La osadía de esperar. Elecciones presidenciales en Colombia
Por Harold Segura, Colombia y Costa Rica
En toda mi vida, en Colombia ha gobernado una sola clase política. Entre liberales, como lo era mi familia; conservadores, como eran algunos vecinos, y de centro indeciso, como lo fueron después los liberales y conservadores, ha transcurrido nuestra historia. En la presidencia, siempre ellos; los mismos. Los que con sus intereses económicos condujeron al país a ser el segundo más desigual de América Latina y los que con esos mismos intereses dijeron “no” al Acuerdo de paz. Y sostuvieron en los últimos 4 años el “no”, aunque el Acuerdo fuera finalmente firmado el 26 de septiembre de 2016. Entre gobernantes conservadores y liberales hemos visto crecer la violencia, campear la desigualdad social y las injusticias más atroces.
La elección del economista Gustavo Francisco Petro Urrego y la de su vicepresidenta, la abogada Francia Elena Márquez Mina, no la recibo con la inocencia de creer que ascendió el mesías (mi fe y mi teología no me aceptan tanta ingenuidad), pero sí me permito creer que nos da la oportunidad de esperar y aspirar a algo diferente. Es la pausa para la esperanza (esa que si avala mi fe y mi teología).
Esta esperanza, en mi caso, le gana al miedo. Le gana al comprensible temor de muchos amigos/as míos quienes han dicho que Petro llevará al país a la debacle, porque es la reencarnación deteriorada de otros gobernantes de la izquierda latinoamericana que, por ser de izquierda, condujeron a sus países al abismo sin fin. Yo no me inscribo en esta lista de pesimistas acérrimos que anuncian desde ya esta profecía y, también desde ya, hasta anhelan que se cumpla para corroborar su razón. En mi caso, me permito la osadía de esperar algo diferente.
Petro no será el mejor presidente, ni siquiera el que hoy como fruto de mi esperanza quiero que sea, pero sí mucho mejor que el que hubiera sido su adversario, el señor Hernández… y superior, eso sí, a quienes en los últimos años ayudaron al caos social, económico y político que hoy tenemos. Baste recordar que Colombia tiene, según los últimos datos publicados por la ONU, 2.869.032 de personas emigrantes, lo que supone un 5,81% de la población de Colombia. Todos estos han salido del país como consecuencia de las crisis generadas por los mismos gobernantes (ninguno de izquierda) que muchos de ellos han respaldado con su voto.
Mi nota no es partidista. Nunca he sido de partidos. Tampoco es de “petrista”. Nunca he militado en movimientos de izquierda. Es de ciudadano que se da, a partir de hoy, la oportunidad de esperar que iniciemos un “nuevo vuelo”, donde quepamos todos (como la caricatura de Matador). Donde podamos soñar con una Colombia diferente a la que hicimos y nos hicieron en el último siglo. Mi nota reclama eso, el derecho a soñar. Y esa esperanza, en mi caso y por mi fe, siempre procuro que supere al miedo, al temor y al rencor.
¡En este nuevo vuelo debemos participar todos! Sobre todo, los millones que quedaron por fuera del vuelo, incluidos los que viven como exiliados en otros países o como desplazados en su propia patria. ¡El derecho a esperar nos pertenece!
Sobre el autor:
El
pastor y teólogo Harold Segura es colombiano, radicado en Costa Rica.
Director de Fe y Desarrollo de World Vision en América Latina y El
Caribe y autor de varios libros. Anteriormente fue Rector del Seminario
Teológico Bautista Internacional de Colombia.
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