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domingo, 4 de agosto de 2019

Discursos de dominación e iglesia

Por Ronald Rivadeneira, Ecuador

Imagen de Steve Buissinne en Pixabay
En la actualidad han surgido nuevas iglesias y organizaciones evangélicas que tienen un comportamiento denominacional evangélico, pero no tienen un raigambre histórico, su comportamiento es más cercano a una institución cerrada de control de las personas o  creyentes, dentro de nuestras iglesias evangélicas denominamos sectas a este tipo de organizaciones, sin embargo solemos ser más benignos con las iglesias evangélicas que tienen los mismos comportamientos.

En la mayoría de los casos han surgido bajo la tutela de un líder carismático neo – evangélico con énfasis en la teología de la prosperidad, aquella teología que desconoce el dolor y extrapola el bienestar individual bajo el discurso de “invertir”: dar dinero, para “recibir”.  Otras iglesias en cambio establecen un dominio de control en la membresía, se yerguen como los únicos practicantes y conocedores de la sana doctrina, por lo que suelen  asumir la predica en contra los otros que tienen prácticas distintas.

Controlar las finanzas de las personas suelen ser una característica distintiva, sus líderes se presentan como emisarios directos de Dios, vetan celebraciones sociales o alimentos, sus organizaciones se parecen más a franquicias del mercado que ha denominaciones evangélicas que están en búsqueda permanente de la sana doctrina.

Estas iglesias suelen ser el resultado de un proceso de división denominacional, usan el nombre de la denominación histórica, pero con otra palabra que la consideran como un distintivo de la denominación de la que se separan,  aunque se hagan llamar denominaciones, no lo son, no tienen anclaje en la fe cristiana, en los procesos de Reforma y muchas veces se alejan de los principios de la Biblia. Obedecen más al deseo de control de los creyentes, de la membresía que hace redituable la recaudación de diezmos y ofrendas, las reuniones de planificación son exabruptos hacia los líderes o pastores por la poca recaudación, sus estrategias de evangelismo ven ingresos y no personas.

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Hasta el momento los párrafos descritos se han direccionado a iglesias y organizaciones
neo-evangélicas con dispositivos de control específicos, sin embargo en la actualidad cada vez y de forma más agresiva los discursos de dominación de los pastores y líderes evangélicos se están replicando en las iglesias evangélicas. Las estrategias de dominación  son discursivas, se establecen en el creyente con nuestra jerga evangélica como: “nadie se mete con el ungido de Dios”;  “declaro bendiciones o maldiciones”, “Dios me dijo”, entre otras. Frases que suelen someter a los creyentes a la autoridad del pastor y que bien evidencian la manipulación para fines específicos. Son dispositivos de control religioso que ha hecho de algunos pastores caudillos infalibles cuál papa del medioevo.

La iglesia del primer siglo no había establecido dispositivos discursivos de control a los creyentes para que se queden fijos en la iglesia local. De hecho, era todo lo contrario, los nuevos creyentes tenían que asumir la fe en el ejercicio de la vida en comunidad con los otros diversos, es decir con los no creyentes. El liderazgo se lo asumió como directrices para mantenerse en la sana doctrina. Las epístolas de los apóstoles y discípulos de Jesús no son discursos de dominación a los nuevos y viejos creyentes, son escritos a las comunidades cristianas  de todos los tiempos para que por medio del
Espíritu Santo se produzca el discernimiento del camino a seguir en la vida en comunidad.

Hablar de dominación en la iglesia tiene que ver con estructuras funcionales dentro de ella que hacen que la congregación entre a un círculo vicioso de control. Es decir, dilucidar en la iglesia local la pregunta: ¿los líderes sirven a la congregación o se sirven de la congregación? Cuando en la iglesia local se establecen mecanismos de control de lo que el creyente hace o no hace en lo privado se está invadiendo la subjetividad del creyente, se lo está controlando. Por ejemplo, establecer líderes que autoricen las citas entre parejas son dispositivos de control que los creyentes permiten, olvidando que nuestra vida privada está bajo escrutinio de Dios y no de personas que obran acorde fines e intenciones.

Otro ejemplo de dispositivo de dominación se da con el propósito de garantizar los ingresos para fines específicos, dispositivos que garantizan el control de las finanzas de los creyentes para afianzar los ingresos de la iglesia local. Por ejemplo, los salarios de algunos cuerpos pastorales que exceden con creces el promedio de la comunidad de creyentes; estamos seguros que el obrero es digno del salario, el pastor por ejemplo debería recibir un ingreso digno, promedio a la de la congregación que pastorea si se quiere considerar una formula saludable que valide la clase social donde se realiza el pastorado. En la actualidad en algunas iglesias dicho valor tiene un cálculo piramidal a la usanza del mercado y la justificación dada es la del “ungido”, “hijo del Rey” que es bendecido por su trabajo, siendo este un discurso de dominación que asegura privilegios de quien se encuentra en la cima de la pirámide y de quienes aspiran a sucederlo.

Como creyentes debemos retomar las advertencias de los evangelios, debemos tener cuidado con los asalariados, con las formas de control de lo privado que se da en los discursos de lo público. Escudriñar los propósitos de la predicación, los fines de las acciones, planes y proyectos de la iglesia local bien pueden ayudarnos a dilucidar los propósitos en lo que se pide que el creyente haga.

La dominación de otra persona o de grupos de personas en términos sociales tiene un propósito, un fin que beneficia al que domina, este beneficio puede ser simbólico como el poder o la autoridad de determinado cargo en el que se busca permanecer usando discursos de dominación.

El famoso “yo soy el ungido del Señor” encierra, en términos prácticos un –no me cuestionen-, - yo soy el pastor-, o en su defecto busca validar el cargo como una autoridad inerrante, infalible que busca permanecer en le cargo. 

Como pastor, bendecir a otros es un privilegio y debemos estar convencidos de que la palabra que enunciamos tiene poder, pero de esto al discurso de “yo declaro” existe una gran distancia. Hace que en el discurso religiosos quien lo usa domine o controle a quienes no tienen el poder “de declarar” lo que Dios quiere hacer en la vida del creyente. Este discurso de gran error teológico le resta poder a Dios y la declaración bajo el discurso de fe se vuelve de dominación ya que determina a los creyentes estar cerca de quien “tiene el poder de declarar” o torcerle el brazo a Dios.

El famoso “yo soy el ungido del Señor” encierra, en términos prácticos un –no me cuestionen-, - yo soy el pastor-, o en su defecto busca validar el cargo como una autoridad inerrante, infalible que busca permanecer en le cargo. Lamentablemente los mecanismos de dominación en las iglesias evangélicas se establecen con naturalidad mediante el uso de discursos, han permeado en la mayoría de denominaciones evangélicas. Debemos regresar a los discursos de inclusión y liberación que encontramos en los evangelios.  Nuestras prácticas eclesiásticas, nuestra liturgia y nuestros discursos o palabras usadas en la iglesia pueden renovarse, más los fines y propósitos de ser iglesia no es dominar a otros ni ser dominados  con fines ajenos al evangelio, el fin sigue siendo dar libertad a los cautivos, no hacer de otros cautivos.

Sobre el autor:

Ronald Rivadeneira es Licenciado en Antropología Aplicada, Magister en Estudios Sociales con mención en Sociología. Es pastor Bautista desde hace 19 años, ex Decano del Seminario Bautista del Ecuador Facultad Quito. Actualmente es Presidente de la Asociación de Iglesias Bautistas de Pichincha y miembro del Comité Ejecutivo de la Convención Bautista Ecuatoriana.


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