Una de las llamadas «cinco solas» de la Reforma Protestante es la «Sola Gratia»(Solo por la Gracia…), cuyo principio inherente reclama que, la gracia es un atributo divino que Dios derrama sobre la base de su naturaleza amorosa y compasiva en su creación.
Este postulado hunde sus raíces en los escritos paulinos. Y, aunque es un eje central a lo largo y ancho de toda la Biblia, podemos afirmar; cobró auge gracias al contexto histórico en que la Reforma Protestante floreció.
No obstante, la gracia de Dios como verdad fundamental bíblica, teológica y doctrinal es la ¡más abusada e incomprendida…!
Es tema de estudio la influencia y la penetración de la Reforma en nuestro continente. Su impacto se podría decir, fue como la parábola de aquel sembrador que salió a sembrar su semilla por los caminos…
Así pasó con la teología de la Reforma Protestante. Logró abrirse entre surcos y trillos para enraizarse en las diferentes doctrinas y expresiones protestantes que surgieron primero en Europa, posteriormente en los Estados Unidos con los primeros peregrinos y misioneros que llegaron a esa latitud y de allí, a nuestras tierras latinas.
A lo que surge una pregunta: ¿Qué tanto de la herencia reformada corre por nuestras venas latinas como parte de la identidad cristiana en nuestros días? Para las iglesias históricas hay un arraigo y compromiso evidente, mientras para otras, sobre todo las relativamente nuevas o independientes, ¡difícilmente encuentran vínculo alguno! Do nascimento cunha (2016, p. 3), es franca al decir: «teniendo en cuenta las transformaciones ocurridas en la teología y en la forma de ser de buena parte de los evangélicos latinoamericanos, muy poco o casi nada fue heredado de la Reforma». En dado caso surge otra pregunta:
¿Cayó la semilla en buena tierra o todo lo contrario? Cada uno debe sacar sus propias conclusiones. Lo cierto es que todos venimos de una misma rama y está brotó siglos antes de la Reforma: ¡Cristo!
Empero, existe un elemento rescatable que se distingue como valor esencial y radical de la enseñanza de la vida de la Iglesia. Es la «Gracia de Dios». Se hace presente como teología y doctrina en el discipulado a nuevos creyentes. Acompaña el mensaje de la misión de la Iglesia, es parte sustancial de la ética cristiana y, ninguna doctrina o teología cristiana es sustentable sino se basa, fundamenta y afirma en la revelación de la gracia de Dios para la humanidad. Bien lo decía Barth (1978) «la Iglesia existe en cuanto que vive esa misión. Esa misión debe ser el mensaje sobre la libre gracia de Dios. Y su destinatario debe ser todo el pueblo, la gente, como era, es y será…» (p. 90).
Para analizar y estudiar la gracia de Dios tenemos que ver el panorama completo en donde se comenzó a tejer la Reforma Protestante. Además, debemos dar mérito a todos aquellos precursores que agregaron peldaños en la construcción de un movimiento queafectaría positivamente al mundo cristiano europeo occidental y más allá, cambiando el curso de la historia sin proponérselo.
El éxito de la Reforma estibó en parte, porque rompió con el esquema predominante y se contextualizó en las diversas realidades subyacentes en estos tiempos: en lo político, económico, social, moral entre otros. Aunque todo comenzó por un elemento bíblico, teológico y espiritual. ¡El camino hacia la anhelada reforma tuvo muchos obstáculos!
Previo a esto, las creencias populares que manejaba el pueblo, sometido a un sistema feudal opresivo desformaban la imagen de un Dios con características antropomórficas decadentes, representaba lo peor de su humanidad. Dios era visto como un gobernante inaccesible al estilo de los señores que regía con vara sobre sus vasallos.
Esta óptica reforzaba el concepto imperante de un rey poderoso, déspota, clasista que utilizaba el castigo para derramar su ira. Mientras el Dios de gracia, amor y perdón quedaba ausente o silente. Algo muy conveniente para los avivatos eclesiásticas y los nobles que sometían al pueblo a su antojo en nombre de la fe y la religión.
Y bajo este contraste de cosmovisiones Martín Lutero se formó. En su biografía encontramos un crisol de experiencias, las cuales nos ayudan a entender sobre sus luchas internas y espirituales. Él sentía que su condición espiritual era precaria. Nada de los medios y recursos a su alcance eran suficientes para experimentar la aceptación de Dios. Mas bien llegó a confesar sentir odio hacia el Creador.
