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viernes, 31 de enero de 2025

El Miedo al Futuro | Por Luis Collazo

Hoy vivimos precisamente en un momento histórico donde el miedo ha paralizado la voluntad de grandes sectores de la sociedad, tanto en los Estados Unidos de N. A. como en el ámbito local. Amplios sectores de la sociedad viven aterrados ante una realidad que desafía su aparente estabilidad individual o comunitaria. Es el miedo lo que incentiva conductas políticas y sociales, que, utilizado por medios publicitarios estratégicos, cancela proyectos históricos legítimos y viables.

No debemos sorprendernos de que la realidad que conocemos es el reflejo de unas sociedades que hoy optan por opciones políticas aberrantes. El apoyo colectivo a proyectos sociopolíticos marcados por la arbitrariedad, el elitismo y la prepotencia es el resultado lógico de una sociedad que, a un nivel profundo, siente el desplome de su realidad histórica. Grandes sectores aún son presas fáciles de los agoreros del pánico que se presentan como mesías ante la caída de sus proyectos historico-pólitico.

El miedo es producto de la falsificación de una realidad social que se tiene por ideal y legitima. Es el vehículo que anula la voluntad de abrirse al cambio radical, y a perpetuar una ilusión que encubre una realidad contraria a la verdadera realización de los más nobles ideales humanos. Así a la libertad se le hace parecer una amenaza, al reclamo de independencia se le hace ver como insubordinación, a la equidad se le hace ver como privilegio, a la defensa de la dignidad se le cataloga de superficialidad. El pluralismo cultural es también etiquetado como una opción antagónica que amenaza el predominio del poder de la clase dominante.

En su libro El Miedo a la Libertad, Erich Fromm acierta al señalar: “Sin embargo, en las largas y virtualmente incesantes batallas por la libertad, las clases que en una determinada etapa habían combatido contra la opresión se alineaban junto a los enemigos de la libertad cuando esta había sido ganada y les era preciso defender los privilegios recién adquiridos”. La historia que hoy vivimos constituye la concreción de lo que el autor señala con acierto. El miedo que en un momento requirió ser superado por los autores de la sociedad humana, se transforma irónicamente en una fuerza que genera opresión y prepotencia por parte de los que en una ocasión lo combatieron. La encrucijada a la que se enfrenta la conciencia y la espiritualidad implica adquirir un nivel de profundidad que nos impida claudicar como aliados de un sector donde el poder niegue la validez de la libertad. El miedo constituye así la raíz de la subordinación incondicional a poderes que pretenden implosionar la libertad humana.

Considero que uno de los más prominentes desafíos a que nos exponemos es transformar una cultura subordinada al miedo, a una cultura incondicionalmente leal a la libertad. Esto nos permitiría comprender cabalmente la verdad que se consolida en un ser humano pleno, auténticamente libre, y en una sociedad solidaria y soberana.

Los cambios sociales que actualmente vemos en amplios sectores a nivel global y local son evidentemente guiados por el temor ante nuevas posibilidades de convivencia humana. Las actividades y políticas proteccionistas acorralan a amplios sectores en nichos, que, en el transcurso de la historia, se transforman en su cárcel. Es así como el síndrome del miedo inmuniza, particularmente a la clase dominante, contra la empatía, la solidaridad, y el valor de la dignidad humana. Su discapacidad afectiva los lleva a sacralizar la xenofobia, el discrimen racial, el odio al emigrante, la supremacía racial-cultural, y a perpetuar una obsesión por un nacionalismo acéfalo.

Ante esta coyuntura global y local nos corresponde a los sectores más sensibles contrarrestar los proyectos y discursos que atrapan a amplios sectores con un miedo tóxico y paralizante. No debemos ignorar que la carencia de una educación liberadora perpetua una conducta individual y colectiva carente de pensamiento crítico. Este siempre será un espacio fértil para la manipulación mediática y el discurso populista con acento oportunista. El desafío implica enfrentar este escenario con astucia estratégica y una táctica asertiva. La resistencia y la utopía revolucionaria serán un imperativo.

El dogmatismo ideológico y el protagonismo mesiánico no pueden contribuir a propiciar apertura a un mensaje que implique cambios radicales, no paliativos. Corresponde fomentar una pedagogía política que fecunde el espacio social con acciones y estrategias convergentes e inclusivas ante todos los sectores colaborantes. No es saludable pretender ninguna hegemonía ideológica ni estratégica. ¡El futuro nos espera!
   

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Sobre el autor: 

El Dr. Luis G. Collazo, PhD, es un destacado teólogo y educador con títulos de la Universidad de Puerto Rico, Seminario Evangélico de Puerto Rico, y McCormick Theological Seminary. Ha sido profesor de ética y religión en la Universidad Interamericana de Puerto Rico y ha publicado numerosos libros de ensayos y poesía. Activista por la paz y los derechos humanos, ha recibido varios premios literarios y participa en diversas organizaciones internacionales. Actualmente, es pastor endosado de las Iglesias Bautistas de Puerto Rico.

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