Cuando Dios se viste de mamá | Por Milena Forero - El Blog de Bernabé

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domingo, 11 de mayo de 2025

Cuando Dios se viste de mamá | Por Milena Forero

Ilustración de @panderetamilennial

La experiencia de Dios es abrumadora, nos deja sin palabras. Y en ese encuentro con lo divino surge lo inefable, lo que no puede decirse, después del silencio aparece un murmullo, un grito, una pregunta ¿qué es esto que siento? ¿Cómo es Dios?

Los poetas de la biblia compararon a Dios con lo que tenían delante, con todo aquello a lo que pudiera parecerse, como dice el poeta brasilero Rubem Alves: Dios se me presenta con el rostro de mi más profunda carencia, y cuando necesito una madre, Dios se me presenta como tal, me abraza, me arrulla.

Eso es lo que vivieron los poetas bíblicos y retrataron su sentir de Dios en varias formas, a veces diciendo que Dios se viste de mamá para tomarnos en brazos. Los profetas imaginaron a Dios como a una madre que consuela con su propio pecho, ese seno de Dios en el que anhelamos meternos a veces; y también le describieron como a una madre que sienta en su regazo a los niños dolidos, ese lugar seguro al que corremos después de un porrazo que nos dejó con raspones en brazos y piernas.

Y nos acogemos a esa idea de Dios que consuela, que nos sienta en su falda para hacernos cariños en el pelo y decirnos que todo va a estar bien, aunque afuera el mundo se caiga a pedazos.

Es el Dios maternal que recuerda con ternura habernos cargado en brazos cuando éramos niños y recuerda nuestros primeros pasos cuando nos enseñaba pacientemente a caminar. Es el Dios que como una madre no puede olvidar al hijo que salió de sus entrañas.

Y es el Dios del que nos cuenta Jesús, que es como una mamá gallina que quiere juntar a sus pollitos bajo sus alas amorosas.

Es que el amor eterno de Dios tiene muchas formas y a veces se viste con los amores que conocemos en nuestra humanidad. Entonces nuestro Padre Maternal nos acoge como una gallina a sus pollitos, alimenta al mundo con los pechos de sus consolaciones y no puede olvidarse de los que dió a luz.

Y si, cuando hablamos de madres y de maternidad, hablamos también de Dios. No en vano, para la mayoría de seres humanos, el amor más parecido al de Dios es el de una madre o una abuelita.

Para esta reflexión se emplearon los siguientes pasajes bíblicos:

Isaías 49,15; 42, 13-14
Isaías 66, 12-13
Oseas 11:1-4
Mateo 23: 37
Lucas 13: 34
Lucas 15: 8-10

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Sobre el autor: 

Milena Forero es teóloga, comunicadora social comunitaria y artista audiovisual colombiana. Integra el colectivo pastoral de la Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá. En redes sociales desarrolla el proyecto Espiritualidad en Libertad bajo el nombre @panderetamilennial, donde combina reflexión teológica, arte y humor. Ha contribuido como autora en los libros Teología Pop (Editorial Clie) y Dios: nueva temporada. Miradas teológicas al cine y la televisión (Juanuno1). Como cantautora y creadora para público infantil, ha producido dos cortometrajes, un musical y un álbum junto al coro de Prea Refugio

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1 comentario:

  1. Muy bella reflexión. Gracias! Habría mucho problema si le llamaramos a Dios Madre?

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