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Meditación narrativa a dos voces

A continuación, compartiremos una meditación narrativa a dos voces. A la luz de las Escrituras, evocamos el nacimiento de Jesús desde la experiencia de María.

Portada del libro

Hacer teología junto a María

Hacer teología junto a María, de Valdir Steuernagel, propone una forma de hacer teología que nace de la escucha, la experiencia y la fe encarnada, tomando a María de Nazaret como compañera de camino. El autor no presenta una mariología doctrinal, sino una invitación a pensar la teología desde la disponibilidad, la espera y la vida cotidiana. Es un libro breve, pastoral y sugerente, pensado para quienes buscan una teología que brote del encuentro entre Palabra, comunidad y misión.

ACTO I – ZACARÍAS Y ELIZABETH

VOZ 1 – TESTIGO

La historia del nacimiento de Jesús,
nuestro Salvador,
podría decirse que tiene muchos inicios.
El primero que reconocemos
no comienza con un pesebre
ni con ángeles visibles,
sino con un matrimonio como tantas otros.

Un matrimonio que empezó con sueños,
con deseos compartidos,
pero también con luchas
y con una herida profunda:
vivir en un mundo y una época
donde la maternidad
no es solo un anhelo,
sino una medida de valor.

Zacarías y Elizabeth no pudieron tener hijos.
Y el tiempo pasaba y pasaba.
Y el reloj no se detenía.

VOZ 2 – MARÍA

Conozco esa presión.
La conozco bien.

Las preguntas que no buscan respuesta,
pero hieren igual: ¿Por qué no?
¿Hasta cuándo?
¿No será que Dios se olvidó?
¿No será que hicimos algo mal?
¿No será que no somos dignos de su favor?

Conozco esa presión. La conozco bien.

VOZ 1 – TESTIGO

En su tiempo, la carga era aún mayor.
No tener hijos no solo era dolor.
Era vergüenza. Era sospecha.

Se creía que quien no tenía descendencia
no gozaba del favor de Dios.

Y como si no fuera suficiente,
hasta sus nombres parecían volverse contra ellos:

Zacarías: “Dios recuerda”.
Elizabeth: “El Señor es mi juramento”.

VOZ 2 – MARÍA

Imagino los susurros.
Las miradas. Las palabras dichas en voz baja:

“¿Cómo es que ‘Dios recuerda…’
pero a ustedes no?”

“¿Dónde quedó ‘su juramento?’”

VOZ 1 – TESTIGO

Cada comentario abría una herida más profunda.
Y con los años, el sueño de ser padres
parecía archivarse como algo que ya no sería.

Quizá se miraban entre ellos.
Quizá miraban al cielo.

¿Qué pasó?
¿Qué hicimos mal?
¿Dónde fallamos?

VOZ 2 – MARÍA

A veces el silencio duele más
cuando uno ama a Dios
y no entiende su demora.

VOZ 1 – TESTIGO

Pero así abre la Escritura este primer acto:
rompiendo mitos.

No eran estériles por desobedientes.
No eran olvidados por infieles.

La Biblia es clara:
eran justos,
intachables,
obedientes al Señor.

Y aquí hay una verdad que incomoda:
en la vida se sufre.

Sufre el que busca a Dios
y sufre el que no.

Zacarías y Elizabeth
no necesitaron ser padres
para ser fieles.

Dios decidió comenzar su obra
donde todo parecía imposible,
sino donde el dolor ya había hecho morada.

Donde otros juzgaban, Dios tenía la última palabra.

ACTO II – MARÍA: LLENA DE GRACIA

VOZ 1 – TESTIGO

El segundo acto nos traslada a Nazaret.
No a una ciudad importante.
Ni a un lugar de prestigio.

Nazaret.

Un pueblo pequeño, rural, invisible para muchos.

Y allí llegó, no a una mujer madura,
ni a alguien con poder de decisión,
sino a una muchacha, muy joven, humilde y sencilla.

Comprometida, pero aún no esposa.
No era madre. Ni tampoco candidata para serlo.

En su tiempo, un embarazo en esas condiciones era riesgo.
En su caso, también podía ser condena socialmente y con la muerte.

VOZ 2 – MARÍA

Yo no estaba buscando a Dios en ese momento.
No esperaba un mensaje.
No imaginaba un anuncio.

Mi vida era sencilla.
Mis planes pequeños.
Mis días normales.

VOZ 1 – TESTIGO

La historia suele contarse con dulzura, pero lo que María
recibió, fue una palabra que desordena, incomoda y asombra.

El anuncio no llegó cuando todo estaba seguro,
sino cuando todo podía perderse.

Un embarazo fuera del matrimonio
no se explicaba. No se defendía. Se castigaba.

VOZ 2 – MARÍA

Pensé en José.
Pensé en su mirada.
Pensé en el silencio
que podía venir después.

