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martes, 3 de abril de 2018

Y dijo Dios...

Por Hemir Ochoa, Chile

Imagen: Pixabay

Desde hace algunos años he venido escuchando la frase-mantra “las palabras crean realidades”, en diferentes escenarios y contextos, y desde mi punto de vista quisiera aportar con un pequeño “ajuste”, al asunto, principalmente desde un sencillo análisis del tema en-desde el texto bíblico. Pero primero una pequeña cronología.
  • La primera vez que supe de esta frase fue cuando llegó a mis manos el famoso texto “Metafísica 4 en 1” que postulaba esencialmente que con nuestras palabras podíamos “atraer” la realidad superior, de los mundos de “arriba”, hacia nosotros, cualquier realidad, la que quisiéramos.
  • Luego, y con no poca sorpresa, me encuentro este mismo predicamento en los movimientos neo-pentecostales y Nueva Era que han hecho nido en la iglesia con su famosa enseñanza de la “declaración positiva”, con libros como la “Cuarta Dimensión”, donde esencialmente se enseñaba a las personas a ser “específicas” en sus peticiones, porque sino Dios no “sabría” qué bicicleta darles sino le dábamos la ficha técnica. Obvio.
  • Luego me he encontrado esta frase, que a estas alturas ya es cliché, en diferentes movimientos, por ejemplo, el de la reivindicación semántica de lo femenino, en medio de un mundo sintácticamente masculino (hola a todos…y todas, etc). En ciertas terapias que usan el habla para sanar, en uno que otro artículo de teología, etc.
Así que frente a tamaña aseveración que a estas alturas parece nadie cuestionar, partí por hacerme la pregunta obvia, ¿Realmente las palabras crean realidades?, si lo hacen, ¿en qué sentido, forma, sustancia, o sopa epistemológica?

Así que luego de algunas vueltas, lecturas del texto sagrado, y otras “vainas”, llegué a la conclusión, nada nuevo por su puesto, de que la frase “las palabras crean realidades” es una verdad ” a medias”, una verdad de la economía del pensamiento popular que en buenas cuentas, es más un slogan, que un hecho comprobado.

Mis argumentos.
  • Las palabras no “crean realidades”, simplemente evocan, invocan, llaman, traen una realidad que sí es más potente que las palabras.
  • Esta verdadera realidad es anterior a la vibración sonora que llamamos palabras, y se le puede llamar “sentido de profundidad”, el cual llena a su vez, lo que podríamos denominar, la “idea primordial”.
  • Quizás puesto al revés, sería así la cadena que sí crea la realidad. IDEA PRIMORDIAL + SENTIDO DE PROFUNDIDAD + PALABRA = REALIDAD. 
  • Con este esquemita lo que quiero decir es que la “palabra” que realmente crea realidad no es cualquier palabra, sino aquella que es el resultado final de una idea, que es llenada con sentido.
  • Esto significa entonces que las palabras invocarán una realidad, claro. Pero la realidad de esa declaración no depende de la “palabra dicha”, sino del contenido emocional, racional, intuitivo, tradicional, familiar y circunstancial de la misma. De lo contrario, podrás decir mil veces una palabra, y tu realidad solo bostezará.
  • De ahí que cuando Dios “Dice” en el Génesis cap. 1 (10 veces “Y dijo Dios”), su decir está lleno de profundidad, en pocas palabras, su “idea” de crear, y la realidad son la misma cosa, la totalidad. Su voluntad es la realidad, por ende su decir no crea, solo invoca lo que ya está en su mente, y que ha sido creado ahí.
  • Otro ejemplo de esto es el verbo Qara´ que aparece en la Biblia con el sentido de “llamar o nombrar”, siendo sin embargo su sentido más llamativo el de “invocar”. Y solo invocamos aquellos que ya existe. De ahí que cuando la biblia hebrea utiliza este vocablo no lo hace en función de crear, sino de “pedir que venga”. Lo que reafirma la idea de que el habla, es solo puente, y no la sustancia creativa.
  • Por eso es que hay palabras que no crean nada, que son solo vibración, aire, en pocas palabras, o “Címbalo que resuena” como dirá Pablo. Porque él también sabe que las palabras que decimos, incluso hablando en “lenguas”, no tienen ninguna realidad, sino las decimos desde el “sentido de profundidad”, que es, a lo que él llama “amor”.
En segundo lugar creo que el cliché debe ser revisado, porque cuando decimos esto, de que “las palabras crean realidades”, nadie toma en cuenta que el receptor de estas palabras, también tiene el mismo esquema interior, la idea+sentido de profundidad, (convicción si se quiere), y la palabra, su propia palabra.

De ahí que le puedes decir mil veces a alguien que fracasará, y este alguien siempre se levantará una y otra vez, porque las fórmulas del emisor receptor no están alineadas, y de hecho, nunca lo están.

Las palabras solo invocarán una realidad dependiendo de la convicción con que las llenas, de ahí que Jesús varias veces dijo “tu fe te ha salvado” (Lucas 7:50). Ni siquiera fueron las palabras del maestro, sino la convicción del “otro”, su propio contenido y sentido de profundidad lo que le salvó. Incluso podemos aplicar lo mismo a la frase, “y la fe de ellos le sanará” (Marcos 2:5), o “y la oración de fe restaurará al enferno” (Santiago 5:5). Aquí es la fe de ellos, ni son sus palabras, solo su convicción.

Así que a modo de conclusión, ¿las palabras crean realidades?, no, lo que crea la realidad es la profundidad y la idea anterior a la palabra, el contenido emocional y conviccional que está antes de la pronunciación. Si ese contenido anterior es débil, supérfluo, sin potencia ni fe, diga todas las palabras que quiera, y no se moverá ni una hoja otoñal.

Esa es la diferencia entre las personas que siempre dicen “quiero”, de las personas que realmente “cambian su mundo y el de otros”.

“El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca”. - Lucas 6:45


Sobre el autor:

Hemir Ochoa es pastor de la Iglesia Luterana de Valdivia, en Chile. Estudió en el Seminario Teológico Bautista de Santiago, el Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Chile y en el Seminario Evangélico Unido de Teología de España. Es director de la Academia de Hebreo Bíblico www.hebreobiblico.com





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