¿Tiene relevancia Bad Bunny para la teología actual?

Sin duda alguna Hablar de Bad Bunny desde la teología puede parecer, a simple vista, un abismo sin puentes o ¡mezclar agua con aceite! Sin embargo, Benito Antonio Martínez Ocasio (nombre de pila) —y aquí hay que tragar fuerte— no es solo un “artista” (si es que cabe el término) de éxito comercial; es también un fenómeno cultural y social, cuya proyección global lo ha convertido en un producto de marketing rentable y sumamente influyente para una gran parte de la población.  En especial un sector de adolescentes que lo han configurado como estrella, nos guste o no.

Entonces, ¿dónde se conjuga este personaje con la teología?

Primero, un punto crucial de conexión es que toda verdad teológica que busque encarnarse debe comprender y analizar su propio entorno subcultural. Pero, si la teología se encierra en un círculo académico ausente de la praxis, desconectada de la realidad del mundo y omite su relevancia y trascendencia, corre el riesgo de volverse infructífera.

En este sentido, Tillich (1959) afirmó que «la religión es la sustancia de la cultura y la cultura es la forma de la religión». Por ello, la significación de este personaje no puede reducirse a un hecho secular; su papel encarna las inquietudes profundas de una generación y ello reclama una interpretación teológica.

Segundo, precisamente cuando la teología observa y analiza el ámbito social —como lo hizo Jesús en su contexto— encuentra pistas que le permiten ser más empática con las personas y más efectiva en la comunicación de su mensaje. Prueba de ello es Jesús, quien no desaprovechaba los recursos propios de su realidad sociocultural para hablar del Reino a los necesitados. Cristo, con su didáctica disruptiva, rompió los moldes religiosos y sociales, trasmitiendo vida, amor y perdón desde la praxis al convivir con los marginados y rechazar el legalismo de su época.

Tercero, siendo así, analizar la proyección de Bad Buny desde una cosmovisión cristiana, es un ejercicio social y teológico que cobra importancia porque funciona como un catalizador o un termómetro para medir las tendencias que son absorbidas por estos sectores, las cuales están logrando conectar no solo en lo emocional, sino también en lo espiritual, aunque el producto que ofrezcan sea una realidad banal, pasajera y efímera.

Y bajando más … este personaje balbucea, no canta, no es un tenor ni escribe letras agradables, todo lo contrario… ¡y aun así conecta con su audiencia más que muchos padres con sus hijos!

Portada del libro

Teología Pop

Teología Pop reúne 21 ensayos que exploran el diálogo entre la fe cristiana y la cultura popular contemporánea. La obra parte de la idea de que películas, series, música o memes son espacios donde también se revelan preguntas teológicas. Escrita por jóvenes autores iberoamericanos, propone una teología encarnada en la era digital, capaz de pensar desde el Sur global. Con lenguaje accesible y profundidad crítica, invita a repensar cómo la fe habita y se expresa en el siglo XXI.

Aunque cueste reconocerlo es como una especie de “profeta de la época actual”, no en el sentido bíblico, sino como un espejo que revela cierta verdad —incómoda— de nuestra era: una humanidad transgresora y, a menudo, superflua, que busca desesperadamente un sentido de pertenencia e identidad en un mundo fragmentado.

Podría decirse que este hombre es un ejemplo de cierta honestidad brutal más que muchos líderes que, desde sus plataformas, sus reflectores y sus espectáculos de showman, coaccionan y manipulan a las personas en búsqueda de su propio bienestar económico opoder en nombre de la fe cristiana. Gracias a estos pseudolíderes, la iglesia es vista por no pocos como una industria religiosa, donde los números, las audiencias o el “éxito ministerial” importan más que la transformación interior y la reconciliación.

En cambio, este hombre, a pesar de su lenguaje, estética e irreverencia, funciona ante esa juventud que trata de ser escuchada. Todo esto nos abre una vertiente de preguntas para analizar, capa tras capa, a la actual generación que, en apariencia, valora estos ejemplos porque provocan cierta “autenticidad y transparencia” en contraste con lo dicho anterior, lo que nos hace concluir: ¡Bad Bunny es como es, y punto!

Bad Bunny, al menos lo que comunica, nos obliga a confrontar nuestra propia vigencia, como luz y sal (Mateo 5:13-16). Porque al fin y al cabo no se trata solo de su música, sino de hacia dónde se dirige la corriente popular y de lo que, como sociedad —y especialmente como Iglesia— decidimos hacer con todos estos productos y las secuelas que han permeado.

Tal vez la pregunta no sea si Bad Bunny tiene relevancia para la teología, sino si la teología encarnada en las Iglesias de base está logrando un impacto a las personas hambrientas de esta sociedad. Al ignorar hacer una lectura de la cultura popular, la fe corre el riesgo de volverse irrelevante para el «hombre concreto de hoy», como advirtió Karl Rahner (1967).

El fenómeno de este artista, como cualquier otra estrella del pop, es pasajero: su voz y su marca comercial cesarán, y otras nuevas figuras se levantarán. Mientras que la respuesta de la fe tiene, por vocación, trasmitir una verdad eterna, cuyo mensaje no pasará, siempre y cuando reconozcamos que somos tan solo un móvil, una vasija de barro frágil que porta las Buenas Nuevas y el poder que proviene de Dios, no de nosotros, sino para una humanidad urgida de conocer el amor de Dios (2 Co 4:1ss).

Referencias

Rahner, K. (1967). Escritos de teología (Vols. I-XVI). Madrid: Taurus Ediciones. Nota: La frase sobre el «hombre de hoy» es un principio metodológico constante en su obra. Puede citarse una colección general.

Tillich, P. (1959). Teología de la cultura. Buenos Aires: Ediciones Paidós.

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