Uno de los argumentos que más me llamó la atención y al cual quiero referirme, es el uso de luces sensacionalistas en algunas iglesias. ¿Será que podemos desvalorizar a una iglesia solo por sus juegos de luces y concluir que allí no está la presencia de Dios?
Forma y contenido
Recordemos que, en un momento de la historia, hubo iglesias que consideraban inapropiado para la liturgia el uso de guitarras eléctricas, la batería y otros instrumentos por ser “mundanos”. Hoy, pocas congregaciones desvaloran estos enseres, que ya forman parte de la vida de la congregación.
Este rechazo respondía a la percepción de que estos instrumentos se asociaban con la música secular y, por tanto, no eran adecuados para la iglesia. Sin embargo, la historia de la música sacra nos muestra una línea delgada entre lo que solemos llamar “secular” y “sagrado”.
Por ejemplo, Martín Lutero era un defensor del uso de la música en la adoración y creía que las melodías populares podían ser utilizadas para el servicio a Dios. Tomó canciones que se cantaban en las tabernas y les cambió la letra para reflejar temas cristianos. Estas melodías, que en su origen no tenían ningún vínculo con la iglesia, llegaron a ser los himnos que conocemos y cantamos hasta el día de hoy.
Si bien es cierto que en ocasiones las luces van acompañadas por todo un despliegue de artefactos y montajes que parecen más un espectáculo de entretenimiento que un verdadero servicio, aun así, es peligroso caer en el juzgamiento.
Conozco a algunos líderes que emplean diversas estrategias para llamar la atención justamente de aquel sector que solemos olvidar y que debería ser el sentido de nuestra misión: el mundo entero. No obstante, desde nuestra cosmovisión evangélica, que representa algunas generaciones anteriores, queremos que nuestros templos sean pulcros, sacros, solemnes y no estamos dispuestos a otras consideraciones modernas.
La omnipresencia de Dios
Por otro lado, la presencia de Dios es universal y está en todas partes, incluso en los lugares que no consideramos “sagrados”. Nosotros no somos quienes para juzgar dónde está o no está Su presencia. La Biblia misma nos enseña que "donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18:20). Nos recuerda que la esencia de la adoración no radica en el entorno físico o en los adornos externos, sino en la sincera búsqueda de Dios por parte de los creyentes.
El riesgo del legalismo
¿Debemos asumir que la forma define la esencia y que un juego de luces es un elemento externo que debería determinar la presencia de Dios en una iglesia? Juzgar a las iglesias o a las personas por detalles superficiales puede llevarnos a un legalismo religioso que no concuerda con el mensaje de gracia y amor de Dios. Jesús mismo criticó a los fariseos por enfocarse en las apariencias externas mientras descuidaban la justicia y el amor de Dios (Lucas 11:42).
Promoviendo la unidad
En lugar de enfocarnos en las diferencias, debemos procurar la unidad entre los creyentes, reconociendo que Dios se manifiesta de diversas maneras y que cada persona tiene su propia experiencia de fe personal y comunal. La diversidad en las formas de adoración puede enriquecer nuestra comprensión de Dios y de la comunidad de fe. En vez de dividirnos por nuestras diferencias, debemos celebrar la diversidad que refleja la infinita creatividad de nuestro Creador.
Con precaución concluyo diciendo que la presencia de Dios no puede ser limitada por nuestras percepciones humanas o por los adornos y prácticas externas de una iglesia. La verdadera presencia de Dios no está confinada a nuestras expectativas o tradiciones, sino que se manifiesta por su propia gracia como y cuando Dios quiera.
La respuesta inesperada y disruptiva de Jesús a Juan el apóstol muestra lo errado que podemos estar cuando fijamos nuestros ojos en aspectos que para el Reino no son tan relevantes. Jesús dijo: "El que no está contra nosotros, está a nuestro favor" (Marcos 9:40), en respuesta a la actitud de un seguidor que, en teoría, no era del Movimiento de Jesús, pero mostraba una cercanía al Reino más allá de lo que muchos otros discípulos que andaban con Jesús.
Así que si las ¡luces, las cámaras y acción… ¡ nos sirve como un móvil de evangelización, ¿dónde está el problema?
Sobre el autor:
Alexander Cabezas Mora es costarricense, master en Liderazgo Cristiano y en Teología. Se ha desempeñado como conferencista, pastor adjunto, profesor de varios seminarios teológicos y consultor en materia de niñez y adolescencia para varias organizaciones internacionales. A participado como escritor y coescritor en varios libros entre ellos, Huellas, Spiro, Entre los Límites y los Derechos, Disciplina de la Niñez, En sus manos y nuestras manos, la co-participación de la niñez y la adolescencia en la misión de Dios y Oración con los ojos abiertos.
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