“Nuestro norte es ¿podemos conseguir que un billón de personas entren en el metaverso para finales de la década? Así construiremos un negocio tan grande como nuestro negocio publicitario actual. Creo que eso es algo muy emocionante” (1) — Mark Zuckerberg.
El metaverso es la representación máxima de la guerra mundial que existe por nuestra atención, donde compiten juegos, streaming, apuestas, realidad virtual, redes sociales y otras apps. El Laboratorio de Tecnología Persuasiva en Sillicon Valley ha sido la cuna de multinacionales que invierten millones de dólares anualmente para convertir nuestros smartphones en “cajas expendedoras de dopamina” (sistema de recompensas programadas).
Son los mismos protagonistas quienes nos ofrecen declaraciones como las del cofundador de Facebook, que reconoce que explotan una vulnerabilidad de la psicología humana (2), las del CEO de Netflix, quien confiesa que su principal enemigo es el sueño (3), o las del Founder's Award de Google, quien expone que existe un profundo e irreversible daño en la atención humana (4).
Prestigiosos organismos médicos han investigado el vínculo entre el uso excesivo de medios digitales, con una progresiva disminución en la capacidad de atención (5,6). LATAM encabeza el ranking mundial con un consumo promedio de 3,5 horas al día solo en RRSS (7).
Así logramos ver “mentes cautivas” por la luz azul, el swipe/scroll infinito, las notificaciones y el FOMO, que no conoce de horarios ni vacaciones. Pero si gigantes como Instagram o Google no están cobrando dinero por sus servicios, ¿Cuál es el verdadero precio que pagamos? ¿Tiene esto algo que ver con nuestra vida espiritual?
Esto no se trata de una apología del ascetismo radical, sino de la toma de conciencia de qué tan intencionadas son las fuerzas que hay detrás de algunas distracciones (todo recurso usado a destiempo lo es).
El autor Richard Foster, reconoce los “ruidos” (elementos distractores) como una fuerza deliberada cuando menciona, “En la sociedad contemporánea nuestro adversario se especializa en tres cosas: ruido, prisa y multitudes” (8).
Las buenas excusas como el trabajo, la familia o los estudios, son nuestra principal defensa cuando alguien critica nuestras abultadas agendas. También el destacado psiquiatra y psicólogo suizo Carl Jung aseguraba, “La prisa no es del diablo; es el diablo mismo” (9), lo que nos hace reflexionar en las intenciones detrás de la saturación en nuestros ritmos de vida.
La sobreestimulación, la sobreproducción y el consumismo parecen estar saboteando la vida contemplativa y tranquila a la que somos llamados con el fin de encontrarnos con nosotros mismos y encontrarnos con Dios.
Por otra parte, la meditación y el silencio parecen ser prácticas reservadas para la espiritualidad oriental, y si las llegamos a intentar, de alguna forma “cuando hemos eliminado nuestras distracciones externas, seguido encontramos que nuestras distracciones internas se nos manifiestan con toda su fuerza” (10).
Queremos escapar de ese lugar porque nos resulta aterrador confrontar el silencio y vernos desnudos, con nuestras sombras, virtudes, inseguridades, motivaciones, vacíos, etc.
Sin embargo, es Jesús mismo quien practicó un ritmo de retiro, calma y enfoque (Mt. 4:1-2, 14:13, 14:23, 17:1-9, 26:36-46, Lc. 5:16, 6:12, Mc. 1:35, 6:31).
Contemplando su presencia y carácter
El Salmo 27 es un relato del rey David en contexto de constante crisis militar. En esta oportunidad, fuera de enfocar su atención en los recursos necesarios para ganar sus enfrentamientos, él expresa:
“Lo único que te pido”, y refuerza “¡Lo que más anhelo!” (está a punto de sacar a la luz el deseo más profundo de su corazón en tiempo de crisis), “Es vivir en la casa del Señor todos los días de mi vida, deleitándome en la perfección del Señor y meditando en su templo”.
¡Wow! Definitivamente mi petición hubiese sido otra en sus zapatos.
Por otra parte, en el Salmo 1:1-2 existe un relato bastante similar que destaca, “la alegría para los que no siguen el consejo de los malos... sino que se deleitan en la ley del Señor meditando en ella día y noche”.