Si Dios era como sus maestros y su padre cuando él era niño y lo retribuían con golpes hasta sangrar, pensaba Lutero, ¿cómo podría existir un Dios de amor preocupado por su vida? Y a la postre esas inquietudes serían clave para su encuentro con la gracia de Dios.
Lutero continuó con sus vaivenes espirituales. Para 1513 se doctoró en teología y comenzó a dar cursos sobre las Escrituras en la universidad de Wittenberg, Alemania. Para 1515 un acontecimiento marcó su vida. Luego de estar bregando y luchando con el texto bíblico, capítulo uno, versículo diecisiete de las Epístolas a los Romanos, y a pesar de haberlo estudiado y enseñado otras veces, una nueva comprensión de este pasaje cobró vida, gracias a la revelación de Dios, produciendo un encuentro transformador. En palabras del historiador González (1980):
La respuesta fue sorprendente. “La justicia de Dios” no se refiere aquí, como piensa la teología tradicional, el hecho de que Dios castigue a los pecadores. Se refiere más bien a que la “justicia del justo” no es por obra suya, sino que es don de Dios. La justicia de Dios es la que tiene quien vive por la fe, no porque sea en sí mismo justo, o porque cumpla las exigencias de la justicia divina, sino porque Dios le da ese don. La “justificación por la fe” no quiere decir que la fe sea una obra más sutil que las obras buenas y que Dios no pague esa obra. Quiere decir más bien que la fe como la justificación del pecador son obra de Dios, don gratuito… (p. 50)
Como resultado de este encuentro Lutero hizo suyo el mensaje que por casi quince siglos atrás su precursor, el apóstol Pablo, pregonó como parte del corazón del evangelio a los judíos y a los gentiles la «Justificación por la Fe», y con ello el emblema que caracterizaría esta lucha: ¡la gracia de Dios!

Martín Lutero: La Reforma protestante y el nacimiento de la sociedad moderna
Martín Lutero expone los efectos teológicos y sociales de las luchas reformadoras, tales como la teología del pacto, la guerra civil inglesa, las colonias americanas y otros movimientos, algunos de ellos vistos como francamente revolucionarios, para, finalmente, terminar con un tema inevitable: la ética protestante, en diálogo con sus expositores y críticos, sobre la vocación, el trabajo y el surgimiento del capitalismo, al que dedica páginas iluminadoras.
Afianzarse en esta verdad lo hizo renacer a una nueva profundidad de su fe. Lutero jamás pensó que abrazar al Dios misericordioso que nos acepta únicamente sobre la gracia de su amor, iba a desatar la tormenta que desembocaría en el cisma de la Iglesia. Y, no fue por confesar abiertamente esta verdad, la cual era conocida al menos para gran parte del clero, sino porque con ella se abrirían otras arterias.
Por ejemplo, los recursos obtenidos por la venta de indulgencias pretendían comprar el perdón de los pecados para las personas devotas humildes y sencillas. Estas se destinaban en parte, para terminar la construcción de la Basílica de San Pedro y sostener la vida pomposa y el derroche del epicentro clerical. La gracia de Dios llegaría a ser un pulso contra los intereses de las estructuras jerárquicas y el dogmatismo religioso, que hacían de los feligreses y el pueblo vivir en un ostracismo moral, económico y espiritual.
Estas viles manipulaciones a un pueblo supersticioso y religioso se reconocían a leguas por algunos nobles y letrados. Tal como los monjes, sacerdotes y otros prelados. Aun los humanistas estaban hartados de esa corrupción, mas no se atrevían a protestar por las repercusiones que podían sufrir. Estamos hablando de la Edad Media cuando la cristiandad y el estado constituían casi una unidad indisoluble. Se iba a necesitar la proliferación de una sana enseñanza sistemática y la ayuda del Espíritu Santo para anidarsey moldearse en la vida de los creyentes.
Y así fue. Gracias a la irrupción de la imprenta las palabras de los reformadores cobraron fuerza y entusiasmo. Además, mostró un camino nuevo a la comprensión de Dios y su gracia, por medio del mensaje bíblico que pululó.
Fuente:
Extracto del libro: Huellas y Marcas, Rastros de lo que nos dejan los 500 años de la Reforma a una iglesia que quiere vivir el Evangelio. Capítulo 3, Sola Gracia. Buenos Aires, Argentina. Cabezas Mora, Alexander (2018).