RESILIENCIA BAJO TIERRA: Mirada a los 33 mineros | Por Luis Cruz Villalobos - El Blog de Bernabé

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jueves, 14 de octubre de 2010

RESILIENCIA BAJO TIERRA: Mirada a los 33 mineros | Por Luis Cruz Villalobos


“Damos gracias…”[1].

Decía Anthony de Mello: “No se puede ser infeliz y agradecido al mismo tiempo”, ya no recuerdo en cuál de sus libros, pues he integrado esta aseveración como una certeza personal y cotidiana, que suelo compartir.

Ha sido duro este tiempo para Chile. No necesito detallar.

Pero nos hemos emocionado, algunos hasta las lágrimas, al ver el testimonio de 33 hombres, que son claros ejemplos de gratitud saludable, de felicidad inconcebible, de resiliencia.

En este breve texto, motivado por varios/as amigos/as de nuestra red de investigación de resiliencia y espiritualidad, quiero simplemente detenerme en algunos de los recursos fundamentales con los que cuentan los mineros bajo 700 metros de desierto, y que animan a todo un pueblo tenaz y perseverante a seguir creciendo en estas virtudes nutritivas.
Demos algunas miradas a la resiliencia bajo tierra.

Gratitud

Como ya lo mencioné al inicio, la gratitud es fundamental para el bienestar psicológico, y la observamos masivamente en las palabras de los 33 mineros. “Gracias a Dios… gracias a nuestros familiares… gracias a todos los que nos están apoyando…”. Es sencillo, el que agradece, el que instala la gratitud como un recurso fundante en su vida, el que se dispone a mirar la grandeza dentro del desastre, la luz en medio de las tinieblas, el amor al centro de la destrucción, la bondad detrás de la miseria… aquellos que son agradecidos, verbalizando el bien, integrándolo como elemento aglutinador de la narración vital, aquellos y aquellas, se sabrán felices casi ineludiblemente y podrán enfrentar con un poder dinámico y superior lo adverso.

Humor

El “Condorito” que todos los chilenos llevamos dentro es redentor, nos rescata de la autocompasión, de sentirnos víctimas intrínsecas y no circunstanciales, nos rescata de las rotulaciones nefastas de endógena cronicidad, de sentirnos un vertedero municipal como personas y nos catapulta a reírnos de nosotros mismos, de nuestra fragilidad y pequeñez tan obvias (que sólo los soberbios en su delirio necio olvidan). El humor nos permite cambiarle en nombre al film, a la novela, al cuento que dirigimos y que le llamamos “nuestra vida”, ya no tragedia, sino drama, realidad salpicada de pesares, de luchas, penas, pero también de sonrisas saludables y compartidas, como el pan, que sabe mejor entre amigos.

Esperanza

Imagínate, tú bajo 700 metros de tierra, en oscuridad, ya por varias semanas insoportables… y de pronto, a lo lejos, muy lejos, muy arriba, un sonido leve, un martilleo, un sonido de motores… una esperanza.

Así es, así surge y se alimenta la esperanza hasta hacerse cada vez más sólida, firme, de acero inoxidable, pero como espada de samurai, muy flexible, resiliente, ya que la primera vez puede fallar y la segunda también, y la tercera no siempre es la vencida. Pero viene, se acerca el encuentro y, por fin, el contacto con los de afuera, el contacto que anunciaba la esperanza y que se torna realidad ya no esperada sino vivida. Y cuando la esperanza se cumple, allí mismo, en ese mismo tiempo y espacio, nace otra nueva esperanza, se gesta como pequeño brote, pues ya no se aguarda el contacto, ahora es el tiempo para la esperanza del rescate.

Esperanza es una forma de decir sentido, es una manera distinta de decir “hay algo por qué luchar”, o más aún, “hay en todo esto, un para qué”, misterioso, impreciso, pero lo hay.

Vínculo

“Queremos saber si alcanzaron a salir nuestros compañeros que iban hacia fuera cuando se produjo el derrumbe”. Así, como prioridad, como inquietud primera, como necesaria información vital… los demás, los otros, cómo están, no preguntes tanto por mí, yo estoy bien, quiero saber como están los otros.

Ay, qué increíble, desde las profundidades de la tierra se nos clava en la conciencia un mensaje fáctico de amor, de victoria sobre el egoísmo. Una frase tan simple, tan breve, ataca como una estocada justo el corazón del sistema en el que vivimos, sistema macabro donde se aman a los objetos y utiliza a las personas; sistema donde prima el interés personal, el beneficio propio, a costa del de los demás, del de la mayoría incluso.

Por otro lado, ha quedado en evidencia, el poder sostenedor que tiene el afecto, para soportar lo terrible. Los vínculos significativos que habían o que se comienzan a gestar y robustecer, se nos presentan como recurso resiliente esencial.

Fe

El vínculo significativo con lo Trascendente, el sentido encontrado en lo que se intuye como Absoluto, también ha quedado claramente ilustrado en nuestro 33 mineros, como recurso resiliente central, como convicción integradora, como verdad experiencialmente irrefutable. ¿Y si Dios es real? Me pregunto como agnóstico, que no soy. ¿Y si fuese cierto y efectivamente Él está aquí, con nosotros, no como Dios lejano de un Olimpo luminoso, sino como Dios de la cruz, pero principalmente de la tumba vacía, de la tumba derrotada que se torna escenario de resurrección?

Tanto podemos decir sobre estos hombres y su ejemplo resiliente, tanto. Pero sólo añadiré una palabra más, desde lo más hondo, pero una palabra para ellos, para los 33: ¡Gracias!

[1] Frase muchas veces repetida por los mineros atrapados, registrada en el primer video. Puede ver el video aquí

Sobre el autor:
Luis Cruz Villalobos, chileno, es Ministro Presbiteriano, miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana.  Es Psicólogo Clínico doctorándose en Teología.   Director del Centro de Investigación de Resiliencia y Espiritualidad (CIRES) .
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Sitio web de Luis: Centro de Investigación de Resiliencia y Espiritualidad

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