A partir de hoy en El Blog de Bernabé estaremos publicando documentos y artículos de los CLADES anteriores; todo esto para irnos preparando para el CLADE V. Empezamos compartiendo la la declaración final del CLADE IV realizado en Quito, Ecuador en Septiembre del 2000.
“Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos, todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno. Todos los creyentes eran de un solo sentir y pensar. Nadie consideraba suya ninguna de sus posesiones, sino que las compartían. Los apóstoles, a su vez, con gran poder seguían dando testimonio de la resurrección del Señor Jesús. La gracia de Dios se derramaba abundantemente sobre todos ellos, pues no había ningún necesitado en la comunidad.” (Hechos, 4:31-34)
Hermanos y hermanas miembros y representantes de iglesias y organizaciones cristianas evangélicas de todos los países de América Latina y algunos de Europa, Asia, Oceanía y América del Norte fuimos convocados por la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) al Cuarto Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE IV), como continuidad a su peregrinaje de 30 años con el propósito de reflexionar a la luz de las Escrituras y discernir los desafíos que tienen las iglesias evangélicas dentro de nuestro contexto para llevar a cabo la misión integral.
Estuvimos reunidos en la ciudad de Quito-Ecuador del 2 al 8 de septiembre del 2000, 1300 personas que experimentamos juntas un hermoso tiempo de comunión y alabanza arraigado en la Palabra de Dios, dirigido por el Espíritu Santo y expresado en nuestra diversidad y riqueza cultural.
Coincidimos en lo siguiente:
Al comenzar el nuevo milenio, América Latina enfrenta una crítica situación marcada por la implementación de modelos económicos deshumanizantes con su correlato de una política de apertura de mercados y de privatizaciones indiscriminadas, el incremento de una deuda externa abusiva, altos índices de subempleo y desempleo, deterioro del medio ambiente, corrupción generalizada, (especialmente de la clase política y del sistema de administración de justicia), acceso restringido a la educación y al sistema de salud, y la creciente pauperización de sectores más amplios de la sociedad. Además en algunos países a todo esto se añade la amenaza de ingerencia militar extranjera. En la última década el mapa religioso latinoamericano ha variado sustancialmente. Hoy en día las propuestas religiosas son múltiples y diversas, y todo indica que marchamos hacia un pluralismo religioso. Dentro de este contexto muchas iglesias evangélicas están experimentando un acelerado crecimiento numérico que no siempre va acompañado de un despertar de su conciencia social. Sin embargo, hay experiencias colectivas de ministerios integrales que buscan transformar las condiciones de vida de los más pobres entre los pobres. Hay renovación espiritual y mayor presencia de creyentes e iglesias evangélicas en diversas instancias de la sociedad civil e incluso en el campo de la política. Aun así, se percibe todavía cierto déficit en la reflexión teológica, que se refleja en la frecuente tendencia a adoptar acríticamente propuestas “teológicas” ajenas al marco bíblico, como en el caso del llamado “evangelio de la prosperidad”, la presentación del evangelio como un artículo más de consumo religioso y estructuras eclesiales en que prima la ambición al poder. A su vez, las iglesias tienen carencias en el campo de la espiritualidad y se ven amenazadas por el activismo, el misticismo y el dogmatismo.
Frente a todo esto:
AGRADECEMOS A:
Nuestro Trino Dios por esta oportunidad histórica y por habernos congregado en las instalaciones del Seminario Ministerial Sudamericano (SEMISUD) para un tiempo de estudio y reflexión sobre su Palabra, iluminados por el Espíritu Santo, respecto al avance del Reino de Dios y de nuestra vocación misionera dentro de nuestra amada y sangrante América Latina.
CONFESAMOS QUE:
Demasiadas veces hemos sido negligentes en la tarea profética, así como en la generación de comunidades del Reino y en la búsqueda de estructuras sociales alternativas y justas.
Hemos sido cómplices con nuestro silencio de gobiernos corruptos que han condenado a millones de seres humanos a la pobreza y a la miseria absoluta, violentando así su dignidad humana.
Muchas veces hemos cedido a la tentación de dar valor de norma suprema a otras fuentes de autoridad en lugar de las Sagradas Escrituras.
Con demasiada frecuencia hemos restringido el mensaje de la Biblia al ámbito “espiritual” y eclesial, desnaturalizando así su mensaje, integridad, poder y eficacia liberadora.
Hemos permitido un dualismo intelecto-emoción en vez de buscar mentes y corazones iluminados y renovados por el Espíritu Santo.
