentecostal, que cuando bajé del púlpito después del sermón, una hermana, esposa de un pastor muy reconocido y querido, me dijo: ”Que bonito sermón, que pena que te falta una cosita”. Y es que, la hermana en cuestión consideraba que yo no había recibido el “Bautismo del Espíritu Santo”. Me dio mucha pena, por ella, claro. Esas actitudes sectarias deben ser desterradas de entre nosotros.

Por otro lado, no solo me preocupa sino que me llega a molestar mucho esa actitud de demonizan a las denominaciones en aras de la unidad y un falso “no denominacionalismo”, pues al final, esas iglesias “no denominacionales” acaban haciendo su propia denominación, en ocasiones sin ni siquiera ser conscientes de ello.

Las denominaciones a lo largo de la historia han surgido por multitud de razones, y entre otras podemos destacar que en unos casos ha sido por grandes y claras diferencias doctrinales; en otros tan solo por énfasis en una doctrina concreta; en otros casos por diferencias en el modo de gobierno; en otros por el hecho de nacer en diversas partes del mundo; y aún en otros, por qué no decirlo, por cuestiones personales entre el liderazgo, frecuentemente luchas de poder. En ocasiones las denominaciones enarbolan la bandera denominacional con carácter de exclusividad, y esto no es sabio ni de espíritu cristiano. Pero también es cierto que tener conciencia denominacional, conocer la denominación de uno, da identidad y sentido de pertenencia.

Dentro de la diversidad, somos llamados a la unidad. Hoy en día la unidad cristiana se percibe como un diálogo, un encuentro fraterno en respeto por la diversidad y en humildad para aprender unos de otros y juntos formamos pueblo de Dios. Y aún más allá de la fe cristiana, somos llamados al respeto por otros modos de entender la fe y la relación con Dios e incluso el respeto y diálogo con quienes dicen no creer.

Si, Harold, yo también soy “un orgulloso bautista” y contigo puedo decir:

Soy bautista (es la fe que cultivo), cristiano interconfesional, de relaciones interreligiosas (es la fe que necesito), y de respeto y actitud dialogante con los que no profesan credo alguno (es la fe que aprendí). Esta es la esperanza que anima mi vida y esa la comunidad de la que formo parte.

Sobre el autor:

José Luis Andavert es director general de la Sociedad Bíblica de España desde 1986. Es pastor bautista de la Unión Evangélica Bautista de España y ha sido líder en varias iglesias en Madrid y Sevilla. Tiene una formación sólida en Teología y Ciencias Bíblicas, con estudios en Melbourne y Zúrich. Además de su trabajo en la Sociedad Bíblica, ha ocupado roles clave en las Sociedades Bíblicas Unidas y ha presidido varias organizaciones, incluyendo la Fundación World Vision España y la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (Ferede).

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