¿Cómo explicarle
que no había traición,
pero sí un misterio?

¿Cómo pedirle que creyera
algo que yo misma
tampoco comprendía?

VOZ 1 – TESTIGO

El ángel no negó el peligro.
No prometió protección,
No ofreció seguridad.

Solo habló de parte de Dios.
De su Espíritu. De una promesa antigua
que llevaba siglos tratando de engendrase.

Tocando lo más íntimo del cuerpo de María.

María va a refugiarse a su aposento.
Se echa en la cama, solloza y ríe al mismo tiempo.

La risa de la escogencia y el sollozo de la desesperación.
El sollozo de la gratitud y la risa nerviosa de quien no sabe qué hacer,
pero no quiere hacer nada que no sea balbucear:

¡Qué el Señor haga conmigo como él quiera!

VOZ 2 – MARÍA

El miedo no se fue. Pero algo se encendió dentro de mí.

No hay claridad.
No hay certezas.
Solo la confianza como un ancla echada en alta mar.

VOZ 1 – TESTIGO

María no respondió desde el control,
sino desde la disponibilidad.

No preguntó cómo salir ilesa.
Preguntó cómo obedecer.

VOZ 2 – MARÍA

No entendí todo.
No vi el camino completo.
Pero entendí que Dios me estaba llamando.

Y respondí con lo único que tenía y podía ofrecerle.

(Silencio)

VOZ 1 – TESTIGO

La fe no siempre aclara el futuro.
A veces lo complica.
Pero siempre
lo llena de sentido.

ACTO III – LA NAVIDAD INICIA CON DOS VIENTRES

VOZ 1 – TESTIGO

La Navidad
no comienza con luces,
ni con cantos, ni comidas,
ni con un pesebre.

Comienza con dos vientres.
Ninguno candidato para la maternidad.

El vientre de Elizabeth
y el vientre de María.

VOZ 2 – MARÍA

Dos historias distintas.
Dos edades distintas.
Un mismo Dios actuando.

VOZ 1 – TESTIGO

María no conocía el final de la historia.
hoy nosotros sí. Ella caminó por la fe. Nosotros leemos desde el cumplimiento

Por ello es que merece ser contada, eso tiene un nombre: fe.

VOZ 2 – MARÍA

Al decir: “Aquí tienes a la sierva del Señor”,
entregué más que palabras.

Entregué mi futuro.
Mi reputación.
Mi seguridad.
Mi fe insegura.

VOZ 1 – TESTIGO

Así han caminado muchos hombres y mujeres de la fe:

Abraham dejó su tierra.
Moisés renunció al poder.
Pedro dejó las redes.

Pero María entregó todo lo que tenía su vientre virginal.

VOZ 1 – TESTIGO

Tal gesto debería provocar en nosotros
suspiro y asombro.

Asombro por aquella muchacha
de cuna sencilla que ante Dios ofreció lo único que tenía.

Suspiro ante la “locura” —si se nos permite decirlo así—
de un Dios que quiso necesitar un vientre humano
para hacerse carne.

Un Dios que, como confesó Salomón con temor y humildad,
ni los cielos de los cielos pueden contener,
y que sin embargo decidió habitar
en el vientre de una joven de Nazaret.

(Silencio)

CONCLUSIÓN – AL PIE DE LA CRUZ

VOZ 2 – MARÍA

Yo lo llevé dentro de mí.
Lo sentí moverse.
Lo abracé al nacer.
Y lo seguí sin entenderlo todo.

VOZ 1 – TESTIGO

¿Y dónde encontramos finalmente a María?

No junto a los poderosos.
No en los lugares de honor.
No huyendo.

La encontramos
al pie de la cruz.

VOZ 2 – MARÍA

Cuando muchos huyeron,
yo permanecí.

La cruz me llamó.
Y supe que mi lugar estaba allí.

VOZ 1 – TESTIGO

Los ojos de Jesús la buscan.
Ella reconoce esa mirada.

Es el mismo Hijo
que llevó en su vientre,
el mismo cuerpo
que cuidó,
el mismo Dios
al que un día dijo sí
sin comprenderlo todo.

VOZ 2 – MARÍA

No entendí el dolor.
Pero no me fui.

VOZ 1 – TESTIGO

El seguimiento a Jesús
comienza con un “hágase”
y termina al pie de la cruz.

La cruz es nuestro espejo.
Allí descubrimos cuán vacíos estamos,
cuánta incredulidad habita en nosotros,
y cuánto necesitamos
depender de Jesús.

VOZ 2 – MARÍA

Que el Señor haga con nosotros
como Él quiera.

…¡A esto le llamamos Navidad!

Texto inspirado en la obra Hacer teología junto a María, de Valdir Steuernagel (FTL 26, Kairós, 2006).

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