Por Alexander Cabezas, Costa Rica
El ministerio de Jesús, no inició un domingo por la tarde con un sermón que arrancó aplausos. Mateo nos dice que fue luego de ser bautizado y llevado por el Espíritu Santo al desierto, para ser puesto a prueba por cuarenta días y cuarenta noches (Mateo 4:1).
Estando en esta condición de vulnerabilidad, recibió la visita de Satanás, quién le extiende una invitación algo inusual. En resumen, le trató de persuadir a confiar en sus fuerzas y no en Dios y que manifieste su identidad mesiánica antes del tiempo designado para su ministerio.
Como seguidores de Cristo no estamos exentos de atravesar por pruebas o tentaciones ministeriales de diferente índole. Constantemente estaremos expuestos a escuchar en medio de nuestros desiertos, los susurros de Satanás que nos dirá: “Si eres líder tienes derecho a…” “Si eres líder haz esto o aquello…” “Aprovecha tu posición, te lo mereces”.
Decir sí a la misión de Jesús, es en ocasiones, asumir una postura difícil en determinados momentos para renunciar a las tentaciones. También al brillo que puede producir los beneficios lucrativos personales que conllevan un puesto de prestigio y responsabilidad en el liderazgo.
Lamentablemente algunos han sucumbido a dichas pruebas. Es triste saber por ejemplo, que grandes instituciones iniciaron con una misión enfocada al servicio, pero con el pasar del tiempo se hicieron grandes, fuertes y prestigiosas, pero terminaron olvidando la esencia de su llamado. Ahora lo que queda de estas es más un “nombre que recuerda un pasado lejano”, que un verdadero ejemplo de presencia en una comunidad.
Contrario a ellos decir sí a la Misión de Jesús es entregarlo todo por el bienestar de los demás. Dicha declaración podría sonar algo idealista, porque a la verdad trabajar con gente no siempre es fácil o sencillo. El mismo Jesús lo experimentó cuando su ministerio no fue comprendido y tuvo que confrontar a sus discípulos en medio de lo que parecía ser una “deserción masiva” (Juan 6:67). Pero es cuando debemos recordar que la seguridad de nuestra labor proviene del convencimiento del llamado que Dios nos ha hecho y de la visión qué él nos provee para realizarla.
Un amigo pastor muy ecuánimemente, me decía: -De la gente nunca espere una palmadita en la espalda, sino críticas…” En el contexto que lo decía era haciendo alusión a que no siempre vamos a tener el apoyo de las personas o todas las condiciones favorables para servir. Gracias a su visión la iglesia que dirige, es hoy un importante ejemplo de desarrollo integral en medio de la comunidad, pero al inicio afrontó mucha oposición por parte de otros líderes.
Cualquiera que sean las pruebas o tentaciones que estemos experimentando, debemos afianzarnos en Dios y buscar su dirección. El desierto no es una opción, queramos o no, tendré que vivirlo como consecuencia del mismo llamado que hemos recibido, pero lo importante es salir con las fuerzas y el respaldo que proviene del mismo Espíritu de Dios. “Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea se difundió su fama por toda la tierra de alrededor” (Lucas 4:14).
Sobre el autor:
Alexander Cabezas Mora es costarricense, master en Liderazgo Cristiano y en Teología. Se ha desempeñado como conferencista, pastor adjunto, profesor de varios seminarios teológicos y consultor en materia de niñez y adolescencia para varias organizaciones internacionales. A participado como escritor y coescritor en varios libros entre ellos, Huellas, Spiro, Entre los Límites y los Derechos, Disciplina de la Niñez, En sus manos y nuestras manos, la co-participación de la niñez y la adolescencia en la misión de Dios y Oración con los ojos abiertos.
martes, 26 de diciembre de 2017
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