Te he visto Señor entre aquellos que luchan por la vida, en los que a través de diversos movimientos de unos pocos (o muchos) organizados reclaman por las cosas que no están bien. Algunos son estudiantes que no quieren ser manipulados; otras, mujeres que quieren ser escuchadas; otros, homosexuales que quieren ser respetados; unos que levantan su voz por los niños que quieren ser considerados y unos más por el pobre, el desvalido o por la creación que también sufre ante la corrupción del pecado. No todos tienen su teología correcta, no todos son rectos, pero en cada uno de ellos te puedo ver, puedo reconocer inquietudes de un mundo que no quiere aceptar que este es nuestro destino final; que sin saberlo clama por tu redención. En ellos también está impresa tu imagen. ¡Inquieta a tu Iglesia para verte allí, para vivirte aquí!
Te he visto en mi país, y en sus fronteras. Te reconocí en aquel migrante que camina el desierto por amor a los suyos; en ese extranjero también habitas tú. Te puedo ver en el gesto de amor del que entrega comida al que vive en la calle, y del que aprende a escuchar a aquellos que nadie ve. Te veo de pronto, yendo a la maquila, despertando de madrugada, suspirando en el camión, pensando en los hijos; en esa mujer que se esfuerza. Te veo también, metido en las altas esferas políticas y entre los que trafican la droga, aún allí te haces presente. Y los que ostentan el poder te buscan en silencio, también a ellos les susurras tu perdón.
Te vi cayendo junto al hombre baleado por niños delincuentes que crecieron sin hogar. Les tuviste compasión a esos que acabaron con la vida, y a la familia que se quedó sin padre. Te ofreciste como Padre para ambos. No te entiendo del todo, pero te veo en cada momento. Lucho por reconocerte en cada esquina, en ver tu imagen en todo rostro.
Te quiero reconocer viendo tu cuerpo, reconocer tus movimientos, tus brazos extendidos y tus manos abiertas. Tus pies puestos para correr, para anunciar. Anhelo ver a tu cuerpo en movimiento, intercediendo, defendiendo al indefenso, llorando con el sufrido y gozando tus bendiciones. Quiero ver tu boca hablando esperanza y anunciando juicio, diciendo la verdad.
Te he visto en diversos lugares, te haces visible en América Latina... Mi ruego: que uses mi cuerpo Señor, mi vida, mis fuerzas y todo lo que soy... que yo camine, como caminaste tú, que siempre te reconozca Señor, para que no haya la tentación de erigir a otros señores.
Sobre la autora:
Alejandra Ortiz es de Tijuana, México y comparte la vida con Abdiel y su hija Erandi. Estudió historia en Tijuana y Teología en Regent College en Canadá. Trabaja en la formación y discipulado de estudiantes, obreros y líderes en las fronteras de México-Estados Unidos.
Sobre la autora:
Alejandra Ortiz es de Tijuana, México y comparte la vida con Abdiel y su hija Erandi. Estudió historia en Tijuana y Teología en Regent College en Canadá. Trabaja en la formación y discipulado de estudiantes, obreros y líderes en las fronteras de México-Estados Unidos.
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