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domingo, 17 de octubre de 2010

Alegría africana, aunque sin las vuvuzelas | Por Harold Segura C.

Harold Segura C. | Crónicas e impresiones desde Lausana III (3)
Ciudad del Cabo, Octubre 17 de 2010

Artigo disponível em Português aqui 


El Congreso Internacional del Movimiento de Lausana sobre la Evangelización Mundial fue inaugurado de manera oficial hace pocos minutos. Su Presidente Ejecutivo, el Dr. Douglas Birdsall, tuvo a su cargo el discurso de apertura y las palabras oficiales para inaugurar el evento y dar la bienvenida a los participantes. Fue una ceremonia emotiva por el significado de la ocasión y por la alegría que imprimieron desde los primeros minutos la música, las danzas, el sonido de los tambores y el colorido de los vestidos sudafricanos. La misma alegría espontánea y los movimientos naturales que vimos hace pocos meses atrás durante la celebración de la Copa Mundial de Fútbol. Fue una celebración litúrgica alegre, aunque, en esta ocasión, sin las vuvuzelas.

En la tarde, antes de la ceremonia de apertura, tuvimos el primer encuentro con los compañeros y compañeras de mesa. Me explico: en el gran salón donde estamos reunidos, hay más de seiscientas mesas en las que se sientan de cuatro a siete personas. Así aparece el gran salón; lleno de mesas con sus respectivas sillas alrededor. Cada participante, en el momento de la inscripción, recibió, junto a la programación y demás información pertinente al Congreso, un número que le indica la mesa en la cual participa. En mi caso, se me asignó la mesa # 550, la que comparto con un profesor canadiense, un traductor bíblico de Kenia y un líder del movimiento estudiantil de Guatemala, el Dr. Israel Ortiz. En esa mesa dialogamos, nos conocemos, oramos y escuchamos las plenarias principales.

Se nos ha explicado que esas mesas son un microcosmos de la Iglesia Universal. Una Iglesia que por su diversidad y número (igual que los 4000 aquí reunidos) corre el riesgo a perderse en medio de la multitud. Así, pues, se nos ha invitado a construir una pequeña comunidad de oración, diálogo y amistad durante estos días del Congreso. Símbolo que se aprecia como recuerdo de lo que somos: un pueblo disperso y diverso que se reúne en diferentes partes del mundo para celebrar su fe y anunciar las virtudes del que nos redimió por su gracia infinita (1 Pedro 2:9).

Pero sigamos con la inauguración. El lema es «Dios en Cristo estaba reconciliando al mundo» (2 Corintios 5:19), y a él se hizo alusión en varias ocasiones. Se nos convocó a renovar nuestro compromiso como pueblo reconciliador, que ha sido llamado por el Maestro para actuar como «sal del mundo» y «luz de la tierra». Y ese llamado, en estos momentos, adquiere un significado profundo y desafiante. Se trata de la reconciliación no sólo espiritual, sino también social (ante la miseria creciente que crea una brecha cada vez más amplia entre ricos y pobre), religiosa (ante el resurgimiento de los fundamentalismos religiosos y su secuela de la guerra santa) y cultural (ante lo que algunos llaman el choque de las culturas). El Secretario General de la Alianza Evangélica Mundial, Dr. Geoff Tunnicliffe, se refirió a esta situación del mundo y cómo ella apela de manera directa a la misión de la Iglesia. Habló de la niñez abandonada, que vive en situaciones de pobreza en las calles, del hambre inhumana y de las múltiples heridas de la violencia. Habló de algo que rescato y resalto de esta jornada inicial, de la urgencia de ser una iglesia responsable.

Mañana empiezan las jornadas extensas y completas. Habrá exposiciones bíblicas del libro de Efesios, conferencias magistrales, encuentros por regiones y discusiones en grupos sobre diferentes temas: testimonio en el siglo XXI, dogma y diversidad en un mundo pluralista y secular, las tecnologías de la información y la misión evangelizadora y la inclusión de todo el pueblo de Dios para la tarea de la Iglesia. Para la noche se anuncia un festival internacional de películas cristianas.

Por hoy me quedo con las palabras del Dr. Tunnicliffe y su llamado a ser una iglesia responsable. Me parece que se abre un tema que, sin ser totalmente novedoso, podría ser refrescante para la misionología evangélica de los próximos años.
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