Pensando la renovación de la iglesia; en los tiempos del coronavirus - El Blog de Bernabé

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viernes, 6 de noviembre de 2020

Pensando la renovación de la iglesia; en los tiempos del coronavirus

Por Víctor Rey, Chile y Ecuador

Ilustración gente en iglesia

Aprovechando estos días en los cuales estamos en cuarentena en Ecuador y viendo la crisis que están viviendo las iglesias, me he puesto a pensar cómo se podría renovar las iglesias.

Nadie va a poner en duda que esta posible renovación de la Iglesia es una esperanza excelente, que se debe fomentar en todo cuanto esté a nuestro alcance. Pero, esta esperanza de renovación está erizada de amenazas y peligros, que no son ninguna tontería. Ni son, desde luego, problemas imaginarios.

Para empezar, lo más importante de todo es que la renovación de la Iglesia no depende sólo de los líderes y dirigentes. Por más genial que sean esto hombres y mujeres, por más evangélicamente que vivan y por más original y firme que sean en la toma de sus decisiones, la Iglesia es tan enorme, tan compleja y, en no pocos e importantes asuntos, una institución tan complicada, que un solo grupo hombres y mujeres no puede renovar la Iglesia como la Iglesia necesita ser renovada, en este momento y tal como están las cosas.

La renovación de la Iglesia depende, por supuesto y en medida destacada, de lo que digan y hagan los líderes y dirigentes. Pero, si es que hablamos en serio de renovación de la Iglesia, no olvidemos nunca que la Iglesia somos todos. Y, por tanto, de todos depende la tan esperada y ansiada renovación.

Al decir esto, no soy tan ingenuo como para estar imaginando que los más de mil millones de creyentes, que formamos parte de las iglesias, vamos a cambiar de la noche a la mañana. Y así "tendremos servida" la deseada renovación.  Pero, tan seguro como eso, es que, si lo que los cristianos esperamos de los líderes digan y hagan lo que a cada uno nos conviene o nos interesa, en ese caso el poder renovador quedará limitado, en no pocos asuntos.

Como es lógico, lo que estoy diciendo debería ser aplicado, con libertad, audacia y transparencia, lo mismo a los grupos progresistas que a los conservadores. Lo mismo a los que quieren más "observancia" que a los que luchan para que en la Iglesia haya más "libertad". En unos y en otros, creo yo, es el respeto, la tolerancia y la bondad los comportamientos que harán posible una Iglesia que se vaya capacitando para bajar, descender, acercarse a los millones de criaturas que no pretenden estar por encima de nadie, sino sencillamente vivir en paz, con honradez, con apertura mental ante las ideas o proyectos de los otros y, sobre todo, una Iglesia cercana a los últimos, identificada con los que menos tienen, acogedora siempre y con todos, tengan las ideas que tengan y crean en las creencias que cada cual ha podido asumir en su vida.
El fondo del problema está en que la "lógica de la renovación" de la Iglesia no es la "lógica de la razón", sino la "lógica del Evangelio", que es paradójicamente la "lógica del caos". El "desorden" que Jesús provocó con su conducta, con sus conflictos frente al Templo y los dirigentes religiosos de su tiempo.
Por supuesto, que sólo con bondad no se gobierna ni se arreglan las cosas. A veces, hay que tomar decisiones dolorosas. Pero hay que tomarlas con sentido de urgencia.

Hoy más que nunca hay que “pensar globalmente y actuar localmente”, por esta razón hay que explorar nuevas formas de ser iglesia en forma sencilla, sin jerarquías, sin dogmas, sin rituales vacíos, sin sermones abstractos, sin liturgias y cánticos etéreos, donde el centro de la fe y la acción sea Jesús.

Una propuesta concreta que vengo examinando hace algún tiempo es que la renovación de la iglesia debe venir desde abajo, no desde las cúpulas y para eso lo mejor es formar “grupos de Jesús”.  Jesús mismo lo dijo: “Dónde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy en medio de ellos.”  Se necesitan lugares donde regenera la propia fe en Jesús, donde compartir las preguntas más profundas y las percepciones cotidianas, donde discernir en profundidad con criterio bíblico sobre la propia experiencia y existencia con la finalidad de orientar al bien y a la belleza las propias elecciones individuales y sociales.

La idea es poner en el centro a Jesús de nuestras vidas y de nuestras comunidades. Hacer un recorrido que nos lleve a conocer mejor a Jesús, a renovar nuestra adhesión total a su persona y a seguirlo, colaborando en su proyecto humanizador del Reino de Dios.  Se trata de reunirse abiertamente en un proceso de algunos años donde se encuentran para orar y reflexionar sobre el Evangelio, buscando captar la totalidad del mensaje.

La crisis que viven las iglesias es de una profundidad y se manifiesta en la cantidad de personas que se salen diariamente de estas instituciones para buscar en otras fuentes inspiración, ánimo y esperanza.  Buscan en otros grupos una rica espiritualidad que se les niega en las iglesias institucionales preocupadas de programas y eventos que no responden a las necesidades de la gente. Personalmente creo que volverse a Jesús y ser parte de uno de estos grupos proveerá una experiencia nueva de encontrarse con la divinidad, animará y llenará de nueva espiritualidad las vidas de estos buscadores.  Y creo que es la única esperanza de renovación de las iglesias cristianas.

Ilustración del artículo: Imagen de congerdesign en Pixabay

Sobre el autor:  

Víctor Rey es chileno, radicado en Ecuador. Egresado del Seminario Teológico Bautista de Santiago de Chile, posteriormente se recibió de Profesor de Filosofía en la Universidad de Concepción. En 1989 obtuvo la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Alberto Hurtado (ILADES), Chile, y en 1993 el Master en Comunicación Social en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.


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