Oración como resistencia: la fe que sostiene a Gaza en medio de la guerra

Las bombas destruyen casas, hospitales y escuelas. El hambre avanza como otra arma de guerra. El dolor se multiplica en cada familia desplazada, en cada niño que no tiene pan, en cada anciano que no puede huir. Pero en medio de la devastación, la oración no se ha silenciado en Gaza. En iglesias, mezquitas, hospitales y campamentos, cristianos y musulmanes levantan su clamor a Dios. No es evasión. Es resistencia: una forma de mantener la dignidad, afirmar la vida y sostener la esperanza frente a la muerte.

La oración que se niega a rendirse

Suhail, un joven cristiano de 18 años, se refugió en la Iglesia de la Sagrada Familia de Gaza. Mientras escucha explosiones a lo lejos, insiste en rezar el Rosario y asistir a misa. Dice que cuando ora, “todo lo que interrumpe desaparece”. Su testimonio muestra que la fe no es un escape, sino un ancla en medio del caos.

Otra niña cristiana, Faeqa, de 12 años, refugiada con su familia en la Iglesia del Santo Rosario, confiesa: “Sin mi fe no me sentiría segura”. A pesar de que su casa fue destruida y su infancia interrumpida, se aferra a la oración como fuente de seguridad.

En torno a las iglesias, cristianos y musulmanes desplazados hallan un espacio donde la liturgia, los rezos y el simple hecho de estar juntos mantienen viva una chispa de esperanza.

“Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.” (Salmo 40:1 NVI).

Cuando orar es acompañar al sufrimiento

En Gaza, la oración se transforma también en un acto de acompañamiento. En 2024, Islam Abu Isaeed, un trabajador del hospital Al-Aqsa que había perdido a 36 familiares, dedicaba sus días a orar junto a los muertos, consolar a los vivos y recitar pasajes del Corán para infundir paciencia y fortaleza en los heridos.

Este gesto muestra la profundidad de una fe que, en medio de la pérdida personal, se transforma en servicio a la comunidad. Al igual que las comunidades cristianas que oran en medio de la pérdida de seres queridos, la oración aquí no es individualismo, sino un acto de solidaridad que une al sufriente con el sufridor.

“El Señor está cerca de los quebrantados de corazón.” (Salmo 34:18 NVI).

Oraciones sobre las ruinas

En marzo de 2025, miles de musulmanes se reunieron para la oración del Eid al-Fitr entre los escombros de mezquitas destruidas en Gaza. Sin alfombras, sin templos, sin vestimentas festivas, proclamaron los takbirat en medio de ruinas, afirmando que su fe no se rendía ante la devastación.

Lo que debería ser una celebración de vida y abundancia se convirtió en un “Eid de tristeza”. Sin embargo, la oración comunitaria en medio de la destrucción mostró al mundo que la fe colectiva se convierte en resistencia cultural y espiritual. Allí, cada oración fue una manera de decir: “Estamos aquí, seguimos en pie, nuestra identidad no será borrada”.

“Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos.” (2 Corintios 4:8-9 NVI).

La oración que se convierte en acción

En Gaza, la oración no se queda en palabras. Una mujer viuda, al recibir un poco de harina para alimentar a sus hijos hambrientos, levantó las manos y oró: “Que Dios los proteja y los compense”. Su gratitud y súplica se transformaron en testimonio público que conmovió a quienes la escucharon.

Del mismo modo, las iglesias que refugian a familias musulmanas, o los musulmanes que comparten su ración de pan con sus vecinos, muestran que la oración abre paso a la acción solidaria. En Gaza, orar y servir son inseparables: la fe se manifiesta en compartir lo poco que queda, en acompañar al herido, en mantener encendida la llama de la humanidad.

“Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta. (Santiago 2:17 NVI).

Una comunión de oración más allá de Gaza

Los cristianos en Gaza agradecen las oraciones que llegan de fuera. Suhail, el joven de la Sagrada Familia, asegura que “el amor es más fuerte que la guerra” gracias a las oraciones recibidas de otros creyentes alrededor del mundo.

La comunidad católica en Gaza ha recibido durante meses la solidaridad y las oraciones de la Iglesia universal. Tras la muerte del papa Francisco en abril de 2025, diversos líderes cristianos han continuado llamando a no olvidar a Gaza y a sostenerla en la oración. Al mismo tiempo, líderes musulmanes internacionales han elevado súplicas por la paz. En distintas latitudes, creyentes de diversas tradiciones se unen en la misma convicción: orar por Gaza es negarse a normalizar la violencia y recordar que el clamor de los inocentes no cae en el vacío.

“Ayudaos unos a otros a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo.” (Gálatas 6:2 NVI).

Orar en Gaza no es un gesto ingenuo ni una fuga espiritual. Es un acto de resistencia frente a la guerra y el hambre. Es sostener la dignidad cuando todo parece perdido. Es creer, contra toda evidencia, que la vida tiene la última palabra.

Cada oración —en una iglesia, en una mezquita, en un hospital o en una carpa— se convierte en un grito de vida. Frente a la lógica de la muerte, la oración afirma que aún hay esperanza, aún hay humanidad. Y ese clamor no es solo de Gaza, sino de todas y todos los que nos negamos a aceptar que la violencia sea la última palabra.

No dejemos de unirnos a ese clamor. La oración puede atravesar muros, fronteras y bloqueos. Desde donde estamos, podemos resistir junto a Gaza con nuestra fe, solidaridad y acción.

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