En el primer texto, el deleite y meditación diaria están en la presencia de Dios (el templo), y en el segundo, el deleite y meditación diaria están en el carácter de Dios (la ley).
Hoy sabemos que ambas (presencia y carácter) son representadas en la persona de Jesús y su obra perfecta de amor.
Como discípulos, el contemplarle nos forma desde lo más profundo (2 Cor. 3:18), así como contemplar las distracciones nos deforma. Contemplarle nos empuja a cumplir la misión de amar a las personas como él lo hizo.
“Y desenredándose, le siguieron”
Las crisis de salud mental y la somatización en nuestros cuerpos revelan que ni siquiera sabemos descansar.
Pero llegar a decir que somos discípulos de las distracciones parece sacado de un libro distópico de Orwell o Huxley. Este último reconocía que:
“Un Estado totalitario realmente eficiente sería aquel en el que controlen una población de esclavos que no tienen que ser coaccionados porque aman su servidumbre” (11).
¿Podría ser la distracción un arma de poderes hegemónicos?
¿En qué universo (o metaverso) podría ser factible que nuestros jóvenes tengan incentivos para disfrutar la reflexión, la meditación o la contemplación en la era del hedonismo superficial?
Disfrutar de la lectura bíblica, desear un paseo al aire libre, contemplar un insecto, o deleitarse con una conversación sencilla, parecen bendiciones extremadamente lejanas.
¡Estamos enredados!
Hemos decidido ser discípulos de nuestras distracciones.
Hace solo unos meses la autora mexicana Ana Ávila publicó un libro llamado Lo que contemplas te transforma, y me parece que difícilmente se puede expresar de mejor forma cómo somos moldeados por lo que seduce nuestra atención.
En un sentido doble, lo que contemplamos nos transforma mental (neuroplasticidad) y espiritualmente (fruto).
En otras palabras, ser discípulos de las distracciones es la forma más normalizada y cómoda de evadir la misión de aprender a amar.
Si en algún tiempo se llegó a pensar que la principal estrategia para resistir la misión de la iglesia era la violencia, hoy reconocemos que la anestesia de la distracción ha sido mucho más efectiva.
Fijar nuestros ojos en Cristo es lo que nos transforma.
Referencias:
(1) Mark Zuckerberg https://www.theverge.com/2022/7/26/23279478/meta-apple-mark-zuckerberg-metaverse-competition
(1) Mark Zuckerberg https://www.theverge.com/2022/7/26/23279478/meta-apple-mark-zuckerberg-metaverse-competition
(2) Sean Parker https://www.axios.com/2017/12/15/sean-parker-facebook-was-designed-to-exploit-human-vulnerability-1513306782
(3) Reed Hastings https://www.independent.co.uk/tech/netflix-downloads-sleep-biggest-competition-video-streaming-ceo-reed-hastings-amazon-prime-sky-go-now-tv-a7690561.html
(4) James Williams https://www.youtube.com/watch?v=MaIO2UIvJ4g
(5) Journal of the American Medical Association https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2687861
(6) World Psychiatric Association
https://onlinelibrary.wiley.com/doi/epdf/10.1002/wps.20617
(7) Global Web Index https://www.ambito.com/edicion-impresa/usuarios-america-latina-son-los-que-mas-tiempo-pasan-las-redes-sociales-n5756276
(8) Richard Foster, Celebración de la disciplina (Buenos Aires: Peniel, 2009), 46.
(9) Kelsey Morton, The other side of the silence (New York: Paulist Press, 1976), 83.
(10) Richard Foster & James Smith, Devocionales Clásicos (Nueva York:
HarperCollins, 1993), 95.
(11) Aldous Huxley, Un mundo feliz (Barcelona: Debolsillo, 2010), 27.
Sobre el autor:
Carlos Anabalón, chileno, ingeniero comercial por la Universidad Católica de la Santísima Concepción, consultor en inteligencia artificial y emprendedor social. Estudiante de Maestría en Estudios Teológicos (MTS) en Palmer Seminary, reconocido con el Orlando E. Costas Award 2024.
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