Muchas veces hemos adoptado una forma de liderazgo pastoral que tiene inspiración en el modelo empresarial de la sociedad de consumo, olvidándonos del ejemplo de nuestro Señor que no vino para ser servido sino para servir.
En nuestro excesivo activismo hemos descuidado la oración como espacio inseparable del estudio de la palabra y fuente de espiritualidad cristiana genuina.
En reiteradas ocasiones hemos fomentado la división y la intolerancia antes que la unidad y el respeto mutuo.
Se ha discriminado y marginado a la mujer, a los indígenas, a los negros, a los niños, a los jóvenes, a la tercera edad, a los discapacitados, a los inmigrantes y otros grupos dentro de la vida de la iglesia. Hemos negando así que ellos son imagen y semejanza de Dios, y desconociendo su enorme potencial humano y misionero.
RECONOCEMOS QUE:
La Biblia es la revelación divina consignada en escritos humanos, cuyo valor es único e insustituible en la reflexión del propósito de Dios para nuestra América Latina. Su carácter divino la convierte en tribunal supremo de doctrina y conducta. Su carácter humano nos exige de la constante relectura y contextualización necesaria para las diversas generaciones de discípulos.
La misión integral solo se realiza cuando una iglesia recibe con discernimiento el testimonio de la Escritura, cuando lo obedece y está dispuesta a asumir el costo de la fidelidad a Dios. La misión integral nace de cada página sagrada, se concreta en nuestros contextos históricos y se orienta a colocar todas las cosas bajo el señorío de Jesucristo. El Espíritu Santo abre nuestro entendimiento y nos respalda con señales que anuncian la presencia liberadora del Reino de Dios.
Nuestro culto comunitario tiene que ser gozoso, espontáneo y contextualizado para que en un clima de libertad adoremos al Señor sustentados en la Palabra y bajo el impulso del Espíritu.
Necesitamos una teología más espiritual y de una espiritualidad más teológica.
Precisamos de una espiritualidad trinitaria, comunitaria, centrada en la Palabra de Dios, reconciliadora y misionera.
La realidad del pluralismo religioso no ha de debilitar el llamado de Dios y la práctica evangelizadora de la iglesia.
NOS COMPROMETEMOS A:
Orar en todo tiempo y estudiar diligentemente la Biblia, esforzándonos por obedecer todo el consejo de Dios dentro de nuestra realidad histórica específica. Promover en las congregaciones oportunidades de formación integral y apoyar programas de enseñanza bíblica, junto con la producción y distribución de materiales que den un tratamiento serio y accesible a las Escrituras, por intermedio de instituciones de educación teológica, editoriales y otras iniciativas. Ser una comunidad encarnada en la sociedad y desde allí vivir con fidelidad a todas las demandas del evangelio.
Ser iglesias de adoración, servicio, fe, esperanza, justicia y amor que se conviertan en comunidades alternativas para nuestra sociedad.
A valorar e incluir a todos los grupos sociales y culturales excluidos (niños, jóvenes, mujeres, negros, indígenas, discapacitados, inmigrantes, etc.) como sujetos a quienes también está dirigido el evangelio del Reino de Dios.
Buscar un liderazgo que vea en el modelo de Jesús-Siervo su inspiración y práctica.
Participar en la misión de Dios, dando testimonio integral del evangelio, viviendo una espiritualidad cristiana abarcadora y teniendo una mayordomía de la creación que ponga lo material al servicio de lo espiritual y el poder en beneficio de los demás y para la gloria de Dios, promoviendo la reconciliación entre razas, clases sociales, sexos, generaciones y con el medio ambiente.
Vivir la esperanza escatológica del Reino de Dios en la sufriente América Latina de hoy, participando activamente en los procesos de la sociedad civil que promuevan y defiendan la vida y la dignidad humana.
A la búsqueda intensa de la dirección y acción del Espíritu Santo en la vida de la iglesia, sin olvidarnos del compromiso de la evangelización transcultural desde la perspectiva de la misión integral.
Concluimos esta declaración con la afirmación que la Palabra de Dios nos convoca a ser comunidades proféticas y solidarias con el dolor y el sufrimiento que denigran la vida y la dignidad de nuestras naciones, pues entendemos que parte medular de nuestra misión es lograr la justicia para todos en el poder del Espíritu Santo.
Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel, y así lo hará (I Tesalonicenses 5:23-24).
Palabra, Espíritu y Misión
FUENTE: FTL
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