"Pobre del cantor de nuestros días
que no arriesgue su cuerda por no arriesgar su vida
Pobre del cantor que nunca sepa que fuimos la semilla
y hoy somos esta vida
Pobre del cantor que un día la historia
lo borre sin la gloria de haber tocado espinas
Pobre del cantor que fue marcado
para sufrir un poco y hoy está derrotado"
(Pablo Milanes)
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Prisioneros de Guerra cerca de Nayaf, Irak, Foto Jean Marc Bouju |
Pero ¿que sucede cuando la Verdad se ha vendido al aplauso, los espejos y las luces? ¿Qué pasa cuando la canción se vuelve insípida y neutral, apática y simplista? ¿Qué pasa cuando la indiferencia se adueña de los versos y nos deja el vacío del sonido? Entonces sólo nos queda el absurdo y el sin sentido. Nos queda solo un címbalo que retiñe y que se disipa en un momento.
¿Qué es lo que hace que nuestra canción sea valiente, generosa y oportuna? No es acaso ese encuentro con mi prójimo en el camino. Como el samaritano que se negó a se neutral con la situación del caído, que se arriesgó cuando los otros optaron por el camino fácil de la indiferencia y la religión. Se involucró con el necesitado, y su canción se sigue cantando después de 2000 años. Porque comprendió que es en la vida del otro que nos encontramos a nosotros mismos, nuestra identidad y propósito en la vida. Por eso cantamos con el trovador: “Pobre del cantor de nuestros días, que no arriesgue su cuerda por no arriesgar su vida”.
Sitio web de Leonardo: La Música al Servicio de la Vida
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